Espiando su silueta

3373 Words
Valentino había tenido por obligación estudiar y seguir en lo que correspondía a los bienes familiares, especializándose en eso durante sus muchos años cuando era joven y adolescente. Un caballero que pertenecía a las familias más influyentes y adineradas. Apoyaba en la dirección de varios negocios y era uno de los principales inversionistas y colaboradores para el Museo de Arqueología. Su deseo siempre fue ser un aventurero en lugar de un CEO comprometido en asuntos de la familia. Tenía un par de días que había decidido pasear más, en lugar de andar metido en asuntos de trabajo por petición de sus padres. Si bien tenía buena suerte con las mujeres, le habían impuesto un compromiso con Bianca, puesto que al igual que su familia se dedicaba a la franquicia de hoteles de cinco estrellas. Pero a pesar de que Bianca tenía una espectacular belleza y era una de las mujeres más codiciadas por ser la única heredera de Luxar, no había logrado algo diferente que sentirse hondamente atraído únicamente a su belleza. En la universidad se había enamorado de la chica más dulce de la facultad de historia e idiomas, Lenet, quien tenía los ojos más bellos que jamás hubiera visto, de un tono verde-turquesa glorioso. Su cabello castaño cobrizo castaño le llegaba al pecho en hermosos bucles, pero ahora lo tenía castaño dorado y algo rizado. Nunca pensó que en su corazón guardará aún mucho por ella. Al verla comprendió que el amor a primera vista puede no sólo durar un rato, sino que su hechizo se postergue un par de años también, o a lo mejor toda la vida. Su corazón se había vuelto loco sin explicación con solo volver a contemplar sus ojos, latiéndole con fuerza y vida como hacía mucho que no lo experimentaba. Se había enterado no hacía mucho en los informes semanales que en las convocatorias había sido elegida para el museo una hermosa, joven y brillante voluntaria (algo que no muy a menudo ocurría). Fue tal su asombro al ver su nombre en los documentos que decidió ser él quien la atendiera y de ser mejor personalmente ir a darle la bienvenida. Fue él también quien sugirió apoyarla con algunos honorarios sin imaginar que se trataría a la misma mujer que años atrás había en verdad visto con adoración. No hubo duda que la corazonada al ver su nombre en aquellos documentos no había sido en vano, esos ojos seguían siendo tan hermosos y atractivos como los recordaba. Luego de conversar con ella, muy contento volvió a su habitación. Había elegido quedarse en una suite con vista al mar, de amplias ventanas y gran patio. Al ser un clima caluroso, tomó un baño con agua fría. Se cambió de ropa, se sirvió un poco de vino. Mientras bebía de la copa, se aproximó a la ventana que franqueaba al lado contiguo. Sus ojos se fijaron en el paisaje y en las luces que provenían de diferentes lugares urbanizados de la zona rumbo debajo de la zona. Pero al volver la mirada, se dio cuenta que la habitación vecina, tenía una de las amplias ventanas corridas con las cortinas ondeándose por el viento. Sonrió creyendo que quizá se trataba de alguien con calor, por lo general se hospedaban matrimonios o personas con hijos en habitaciones como esas. Tomó de nuevo gran trago a la copa casi terminándosela medio suspirando al recordar a Lenet. Suspiró sosteniendo la copa vacía, justo cuando iba ir adentro sus ojos quedaron extáticos al contemplar a una hermosa mujer. Su silueta agraciada se movió hasta quedar el ángulo correcto para apreciar completamente su cuerpo. Distraída se desvestía, lo hacía con calma junto a la cama de sábanas blancas. «¡Increíble belleza!» Se deshacía del vestido bajando los tirantes. El vestido cayó al suelo y entonces notó que ambos pechos quedaban al completo escrutinio de sus ojos y de su curiosidad. Eso lo hizo respirar hondo para luego sentir que el corazón le latía erráticamente. Bajó