Tania caminaba al lado de Adrik, fascinada. Nada en el mundo había deseado más que volver a encontrarse con él. No era una mujer que se dejara llevar por los sentimientos ni que confiara fácilmente en nadie, mucho menos buscaba formalidades. Una decepción del pasado la había endurecido, haciéndole perder la fe en los demás. Pero ahora, nada de eso importaba. Hades había aparecido en su casa, y aunque podía imaginar que Lenet tenía algo que ver, no le interesaba. Lo único que contaba era que él estaba allí.
Adrik, por su parte, rara vez se tomaba a pecho el agrado o desagrado de los demás. Con su gesto sereno y calculador, la acompañó sin apurarse, hasta que ella se detuvo junto a una de las plantas ornamentales en el espacioso patio medio techado, ya lejos de las habitaciones.
Tania solt
