Presente
Gabriel
Estoy en mi habitación, tirado en mi cama, viendo el techo. Estoy por tomar la decisión más difícil de mi vida, y ustedes pensarán qué tan complicada tiene la vida un chico de 22 años. Si a esa edad solo disfrutas la universidad, salir a fiestas, divertirte y salir con chicas, se dice fácil, pero para mí es mucho más complicado. Antes de todo, me presento, mi nombre es Gabriel Cazares Hernández, soy hijo de Victoria Hernández e hijastro de Aaron Cazares. Y se preguntarán por qué llevo el apellido de mi padrastro, porque mi padre es una porquería de hombre, si a ese se le puede llamar hombre, y Aaron se ha comportado en toda la extensión de la palabra como mi padre. Ven el porqué es difícil esta decisión que tengo que tomar, si dejar a mi familia y la chica de la que estoy enamorado desde hace varios años o enfrentar esto que siento y verla feliz con alguien más. No creo que eso sí no lo soportaría. Les platico un poco de mí, jajaja, diría mi madre: “¿Y qué de interesante tiene tu historia?" Pues ustedes juzguen.
Tiempo atrás:
Veo a una chiquilla preciosa que corre a los brazos de mi madre. Sí, soy un idiota, me quedé en shock. Es que ella es tan perfecta, esos ojos tan hermosos me cautivaron. Y no sería ningún problema si ella no fuera hija del hombre con el que mamá sale, aunque ella diga que no pasa nada entre ellos y que solo se están conociendo. Yo no me trago ese cuento y ese mismo fin de semana lo comprobé. Encontré a Aaron con mi madre, pasaron la noche juntos y no los juzgo, son dos adultos sin ningún compromiso. El problema era que esa chiquilla me gustaba, sabía perfectamente que estaba mal, ya que apenas era una adolescente, no debía poner mis ojos en ella.
Si, Gabriel sigue pensando eso. Desgraciadamente, el tiempo fue pasando y a pesar de que yo trataba de no poner mis ojos en ella, era imposible. Me encantaba su forma de ser: decidida, inteligente, valiente y muy extrovertida, todo de ella llamaba mi atención. Cuando entré a la universidad, pensé que se me pasaría, conocería más chicas y la olvidaría. Pues, adivinen qué, eso no pasó y yo cada vez me sentía más enamorado de ella. Un día escuché una plática entre ella y mis hermanas:
— Y ya le dijiste que sí, Sofi, o te harás del rogar.
— Oye, ¿qué te pasa? Por supuesto que me haré del rogar. Este chico me gusta desde hace tiempo, pero eso él no lo puede saber, si no, sabría que me tiene comiendo de su mano, y eso no va a pasar.
— Vaya, Sofi, quien fuera tú, que traes a varios babeando por ti, y a mí ni un mosco se me para.
Yo salgo de mi escondite y carraspeo.
— ¿De qué hablan, Megan?
Veo cómo Sofi me sonríe, viene y besa mi mejilla y se cuelga de mi cuello.
— De nada, hermanito, cosas de chicas que tú no deberías saber. Así que anda, vamos con mamá para ayudar con el enano.
Ella me jala y me lleva hacia la cocina. Mamá trae a Aaron en brazos y Sofi llega y se lo quita y comienza a jugar con él. Pero ahí me di cuenta de mi error, ella jamás me amará como yo la amo, ella solo me quiere como su hermano mayor. Y tomé una decisión: haría lo que fuera para olvidarla, para sacarla de mis pensamientos, aunque eso me doliera en el fondo de mi corazón. Así que lo primero que hice fue aceptar salir con una de las tantas chicas que me han invitado. Tenía que distraerme, olvidar a esta chiquilla hermosa. Siento un golpe de mi madre en el hombro, me perdí en mis pensamientos.
— Hey, ¿por qué me pegas?
— Ay, no exageres, ¿que si, tienes planes para el sábado? Pero te hablo como si no me escucharas.
— Perdón, ma, me perdí. Sí, voy a salir.
Mi madre se cruza de brazos y alza una ceja.
— ¿Y con quién, si no es mucha indiscreción?
— Con una amiga.
— ¿Amiga? ¿O es alguna otra cosa?
Yo volteo los ojos porque a veces a mi madre se le da de hacerle de detective.
— Sí, ma, solamente una amiga.
Sofi está con el ceño fruncido, pero formula la pregunta.
— ¿Conozco a tu amiga? A lo mejor los puedo acompañar.
Es extraño, ella siempre prefiere ir con mamá y papá. Y supongo que mi madre tiene planes, si no, no preguntaría qué voy a hacer.
