CAP 41 - CEDER DE A POCO Por un segundo, sus miradas se encontraron. Unos ojos repletos de furia. Otros, de entereza. Dos mujeres que concebían el exilio de modos distintos. La joven esperó. Esperó hasta que los pasos desaparecieron, hasta que el calabozo se volvió de nuevo su mundo sellado y sin salida. Entonces, despacio, como si aún estuviera tomando una condena, tomó el pedazo de pan. No por agradecimiento. No por ceder. Solo por hambre. El queso estaba desabrido y áspero en su boca, pero no importaba. Lo precisaba. El silencio se volvió encubridor de su momento. Nadie vio. Nadie supo. Pero ella sabría. Y al día siguiente, cuando la monja entró sin insinuarlo, sin siquiera mirarla de manera diferente, solo depositó otra porción de pan como si nada hubiera pasado. Eso fue lo que

