Nicolai había tomado rumbo junto al oficial a cargo para llevar a cabo las investigaciones y los interrogatorios a los sospechosos. Las órdenes legales, tanto para las entrevistas como para el cateo, habían sido enviadas desde temprano, firmadas por un juez de turno. Nicolai, aunque estaba de descanso, se unió al operativo sin uniforme, llevando únicamente un arma cargada con pocas municiones, sus documentos y su teléfono. Ya había informado que, en unos días, se enviarían militares especializados para reforzar el caso. El capitán estacionó la patrulla mientras otros oficiales ya protegían el perímetro. Sabían bien que la Unión contaba con mercenarios y sicarios temidos en todo el mundo, equipados con tecnología militar. Sin embargo, no igualaban a los de Spanos, quienes jamás dejaban ras

