«Es un demente. ¿Por qué le seguí el juego? Valentino tenía razón. No es alguien que entienda de… Pero qué digo. Él jamás se comprometió a nada conmigo… Creo que es mejor que me largue de aquí y regrese con mi madre. Perderé la cabeza si sigo esperando algo así entre él y yo. No soy nada más que un juguete en sus manos. ¿Cómo llegué a esto?» La desesperación de no saber nada de Adrik la consumía, pero se negaba a mostrarse vulnerable, a admitir cuánto lo necesitaba. Las palabras de Valentino aún le resonaban como un eco cruel. No quería seguir en casa, dando vueltas como una sombra de sí misma, así que salió. Buscó una dirección distinta, pero terminó en un sitio similar. Algo familiar. Algo donde pudiera distraerse, aunque fuera por un instante. Se sentó en una mesa, pidió algo suave, s

