Sofía
Llegué a casa después del bachillerato ya estoy por terminar mis estudios para ir a la universidad. Estoy súper emocionada; haré lo que Gaby hizo, me quedaré en casa con mis padres. Me encanta mi familia; cuando llego, todos están reunidos. Creo que olvidé un día importante porque hay una reunión para celebrar algo y aún no recuerdo qué es. Me acerco a mamá y le beso la mejilla.
—Perdón, mamá, lo olvidé.
Mamá me ve con una sonrisa y una ceja alzada.
—¿Qué cosa, cariño?
—Pues lo que celebramos.
—Haha, bueno, es que aún no celebramos nada. Gabo nos pidió reunirnos a todos; tiene una noticia que darnos.
Gaby tiene algo que decirnos; es extraño, ya que soy su mejor amiga y su hermana pequeña, y siempre nos contamos todo, y no mencionó nada. Me levanto y voy a mi habitación; tengo tiempo para cambiarme. Cuando salgo de mi habitación, su puerta está un poco abierta y me acerco. Escucho que habla con alguien por teléfono y lo tiene en altavoz; es el tío Román.
*Llamada*
—No te preocupes, tío, voy a estar bien.
—¿Estás seguro, Gabo, de la decisión que estás tomando?
—Es lo mejor.
—Sofía siempre va a estar en tu familia, y siempre va a haber algo que los una.
Él guarda silencio. Sé que no debería estar escuchando, pero ¿qué tengo que ver yo ? Una lágrima cae por mi mejilla, y yo la limpio. Escucho cómo suspira.
—Lo sé, Román, mi madre me dijo lo mismo, pero lo que siento por ella está mal.
—No digas tonterías. Ustedes no son hermanos de sangre.
—Lo sé, y no me refiero a eso. Me refiero a que ella no siente lo mismo por mí, y yo la quiero ver feliz.
Ya no quiero escuchar más, y bajo corriendo las escaleras. Me topo con Mandy al final de las escaleras, y ella me detiene y toma mi rostro.
—¿Qué te sucede?
—Nada.
—No mientas. Vamos al jardín.
Cuando las dos salimos, nos sentamos en una pequeña banca. Es un atardecer muy lindo; puedo decir que jamás había presenciado algo tan hermoso. Entonces suspiro.
—¿Me dirás qué te pasa?
—Escuché una plática entre el tío Román y Gaby.
—¿Y cuál es el problema?
—Él siente algo por mí.
Ella suspira y sonríe.
—¿Por qué la sonrisa?
—Porque solo tú no te das cuenta de eso. Jamás pensaste por qué él te cuida tanto más que a nosotras. Siempre nos cuida, pero no como a ti. ¿O acaso nunca te has preguntado por qué nunca sale con chicas si es un chico super guapo?
—Pero él es mi hermano, y yo lo amo como a mi hermano. Jamás pensé que él sintiera algo más por mí.
—Vamos, Sofi. Él no es tu hermano. Nos queremos mucho, pero no llevamos la misma sangre.
—Pero yo estoy con Mario, y lo quiero.
—Por eso jamás te dije nada.
Al escucharlo, me quedo helada. Mandy toma mis manos y se levanta. Gaby toma su lugar, y él también toma mis manos.
—Te amo, Sofi, desde el primer momento en que te conocí, pero sé que tú no me ves de la misma manera, y no quiero que cambies tu cariño por mí ni porque sepas lo que siento se vuelva incómodo. Yo siempre voy a ser tu hermano mayor.
Él me sonríe, y yo lo abrazo. Jamás podría cambiar con él; lo quiero demasiado como para que esto arruine nuestra relación.
—No te preocupes; yo jamás voy a cambiar contigo. Eres mi hermano favorito.
Él besa mi frente, y nos levantamos para ingresar a la casa. Ya están todos aquí, hasta los abuelos. Supongo que es algo muy importante. Él se para en medio de la pequeña sala y carraspea.
—Familia, muchas gracias por estar aquí. El tío Román pide disculpas; no pudo llegar y les manda saludos, pero yo les tengo una noticia que para mí es muy importante y agradecería el apoyo. Sé que siempre lo han hecho, pero fue una decisión difícil de tomar.
Yo le grito, ya que lo está haciendo de mucha emoción.
—Ya, ¿cuál es la sorpresa? Le das muchas vueltas.
—Está bien, familia. Me voy a Nueva York; recibí una beca para un posgrado, y no la quiero desaprovechar. Es una oportunidad muy importante para mí.
Me siento como si me hubieran echado un balde de agua helada. Él se va; era de lo que hablaba con el tío Román, y se va por mi culpa. Mis lágrimas bajan por mis mejillas, y todos lo felicitan. Se acerca a mí y me abraza, y limpia mis lágrimas.
