MAFIA ES MUERTE

1008 Words
CAP. 12 - MAFIA ES MUERTE MAFIA ES MUERTE. Los mafiosos construyen sus organizaciones con mucho cuidado, son expertos en edificar redes bien cerradas, dispersas a través de países y continentes con el objetivo de hacer que fluyan sus negocios. Los mafiosos son personajes cínicos, duros, acostumbrados a las mentiras, astucias y crueldades que les exige su labor. Los poderosos gozan de un grado elevado, supremo de poder. Tienen la libertad de llevar a cabo operaciones delictivas significativas en contra de otros. Los mafiosos son sobre todo hombres con poder. Y mujeres. Cuando todos creían que aún dormía el sueño de los iracundos, Ágata viajaba hacia Buenos Aires al Aeropuerto de Ezeiza, rumbo a Grecia. Más decida que nunca a traer el cuerpo de su amante, para enterrarlo como Dios manda. . La mafia fue muy buena mostrándose como una fuerza anticomunista. La Iglesia gustó de este discurso y, a nivel local, negoció con la mafia. El indicativo clásico de esto es la procesión del día del patrón local, que es tanto una festividad religiosa como la celebración de la identidad del pueblo. Las autoridades civiles desfilan junto a las autoridades religiosas y al jefe de la mafia. Este quiere presentarse a sí mismo como una autoridad medio legítima. Durante muchos años la Iglesia estaba complacida con esto, dejando que el jefe de la mafia hiciera ofrendas, se sentara en primera fila de la misa, tuviera un banco con su nombre, un gran funeral oficiado por el párroco mayor, se casara en la Iglesia con la hija de otro jefe mafioso. Era habitual también, tener un hijo mafioso y otro cura. En muchos lugares, todos y cada uno de ellos llevan un crucifijo, cuelgan un cuadro de la Virgen y uno del padre Pío. En un nivel psicológico, pueden usar la religión para justificar cualquier cosa. Piensan que están matando en nombre de algo que está por arriba, que representa un tipo de ley. Estos maleantes son creyentes católicos y practicantes sin sorna. Es que hay un Dios también para los mafiosos. Y ella echaría mano de ello. Lo traería, aunque eso tuviera consecuencias. Lo vestiría y enterraría con los honores que se merece. Había recibido las balas que iban destinada a ella. Cada una con su nombre y eso no puede ser olvidado. Se tocó la cruz que le colgaron cuando tomó la primera comunión, que nunca se había sacado. -De oro puro- le había dicho su padrino, y la sumó a su pecho como una protección más. Acostumbrada a hacer su voluntad, y a pesar de la época, salió del país a buscar a su amor. Entre dormida, anoche, lo había resuelto. Unas pocas mudas de ropa y marchó a su encuentro. No podía dejar de pensar en él. ¡Que sólo se habría sentido! Y todo por aceptar ser protegida por inservibles… Morir así, sin ella, lejos de casa. Al menos, tendría su homenaje. El dinero no es problema, nunca lo fue. Arribó a Grecia luego de muchas horas de un vuelo que sólo acrecentaron su enojo. Ni paisajes, ni recuerdos que calmaran su ira, aquél sentimiento que la impulsaba a no detenerse. Ni monumentos, ni islas de ensueño, nada. Finalmente, tendría que hacer el trabajo, ella. Ya no podía confiar en nadie. Tomó un automóvil de alquiler y, sin descanso, se dirigió al sanatorio donde estaba el cuerpo, el hermoso cuerpo, ahora inerte de su Alfonso. Gruesas lágrimas, por fin, se escurrieron de aquellos ojos verdes. Las gafas de sol y caminar hacia la sala. Al ingresar, la cortina sobre la ventana casi le impide verlo y se lo topó de lleno, de frente, vivo. Una suerte de cabeza inflamada y vendajes por doquier quisieron confundirla, pero… Tuvo que apoyarse para no caer, jamás dejaría de reconocer aquellos ojos azules y todo el amor que le dispensaron cuando también la reconoció. Hizo enormes esfuerzos para no abrazarlo fuerte, para no apretarlo contra sí, hasta adentrarlo en ella. Para siempre, para no volver a dejarlo, para no separarse más, para hacerlo propio, uno con ella. Hablaron atropelladamente y una enfermera le dijo que no le permitían hablar mucho, que estaba débil, que… Ya estaban abrazados, mudos ahora, sintiendo cada quién la multitud de emociones: sorpresa, alivio, alegría, amor. Ella dejó que se liberaran en lágrimas, en sollozos. Quería gritar, pero se contuvo. Permitió que la viera vulnerable esta vez, profundamente asustada, enamorada. Su mujer. La enfermera volvió a aparecer y le hizo señas de que la siguiera. El médico a cargo la pondría al tanto del estado de Alfonso. Al principio dudó en dejarlo, aunque primó la lógica y la siguió. Para poder protegerlo debía conocer los riesgos y escuchó al médico atentamente. Su condición era fuera de peligro, pero estaba delicado, Fueron dos episodios de mucha violencia y las secuelas no terminaban de estimarse. Era cuestión de tiempo y de paciencia. Había soportado más que muchas personas, algunas intervenciones que fuero exitosas y con el último ataque, - No sé-, terminó diciendo. -Estamos aturdidos, dijo, es muy fuerte el hombre y es casi un milagro que haya sobrevivido al disparo-. Le mostró radiografías y le explicó estudios y operaciones a los que fue sometido. Se mostraba elocuente, como al borde del llanto. Le temía y se notaba. Como todos. -A la mafia se le teme- pensó orgullosa. Mafia es muerte, sí. Gozando el grado supremo de ese poder heredado… Ella impaciente, pensaba en que lo había dejado solo. Mientras nadie supiera que estaba vivo, si se apresuraba a esconderlo todo andaría bien. Tiempo, repetía. Dios pondrá su mano y obrará otro milagro, También enviaría dinero a la Iglesia más cercana, por la vida de Alfonso, por el amor de ambos, por protección divina. Volvió apresuradamente. Ya sabía qué hacer. Tiempo, claro. Y con un poco de estrategia, podría esconderse, para poder regresar con él, ya curado. Tenía que pensar en un lugar donde permanecer, seguro. En Italia se manejaba mejor que en Grecia, ya vería de ver alguna propiedad que no ocupara la familia.
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