Cap. 42 - DOS SOBREVIVIENTES
—Entonces continúas con el balde —dice al fin, sin dureza ni superioridad, solo con una convicción fría.
Ágata mira los zuecos con burla. Zuecos de madera. Torpes. Ruidosos. No son los zapatos refinados que solía llevar. No son el reflejo de quién era. Son un emblema de su derrumbe.
Por fin, los toma con un movimiento tosco. No porque quiera, sino porque no tiene elección.
Y cuando da el primer paso en el pasillo, el retumbo hueco de la madera en el suelo la hace agitar. Cada paso es un eco de su reclusión.
Este instante puede ser esencial para su evolución en el hospital. No es solo una práctica, sino una aprobación forzosa de su nuevo ambiente.
La noche era un adversario mudo. Oscura, sin pausa. Cada vez que cerraba los ojos, las palabras del hospital