la mirada por su pecho y vislumbró con detalles su suave piel, cada lunar sobre su vientre y la tela suave de las bragas que cubrían ese esbelto rincón femenino. «¿Cómo es posible? Estoy temblando al verla así…» No era su primera vez sobre seguro que veía el cuerpo semi desnudo de una mujer, pero reconocer que se trataba de Lenet lo puso de inmediato tenso y muy ansioso. Se saboreó los labios sin querer ni siquiera parpadear, no quería perderse ni un segundo de contemplarla así, su desnudez era como apreciar la belleza de cualquier rosa que desnuda perfuma y arrebata con su preciosidad a cualquiera. Una vez más profundamente hechizado como nunca antes, deseando que Lenet jamás se volviera a cubrir. Tal fue su embeleso que la copa había caído al instante de verla. «¡Encantadora! Me perdería en ella completamente. Ojalá mis manos pudieran tocarla o mis labios besarla. Estaría dispuesto a morir de amor, arder de placer hasta enloquecer» Se reclinó conteniendo el aliento. Quedó absorto anhelando que ella no se moviera, pero Lenet dio media vuelta un poco pensativa y se alejó de la ventana. Al cabo de un momento él podía verla otra vez, pero ella sostenía un teléfono al oído ya con una bata blanca cubriéndola. Retomó aliento descubriendo que lo había estimulado más esa maravillosa vista que la copa de vino o un buen café. «¡Santo cielo! No puedo quedarme a esperar. Debo ir, debo decirle que siento por ella lo mismo que aquel día, cuando no pude acompañarla, pero anhelaba que fuera mi novia para siempre» No sería él quién de nuevo consiguiera dificultarlo todo. Así que muy seguro de confesarle de una vez por todas su amor; cuyo sentimiento le rebosaba del pecho, tomó rumbo al teléfono de la habitación para pedir que le llevaron cuanto antes un ramo de flores rojas. Al tener el sí, volvió al espejo para estar seguro de que lucía bien, se aplicó su colonia favorita. «Lenet, esta noche no podré dormir sino es besándote» Con esa gama de sentimientos y el corazón latiéndole a prisa, con pasos largos ya listo se dirigió a la puerta para ir en búsqueda de Lenet. Abrió la puerta con gozo, pero en lugar de poder seguir con su empresa, se encontró de frente con una preciosa rubia que alzaba al mano para tocar la fina madera de roble en color blanco que daba paso a su habitación. Frunció el ceño, comprendiendo que no había tomado en cuenta que aún tenía novia y que estaba comprometido. Todo aquel sueño tal cual un globo con la mirada de Bianca recibió un cruel pinchazo. —Mi amor… Creí que te gustaría verme esta noche. —Saludo ella, esbozando una encantadora sonrisa. Él tragó saliva mirándola con una incomodidad difícil de encubrir. —He, Bianca… — Respiró hondo antes de proseguir. —Creí que te quedarías en casa de tus padres. En eso quedamos. —Sí, sé lo que dijiste. Pero mañana es oficialmente nuestro compromiso. Preferí venir, verte y… Tal vez quedarme contigo esta noche, no quiero que estés nervioso. Una noche estimulante y mañana un gran día. ¿Qué te parece? Valentino no pudo apreciar aquello con ánimo jubiloso. Sino tan afectado como atormentado sólo pudo tragar una bocanada de aire. Aquella hermosa vista de la ventana contigua seguía enclavada a lo más elemental de sí mismo y de sus pensamientos. Bianca al notarlo serio y un poco tenso, contempló que medio escondía algo entre las manos al tenerlas hacia atrás. Se estiró hasta notar un hermoso buqué en rosas rojas. Sonrió entusiasmada, para luego con emoción y gran dicha tomarla de sus manos. Valentino no pudo evitarlo, aunque intentó sostenerlas con fuerza. —¿Para mí? Ahora entiendo todo. ¿Ibas a dejarme flores mi querido Valentino? ¡Oh, eres tan dulce, cariño! Jamás lo habría imaginado. Valentino no pudo más que suspirar algo decepcionado sin contestar. Ella luego de acercar el ramo a su nariz, las abrazó con una mano. Luego se aproximó. Con ternura se reclinó