Lenet se hallaba atrapada en un vaivén sin tregua. Su cuerpo clamaba por descanso, pero el deseo la mantenía encadenada a él. Hundida en el placer incesante, jadeaba contra las sábanas mientras recuperaba el aliento. «No mentía. Siento que enloquezco... Jamás habría imaginado que algo que no fuera drogas o alcohol pudiera tener este poder sobre mí. Me aterra quedar para siempre atada a su cuerpo, ansiar su dominio, su pasión...» Adrik la observaba con fascinación. Sus manos recorrían la curva de su cintura con una devoción casi primitiva. Sus cabellos enredados caían sobre el rostro suave y bañado en sudor, el contraste entre su piel y su mano fuerte lo encendía. Cada dulce jadeo, cada respiración entrecortada que la dejaba fuera de sí, lo alucinaba. Y todavía no estaba dispuesto a rendi

