Sábado 16 de mayo - Nueve años antes del evento.
- Hola – Saludó Juan con un beso rápido en la mejilla de la hermosa Patricia, ella lucia radiante con su cabello n***o recién alisado una blusita rosa, escotada que entallaba perfectamente su figura, pero Juan apenas y se percató en aquellos detalles
- Hola – respondió Patricia mientras se sentaba en la pequeña silla de aquel centro comercial en donde se habían citado
- Perdóname por traerte hasta aquí – continuó inmediatamente Juan – se lo difícil que es para ti salir
- No importa
- Pero, en verdad, estoy desesperado – no hacía falta decirlo, Patricia había notado en su precaria forma de vestir, su desalineado cabello, la barba de dos días y lo más preocupante los insufribles moretones y cicatrices en su rostro. Nada que ver con el atractivo chico que conocía hace tres años y con quien había estado aquella noche en el Bar, la misma noche en que su novia, Cecilia lo había abandonado súbitamente y había huido en aquella enorme camioneta negra, al puro estilo de una película de Hollywood - ¿Necesito saber qué pasó?
- Sabes que no puedo decir nada
- ¿Nadie quiere decirme nada? Me han prohibido acercarme a casa de Cecilia, no responde mi llamadas ¿no sé qué hacer?
- Supe que estuviste en la cárcel – la mirada de Patricia, se cruzó rápidamente con los ojos de Juan y está bajó la vista avergonzada
- Si un par de veces, dicen que la estoy acosando, pero ¿cómo podría acosarla si no me dejan verla?
- Juan – soltó la mujer resignada – voy a decirte esto solo una vez y luego me iré, espero que lo entiendas. Olvídala… ella no vale la pena, ella jamás te quiso, no merece tu amor, ni todo el esfuerzo que estás haciendo. Olvídala, empieza de nuevo consigue un nuevo amor, quien sabe alguien que de verdad te quiera y te respete. El verdadero amor quizás está más cerca de lo que crees, a veces lo que te conviene esta frente a ti y no lo puedes ver
- No me interesa buscar a alguien más, quiero a Cecilia, es que no entiendes, ¿cómo rayos te atreves a decirme que la olvide? ¿Quién te crees que eres?
- Me tengo que ir – la mujer levantó su delicado cuerpo y se dispuso a salir de ahí
- Maldita sea tienes que decirme algo – Juan esta estaba enfadado, era su estado natural los últimos tres meses, no era capaz de controlarse. Gritó mientras la mujer se alejaba– maldita perra…
La mitad de los presentes lo escucharon y voltearon a mirar reprobando el vocabulario del muchacho, la otra mitad solo lo ignoraron. No obstante Patricia se detuvo al sentirse aludida, regresó la mirada sus ojos estaban empapados y las lágrimas chorreaban por sobre sus rosadas mejillas formando un delicado hilo negruzco de rímel.
- Cecilia, salió de país hace una semana, no la busques más, no volverá
Martes 6 de mayo - Una semana antes del evento
Juan visitaba la afamada empresa “Brides&Brillantez”, que se encargaría de organizar la decoración de la boda. Después de dos horas una aburridísima reunión hablando de colores, materiales, adornos y flores empezaba a odiar a su novia Mishelle por haberlo dejado solo, en este tipo reuniones tan femeninas. Cuando al fin, le confirmaron que era todo, Juan se levantó y salió de la oficina casi corriendo. Tratando de huir de aquel insoportable ambiente, en el cual cada patética mujer quería lucir un glamur que no le quedaba. Un lugar donde todos los hombres, parecían un grupo de homosexuales declarados.
Juan estaba asqueado, quería salir del lugar, presionaba como desesperado el botón para llamar a ascensor, como si de eso dependiera la velocidad de llegada. Al fin se abrió la puerta y entonces se impulsó como un resorte al interior de habitáculo, lo siguiente que sintió fue un montón de cajas blancas, chocando contra su rostro y pechos, abriéndose y desperdigando repulsivos fragmentos de telas rosas. > pensó… Hubiera abandonado el lugar dejando el desastre atrás, pero su estúpido caballerismo le hizo agacharse atrás y recoger el desorden que había causado.
- Tranquilo, déjalo así – una voz suave, como el canto de un ángel, inundó el lugar y de inmediato capturó todos los sentidos de Juan. La delicada voz no calzaba en el lugar, como tampoco lo hacia las delicadas manos que ahora se posaban, sobre las manos de Juan, haciéndolo estremecer inesperadamente – yo me encardo de eso… no te preocupes
- Yo… lo siento – los ojos de Juan se encontraron con una mirada verde profunda, que lo perforaba dolorosamente. Esa sonrisa amplia, frente a él, aquellos dientes perfectos y sus carnosos labios rosados, una boca absolutamente conocida - ¡Tu! Tu… Cecilia – es todo lo que alcanzó articular, el reflejo del sol sobre su rubia cabellera cegó por completo al hombre. La mujer lo miró por un momento, incrédula
- Tu sabes mi n… ¡Oh por dios! – La rubia cubrió su boca con ambas manos - Juan… ¿Qué haces aquí?
Hombre y mujer se incorporaron más sorprendido, que contrariados. Se abrazaron un rato, como reconociendo sus cuerpos, diferentes, pero conocidos. Nueve años de espera, no había borrada por completo la huella de una pasión furtiva. Nueve años de pieles diferentes, de roses incomparables de amantes desesperados. Nueve años, no pudieron suprimir, esta sensación, este estremecer de cada uno de sus poros, el choque eléctrico, que sentían con el simple tacto, incluso sobre sus ropas. La mujer aprovechó su posición y el caluroso abrazo del hombre para hablarle al oído, extasiada por el aroma tan estilizado de su viejo amor, le habló con toda la dulzura de la que fue capaz – regresé hace seis meses, te busqué pero nadie me dio razón de ti, jamás me imagine encontrarte aquí ¿Quieres tomar algo? Tenemos mucho de qué hablar.