—¿Adrik?
La voz de Magno resonó en su mente. A su alrededor, el característico murmullo de la vida nocturna en un bosque o un amplio jardín se hacía presente.
«¿Magno?»
Poco a poco fue emergiendo de la inconsciencia. Su cuerpo se sentía pesado, el frío del suelo bajo su espalda le resultaba ajeno.
—¿Adrik, me escuchas?
Apretó los ojos con fuerza y, al lograr moverse, ladeó la cabeza hacia donde escuchaba la voz de Magno. Con dificultad, abrió los ojos. Lo vio sentado a su lado, con una expresión de preocupación.
—¿Magno, eres tú? —preguntó, todavía confuso.
Magno lo ayudó a incorporarse hasta quedar sentado.
—¿Dónde estamos?
Parpadeó, intentando enfocar su entorno. Conforme su mente despejaba la bruma del letargo, fue reconociendo el lugar. Sin duda, estaban en el patio trasero de