—No llores, hermosa; todo va a estar bien.
Mi voz sale rota, pues tengo un nudo en la garganta.
—Te vas por mi culpa, ¿cierto?
Él sonríe y besa mi frente.
—Claro que no. Es una oportunidad para ser un mejor abogado; sabes que es una de las mejores universidades.
Yo solo asiento, pero sus argumentos no me convencen. Cuando ingreso a la universidad, él no se quiso ir de casa, ¿por qué ahora sí? Él va con Mandy, y ella lo abraza; él le dice algo, y ella le sonríe. Dios, ya no puedo estar aquí. Corro a mi recámara y me tiro en la cama. No sé por qué me duele tanto que se vaya; puede ser que me sienta culpable. Me siento en mi cama y tomo un pequeño cuadro que tengo en mi mesita de noche. Sonrío al recordar esa foto; fue el día que me llevó a conocer la universidad para inscribirme. Él iba caminando en medio del campo, y yo corrí y me subí en su espalda. Le di un beso en la mejilla justo en ese momento. Mandy tomó la foto. Escucho que tocan a la puerta, y Mandy asoma su cabeza.
—¿Puedo pasar?
Yo limpio mis lágrimas y coloco la foto en su lugar.
—Sí, pasa; ya se fueron todos.
—Si, ya se fueron ¿Estás bien ahora?
Yo suspiro, porque, si digo la verdad, no, no estoy bien. Ella me conoce, así que viene hacia mí y me abraza.
—No puedes ser egoísta y pedirle que se quede.
—Lo sé.
—Mejor ve a despedirte de él; está haciendo sus maletas.
—¿Cómo tan rápido? ¿Acaso no pudo esperar un poco? Es un cobarde; está huyendo.
—Eso no lo puedo asegurar.
Ella sonríe, como si fuera lo más gracioso, y yo estoy furiosa. Me levanto molesta y voy hacia su recámara. Estoy parada en el umbral de la puerta; veo cómo empaca sus maletas. No puedo creerlo; huye sin dar la cara. Me acerco a él y lo jalo del brazo sin querer. Quedamos demasiado cerca. Él me sonríe y toma mi rostro. Siento cómo se eriza mi piel, pero creo que es de coraje. Yo lo empujo para que se aleje y empiezo a reclamarle.
—Te vas, ¿huyes?
Él sonríe y sigue empacando, pero yo estoy molesta y empiezo a golpear su espalda. Se voltea y me abraza para que deje de hacerlo.
—Ya lo hablamos; no estoy huyendo. Me voy a estudiar un posgrado en la universidad, lo sabes.
—Eso no es verdad, estás huyendo como lo hizo alguna vez tu padre. Eres un cobarde.
Él sonríe, una sonrisa torcida; sabe perfectamente a qué me refiero.
—Mi padre, creo que está cenando con mamá y los chicos. Que yo sepa, nunca se ha ido.
—Sabes a qué me refiero. Eres como Gabriel; te vas, no das la cara.
Sus ojos se encienden, y puedo ver coraje en su mirada. Toma mi mano y me acerca mucho a él. Puedo sentir su respiración en mi rostro.
—El idiota de Gabriel no es mi padre, y él se fue porque no amaba a mamá. Yo me voy porque te amo, y lo sabes perfectamente. Pero no estoy huyendo por eso; me voy porque quiero que seas feliz. No quiero lastimarte; tú no me puedes ver de la misma manera que yo lo hago.
Mis lágrimas comienzan a derramarse, pues él es el hermano que más quiero y admiro. Él toma mi rostro y las empieza a limpiar, y me da una sonrisa llena de dolor.
—No llores, hermosa. Siempre voy a estar cuando me necesites. Te amo, y jamás te voy a dejar sola. Tú solo llama a la hora que quieras; siempre voy a estar disponible para ti.
—Pero no quiero que te vayas.
—Es lo mejor. Esto que siento por ti es un error, pero verás que pronto lo superaré.
—Pero no quiero que dejes de quererme.
—Eso jamás va a pasar. Siempre vas a tener un lugar especial en mi corazón. Tú eres ese maravilloso error que cometí.
Yo le sonrío, y con sus manos en mi rostro, me acerca demasiado a él y planta un casto beso en mis labios. Me alejo de él y salgo hacia mi recámara. Me tiro en la cama y veo el techo. Amo a Gaby como jamás he amado a nadie, pero no como él quisiera. Toqué mis labios; jamás había sentido esa sensación en mi abdomen con solo un pequeño beso.