Adrik nunca se tomaba demasiado en serio las medidas de seguridad impuestas por Magno. En el fondo, odiaba la idea de ser escoltado a todas horas. Siempre le resultaba incómodo, como si la constante vigilancia despojara a su vida de algo de independencia. Había momentos en los que se sentía casi prisionero de su propio destino, como si no importara cuándo llegara la muerte, ya estaba marcada por la simple condición de ser hijo de Eros. Así que, ¿qué más daba si se adelantaba un poco el reloj del destino? Aunque Adrik era el líder natural y el heredero de Eros dentro de la poderosa mafia de Spanos, Magno representaba el verdadero poder detrás del trono. Era el Hades de Spanos: el estratega, el que comprendía cómo y cuándo se debía mover cada pieza en el tablero. Mientras Adrik tenía la ast