sobre su pecho, elevó una mano y sus dedos lo tocaron a lo largo de su torso. —Amo lo bien que hueles amor, ninguna flor podría superarte. Creí que te sorprendería con mi visita, pero tú también lo hiciste. ¿Puedo quedarme en tu cama, Valentino? —Pidió con voz dulce. Valentino notó que estiraba el cuerpo y la cabeza para poder alcanzar de algún modo una manera de besarlo. Él se fijó en sus ojos azules. No pudo negarse y Bianca lo besó apasionadamente. Él correspondió, no podía oponerse jamás, su belleza hipnotizándolo y seduciéndolo siempre. Ella lo rodeó con los brazos del cuello sin soltar las rosas. Pronto volvían al interior de la suite luego de cerrar la puerta. Valentino quedó al pie de la cama mientras ella dejaba las rosas sobre el colchón. Él suspiró inclinando la mirada al comprender que, si bien seguía siendo el mismo jovencito enamorado, muchas cosas en su vida no eran igual incluso si lo pretendiera. No había tomado en cuenta en su osada declaración ni a Bianca ni a la propia Lenet. ¿Qué tal si ella ya salía con alguien? Muy pensativo sólo se fijó en la ventana con tristeza. Pero Bianca acarició su rostro atrayendo su atención. —Te lo agradezco, Bianca. Pero si no te molesta ¿podríamos esperar para mañana? Recuerda que habíamos acordado llevarlo con calma desde el día que pasó aquello… Pero ella mantuvo un gesto travieso en sus ojos sin dejar una sonrisa seductora. —Recuerdo cuando nos conocimos en la fiesta de tus abuelos Me fascinaste a primera vista. ¿Recuerdas lo que hicimos en el despacho de tu padre? Valentino medio sonrió. Bianca plantó un beso en su barbilla para luego deslizar las manos sobre su pecho y con suavidad desajustarle el cinturón. Se reclinó y Valentino sintió besos dulces ser plantados sobre su abdomen y debajo del ombligo. Él respiró hondo sin conseguir oponerse, algo raro ocurría siempre que ella lo veía fijamente o lo tocaba así, su mente en blanco e irremediablemente dispuesto a lo que ella deseara. Dejó que sus suaves labios lo besaran. Pronto la ropa, tanto el pantalón como su ropa anterior no era obstáculo para el deseo ni los besos apasionados de Bianca. —Bianca… —Dijo él con necesidad y voz suave. Ella alzó la vista para verlo. Él percibía el cálido aliento de ella, cuyo delicado calor conseguía cubrir su m*****o masculino visiblemente erguido. Deseaba contenerse o dejarlo para otro día, pero Bianca pasó la lengua suavemente sobre la base de su falo. —No digas nada más. Deseo probarte, liberarte de la tensión… Él notó que con adoración introducía su m*****o dentro de la boca. El estimulo fue arrebatador, apretó los ojos ante el calor y lo húmedo. Bianca se deleitó una y otra vez hasta quedar satisfecha de haberlo dejado ansioso y deseoso por mucho más. Sus ojos se clavaron en las manos de ella en cuanto de pie lo miraba con pasión. Velozmente apartaba el vestido que la cubría. Como con Lenet, ambos pechos liberados con el vestido hecho un montón bajo sus pies. Los senos de Bianca esculpidos con voluptuosidad y preciosa curvatura. Grandiosos que ni con todo el deseo él podía con sus manos cubrirlos por completo. Hubo un beso arrebatador antes de apretarla contra él, profundamente excitado. --------- Lenet se encontraba en su habitación muy pensativa. Se desvistió para tomar una ducha, pero recibió una llamada. Al responder se trataba de su madre. Le preguntó sobre lo evidente, si le había llegado la transferencia con dinero, si había aceptado el empleo del cual ella no estaba de acuerdo, si el cambio de moneda no era complicado, si su estancia no había sido compleja en un país que regularmente no habla otro idioma que el griego, entre otras cosas que preocupan todo el tiempo a una madre con una sola hija viviendo tan lejos. Pero Lenet a todo atendía con paciencia. Sonriendo al escucharla tan preocupada, como si días antes no hubieran hablado de cosas