— No, no la conoces, es una chica de la universidad.
Salgo de ahí y ella se queda con la palabra en la boca. Sí, estoy molesto, pero tengo que hacerme la idea de que ella va a hacer su vida y yo la mía, tengo que entender que simplemente es mi hermanita pequeña, aunque mi mente y mi corazón me digan otra cosa. Llego a mi recámara y me meto a la ducha. Sinceramente, siento que solo me complico la existencia. Hay tantas chicas por ahí, ¿por qué precisamente me tuve que fijar en ella? Salgo de la ducha y voy al vestidor, solo me pongo un pantalón de pijama. Realmente no tengo ánimos de nada y tengo demasiada tarea. Estoy metido en la laptop cuando se abre la puerta y ahí está ella, con su hermosa sonrisa que deslumbra.
— ¿Puedo pasar?
— No, Sofi, estoy ocupado.
Ella no hace caso, corre, se sube a mi cama y me abraza por atrás y besa mi mejilla.
— ¿Estás enojado, Gaby?
— No, ¿por qué lo estaría?
Ella empieza a masajear mi ceño fruncido con su pequeño dedo.
— Si sigues así, te vas a hacer viejito pronto.
— Sofi, no hagas eso, mejor ve a ver si mamá ocupa ayuda con Aaron o a hacer tarea, yo qué sé. Déjame tranquilo.
Ella no me hace caso y quita mi laptop de enfrente de mí, se sienta y empieza a pellizcar mis mejillas y a jalar mis labios.
— Anda, dime por qué estás enojado y te dejo en paz. Además, la que debería estar molesta soy yo, saldrás con una chica y no has pedido mi permiso.
Tomo sus manos y la acerco ha mí. Puedo oler su delicioso perfume a frutas, ella siempre huele así. Entonces, ella sonríe y yo la alejo, no quiero cometer una estupidez, sus labios me invitan a besarla, pero sé que esto no está bien. Dios, esto me está matando. Me levanto de la cama y me acerco a la puerta y la abro, le señalo para que salga y ella se levanta con una sonrisa en su rostro y viene y me abraza y besa mi mejilla.
— Está bien, señor gruñón, ya me voy, pero si sales con esa chica y te empieza a gustar mucho, será mejor que la alejes porque tú solo me puedes querer mucho a mí, ¿entiendes?
— Sí, Sofi, que descanses.
Ella sale de mi recámara y yo me tiro en la cama. Dios, estos son los detalles de ella que me encantan, que inocentemente los hace, pero a mí me vuelven loco.
Presente:
Escucho que tocan a la puerta.
— Adelante.
Es mi madre. Ella me conoce tan bien que sabe que algo está pasando.
— ¿Estás bien, hijo?
— Sí, ma.
— Gabo, no le mientas a tu madre.
Yo solo suspiro y palmeo la cama, ella se sienta a mi lado y me abraza.
— ¿Qué sucede?
— Sabes que me dieron la beca para hacer un posgrado en Nueva York.
— Lo sé perfectamente, y ¿ya has decidido si te vas o te quedas?
— No lo sé todavía, no me quiero alejar de ustedes, pero a veces siento que es necesario.
— ¿Por Sofi?
— Sí, ma, por Sofi.
— Pero no tienes que tomar una decisión precipitada. Piénsalo bien porque, quieras o no, ella siempre va a estar presente en tu vida.
— Lo sé, pero siento que si me voy, la puedo olvidar.
Ella suelta una carcajada y yo la miro molesto.
— ¿Qué es lo gracioso?
— Cariño, si en este tiempo no has podido olvidarla, ¿tú crees que si estás alejado lo harás?
— Pues eso espero, ella tiene una relación con ese chico y yo quiero que sea feliz, y si él es su felicidad, yo me tengo que ir y tratar de buscar la mía.
— Ya has hablado con ella.
— No, solo tú y papá saben que me voy.
— Entonces ya es una decisión tomada.
— Sí, ma, me voy.
— Está bien, hijo, sabes que siempre he respetado sus decisiones, y si es lo mejor para ti adelante.
— Gracias, ma, te amo.
— Y yo a ti, cielo. Nada más recuerda una cosa: que cuando el destino ya te tiene preparado algo, aunque huyas de él, siempre te regresará a donde correspondes.
Ella sale de mi habitación y yo me quedo pensando en lo que me dijo. Pues solo espero que mi destino esté muy lejos de aquí porque por el amor que le tengo, la quiero ver feliz y sé que a mi lado no lo va a hacer porque no me ama.