CAP.18 LEA
Nacer en Calabria es especial, pero si se nace mujer, lo es todavía más. No es ni bueno ni malo, es especial, distinto, pero si encima se nace en Petilia Policastro -un lugar recordado por el diablo-, las mujeres de allí- que buscan salir de él y lo logran, quedaran en la historia. Allí nació Lea y fue donde asesinaron a su padre, a su tío -cuando intentó vengar la muerte de su hermano- y a sus primos. La vida de Lea estuvo condicionada por la familia y el pueblo del sur en el que nació, pero su muerte llegó en el norte, en Milán, entre el miedo y la esperanza que tuvo cuando busco formar una nueva familia, una que le permitiera romper los lazos de sangre y tierra con el apellido Garofalo y con Petilia Policastro.
A pesar de verse rodeada de cadáveres, Lea se lograba enamorar. Con un joven cuatro años mayor del pueblo vecino de Pagliarelle El novio de Lea también era un 'ndranghetista, un matón, que junto a sus hermanos intentaban elevar su posición dentro de la organización criminal. Enamorar a la hija de un jefe de familia como Lea y esposarla podía ser un ventajoso atajo para Carlo Cosco, el aspirante a mafioso de pleno derecho.
Para Carlos Cosco el haberse emparentado con alguien de la familia Garofalo lo transformaba en alguien cercano al jefe. La base de operaciones de las familias mafiosas de los calabreses en Milán -entre ellas los Garofalo-, era un enorme edificio ubicado en el número 6 de vía Montello,. La mole de tres pisos de altura, y resultaba ser ideal para el acopio de drogas, armas y mujeres tratadas desde Sudamérica, África y Europa del Este. Por aquella estructura de cemento, acero, madera y tejas romanas, en los años noventa circulaba la mayor parte de la heroína, cocaína y hachís que se consumía en gran parte de la Lombardía.
Lea había escapado y llegado a Milán con pocas cosas en sus valijas, pero repleta de esperanzas. Soñaba en que la ciudad del norte, la capital de la moda, de las luces y el glamour le entregara algunas pequeñas chances de soñar cosas que en Petilia Policastro no se soñaban. Ella se encargaría de convertir las oportunidades en realidad. Pero la voluntad de Carlo Cosco por crecer bajo el auspicio del hermano de Lea dentro de la ‘Ndrangheta transformaba todo eso en pesadillas. La vida en Milán terminaba siendo peor que en Petilia Policastro. El edificio donde vivían era deprimente. En el día a día transcurría en un ir y venir de gente desconocida, gritos y transacciones de drogas que frecuentemente terminaban en peleas violentas y escandalosas. La depresión era la compañera fiel de Lea quien intentó suicidarse en varias oportunidades. En medio de todo aquel aluvión de oscuros pensamientos, hacía la primavera del año 1991, Lea quedaba embarazada. La noticia era trágica. No podía con su vida y la sola posibilidad de pensar que iba a arrastrar a otra persona a esa vida, que fuera totalmente dependiente de la suya, la hundía aun todavía más. Intentaba abortar el embarazo en varias veces, aunque no lo lograba. El tener que continuar con el embarazó la obligaba a tomar decisiones. En diciembre de ese mismo año, Lea huía embarazada y a punto de parir de Milán. Se escapaba para parir sola, con la idea de entregar al bebe en adopción y alejarlo de un destino determinado por algún diablo que hacía a los Garofalo, a los hijos de Petilia Policastro y sobre todo a las mujeres -Lea esperaba una niña- personas rodeadas de infelicidad. Cuando Lea tuvo a su diminuta beba de nombre Denise sobre su pecho, sus planes se transformaban rotundamente; Lea estaba nuevamente enamorada, ahora de su hija y aferrada a una pequeña y poderosa esperanza sobre la vida.