parecidas. Lenet sabía que su madre no solía manifestar su cariño por ella. De hecho, desde que era muy pequeña solo en un par de ocasiones la había escuchado expresarle semejante cariño. Sus ojos se llenaron de lágrimas en cuanto hubo otra declaración, fue muy inesperado, al igual que ese momento en el estacionamiento antes de abordar. Por ahora seguía la conversación seguía. —No quiero agobiarte, cariño —Dijo Olena— Pero bien sabes que te amo. Hija, pensé en lo que preguntaste ese día y quiero que sepas algo. Honestamente no confiaba en él, por eso nunca acepté nada, sin embargo, hoy me notificaron que han pasado algunos bienes a tu nombre. Y cuando digo algunos debes saber que es mucho dinero. Sé que ya eres una adulta y que no lo necesitas. Te haría bien consolidar algo serio por allí. Pero si no te parece, ya te lo he dicho antes, te daré empleo en la firma, puedes trabajar conmigo. Lenet sonrió muy conmovida. —Mamá gracias, te amo también. Pero me gusta, ya sabes que la arqueología y la historia es algo que me apasiona y no sabía que estar en historia me haría ver que la arqueología también es un hermoso oficio. Tomaré en cuenta lo que dices y creo que estoy de acuerdo. Gracias por la oferta, pero bien sabes que no me agradan las leyes ni los conflictos, menos atender divorcios. —Lo sé, Lenet. Pero estás muy lejos. En verdad espero que te vaya muy bien y que me consigas un yerno al menos. Creí que estarías como loca teniendo orgías o bebiendo en cada bar, pero no ha pasado nada. ¡Qué raro! Pero eres aplicada… Imagínate mis nietos griegos. Ja, ja, ja… —¡Mamá! —Se quejó Lenet medio sonriendo. —No me diste problemas con los chicos, creo que en algún momento tendrás que vivir cosas locas y muy intensas. Cada etapa de la vida es inevitable… Lenet se sonrojó, suspirando al recordar a Valentino. —Espero no darte problemas, pero tienes razón. Creo que sería asombroso que alguien de por aquí se fijara en mí. —Eres linda, sucederá. —Volviendo al tema ¿quieres que vuelva a casa? Olena suspiró. —Es momento de que no siga evadiéndolo. Mereces explicaciones, debí dártelas, te lo prometo cuando vuelvas. Pero por lo pronto tómate con calma el viaje, ya veremos si accedes a quedarte para siempre por ahí. —Te lo agradezco mamá. Siendo honesta, nunca entendí muchas cosas, pero estuvimos bien sin él. Olena respiró hondo. —Así es cariño, pero sé que necesitaste en algún momento de… Ya sabes, una llamada o algo. Entiendo lo que sentiste. En fin, me alegra que estés bien, descansa. —Tú También. Cortó la comunicación, sintiéndose contenta. Su madre se había vuelto muy selectiva y desconfiada desde su divorcio, y aunque salió un par de veces con algunos hombres atractivos nunca volvió a casarse. Desde muy niña, ambas se habían mudado a New York. Muy poco sabía de sus familiares paternos y maternos. Sin embargo, gracias a su madre y su gran esfuerzo no le había hecho falta nada, creció muy bien y estudió lo que le gustaba. Olena jamás permitió que hablaran de su padre y se ponía histérica si solo se lo mencionaban. Pero ahora, hasta ahora, quería hablar del asunto y darle explicaciones sin que fuera necesario que Lenet la presionara. Prefirió no meterle tanta cabeza, y darse por fin una ducha. Justo cuando terminó y salió del baño, miró la ventana abierta, sin tomar en cuenta eso al andar semi desnuda. «¡Qué tonta soy! Se ve todo desde afuera» Se acomodó la bata para luego tomar una toalla pequeña y frotarse el cabello. De pronto fue inevitable recordar a Valentino. Sonrió con gusto. Él seguía siendo muy atractivo y parecía ser menos tímido, más corpulento y bronceado, con ese corte de cabello siempre perfecto, y sin faltar la sonrisa encantadora. Fantasear con él no había sido un problema incluso cuando fue una estudiante. Ahora se aferraba con más placer a la simple idea de salir con él al próximo día de modo natural e