La relación de pareja de Lea ante las mayores y crecientes responsabilidades criminales de Carlos Cosco se tornaba cada vez peor. Era cada vez más violenta y despectiva para con ella. A pesar de que ahora también estaba Denise, las dos juntas debían pasar las horas y los días encerradas en el apartamento de vía Montello. El propio Carlo Cosco a veces obligaba a Lea a cortar heroína, cocaína y hachís, ya que si bien, su posición en la organización criminal se había elevado, todavía no alcanzaba para excluirlo de las tareas de un aspirante sin historia dentro de la organización. Tampoco evitaba que Carlo Cosco debiera cobrar él mismo las extorsiones y cometer algunos asesinatos. La vida en ese cuartel de la ‘Ndrangheta, para Lea y Denise era una bomba de tiempo. Las guerras entre las familias mafiosas calabresas habían trasladado el campo de batalla hasta Milán y el edificio en vía Montello se transformaba en la cabeza de playa que todas las ‘ndrine debían capturar si querían quedarse con la ciudad. Si bien Carlo Cosco era el cuñado del jefe Floriano Garofalo y junto a sus hermanos Vito y Giuseppe Cosco se encontraban promocionados dentro de la organización por otros tres mafiosos de alto rango -Floriano Toscano, Silvano Toscano y Thomas Ceraudo-, las peleas mafiosas eran muchas y cada vez estaban más cerca de ellos.
Las autoridades policiales ponían sus ojos sobre el cuartel de la vía Montello. Los muertos en torno a ese entramado no tardaban en multiplicarse. Los ataques en cuestiones de mafia obligan a una respuesta, violenta, precisa o no, pero una respuesta. Quizás no inmediatamente, a su debido tiempo, pero siempre obligaba a una respuesta. Muere bajo las balas, el enemigo de Floriano Garofalo y de Carlo Cosco.
El nuevo ascenso de Carlo era inmediato en la ‘ndrina Garofalo. Además de ser el cuñado de Floriano Garofalo era ahora la persona de su mayor confianza y uno de los hombres más poderosos de la ‘Ndrangheta en Milán. El asesinato que se había cometido a metros de su hija volvería a cambiar todo en la vida de Lea. La vida y la muerte provocaban giros drásticos en la vida de Lea, una y otra vez. Cuando Denise había nacido, Lea encontraba y se aferraba en su hija como motivo para vivir y también para cuidar. Su vida sería feliz alejando a su hija del mismo tipo de vida que ella había intentado escapar. La muerte del mafioso a pocos metros de su hija, de su propio hogar, cambiaba a Lea para siempre. Era la última oportunidad que tenía para torcer al destino. Ya no era Petilia Policastro, era Milán, tenía una hija y quería volver a soñar junto Carlo Cosco y Denise. Pero para su esposo, la organización siempre había sido su objetivo y estaba por encima de su familia. Frente al pedido de Lea para que este abandonara la ‘ndrina y la ciudad de Milán, la respuesta de Carlo fue golpearla. Lea en ese golpe comprendía que la violencia comenzaba que no se detendría, que la muerte en su hogar, que los golpes sobre su cuerpo se convertirían poco a poco en el día a día de ella y su hija. Fueron ante las autoridades policiales. Esto le valió una eterna persecución a ella y a su hermano que se negaba a matarla
La vida en el sistema de protección de testigos era difícil.
Cuando Carlo Cosco recuperó la libertad inmediatamente se dispuso a encontrar a Lea. No tanto a Denise, sino a Lea.
La vida de Lea se seguía complicando cada vez más. La relación entre Lea y Denise se enmarañaba fruto de los vínculos comunes entre una adolescente con una vida sumamente particular y una madre que se estaba volviendo paranoica. Denise quería ver a su padre e intentaba llevar una vida que se asemejara a lo corriente. Lea no debía relacionarse con nadie más que su hija y debía sobrevivir con el poco dinero que el Estado le asignaba para el sustentar económicamente a las dos mujeres. A esa situación estresante y paranoica se le agregaba el destrato de un sector de la justicia que consideraba que la información que Lea había aportado era escasa y lejana en el tiempo, que no se había podido confirmar y que colocaba a la madre e hija con un pie fuera del programa de protección de testigos. Mientras la abogada de Lea apelaba la inminente decisión, la obsesión y el malestar de Lea la llevaban a abandonar voluntariamente el programa de protección de testigos