impensado. «¿Se acordará de mí y de aquella cita?» Totalmente dispuesta para cerrar la ventana y correr las cortinas sin querer su atención se fijó a la ventana de la habitación de enfrente, cuya persiana enrollada dejaba entrever a una pareja disfrutando de un acto íntimo y muy privado. Se podía divisar la gran cama de blancas sábanas, con piezas de lencería roja extendidas al azar. Una rubia a gatas al lado de las prendas sobre el amplio colchón recibía salvajes arremetidas de un hombre alto con un físico atractivo posado justo detrás de ella. Veía los músculos enmarcados de sus brazos, sus manos grandes aferrarla por lo glúteos, cada vaivén embistiéndola con fuerza. Se erizó de cuerpo entero, un calor obligándola a sentir rubor en las mejillas. «¡Santo cielo!» Podía ver los grandes pechos brincar, y los gestos que detallaban de ella el éxtasis intenso. Inclinó la mirada, sintiendo su corazón latirle a prisa. Corrió las cortinas, tratando de calmar su respiración. Tuvo miedo de que alguno de los dos amantes descubriera que estaban siendo observados por ella. Quedó al lado, contra la pared, sin desear ser descubierta. Pero con lo poco que había observado al caballero bastó para que algo incontrolable la invitara a seguir mirando. No pudo con la mórbida curiosidad. Se aseguró de apagar las luces y quedar tras las cortinas, elevando únicamente lo necesario de la tela para observar. En cuanto sus ojos volvieron a esa ventana y al estar en el ángulo correcto, se concentró en contemplar al caballero. Su mirada hizo un recorrido desde sus pies hasta llegar a sus glúteos, para luego descubrir que ese rostro no podía ser otro que el de Valentino. Desvió la mirada absorta, reclinándose con la respiración agitada. Por un momento creyó que imaginaba el rostro de Valentino. Pero al recobrar un poco la calma, tuvo de nuevo el valor para mirar y corroborar. El caballero rubio ahora sometía en otra pose a su compañera. De pie la estampaba contra la pared, meciéndola salvajemente. Siguió atenta, mirando todo lo que ambos hacían, especialmente el cuerpo de él y lo que sobresalía erguido y con vigorosidad cada vez que cambiaban posición. Pocas veces Lenet se había permitido aceptar la curiosidad. Su cuerpo entero ruborizado, su sexo sensible y al sentirse húmeda sin duda haber experimentado cierta excitación. ¿Qué la había estimulado tanto? ¿Ver al caballero de sus sueños desnudo o ver a una pareja teniendo sexo? Se cubrió con una mano la boca para no gritar. Había contemplado a Valentino, pero esta vez desnudo. Eso le confirmaba lo que ya cavilaba; muy atractivo. Tragó saliva apartándose de allí en cuanto el deseo también incrementaba tanto en su cuerpo como en sus pensamientos e imaginación. Se reprendió a sí misma severamente. Por un breve instante pudo imaginar estar en aquella cama siendo tomada así por él. Aterrada con la idea, prefirió vestirse. Sin dudar bajó para beber algo fuerte al restaurante. Quería disipar sin tregua el alocado y tentador pensamiento que a cada instante parecía sugerirle algo pecaminoso como intenso. Pero en el restaurante no servían tragos así que preguntó por el bar. Ya allí por cortesía saludó, antes de pedir un trago. Se lo bebió sin hacerle conversación a nadie, pagó y se dirigió a las afueras del hotel yendo por una de las estrechas callejuelas para respirar el aire fresco antes de volver y estar a solas de nuevo en la amplia habitación contigua a donde Valentino seguramente seguía complaciendo a la preciosa rubia. En verdad le pareció un trago dulce o no lo pidió bien. Su mente seguía atrayéndole en sensuales imágenes lo que había visto de Valentino con más intensidad. Ese deseo devorador siendo expresado con una arremetedora pasión en su necesidad de hombre excitado y ella anhelando de pronto experimentar algo así alguna vez.
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