Parpadeo varias veces antes de darme cuenta de que estoy por fin en Nueva York. Todo parece estar más limpio de lo que lo recordaba. Sonrío de lado, nostálgica. Por fin.
Estoy en casa nuevamente.
Aunque también suelto un suspiro de rabia, porque siendo las cuatro y media de la tarde es que he llegado al aeropuerto internacional John F. Kennedy. Y todo porque hubo un retraso de dos horas en el Londres-Heathrow.
Así que aquí estoy, feliz y amargada al mismo tiempo.
Mientras espero que me entreguen mi maleta, tecleo un mensaje para Tiphanie. Les he hecho creer a todos que llegaré el viernes en la mañana para despistarlos y llegarles hoy de sorpresa. Según me comentó ella, hoy estarán todos reunidos en casa de mis padres, compartiendo con algunos de los invitados al compromiso que han llegado antes.
Ah, olvidé mencionar el pequeño detalle de que Tiphanie ha hecho buena amistad de nuevo con Alexis, así que ella también estará, y supongo que Sebastian también.
Yo: Estoy comiendo en casa, diviértanse. Nos veremos el viernes, me carcomen las ansias.
Me rio traviesa.
Y justo veo a mi maleta rodar por la correa.
Bingo.
Ya nos vamos.
Gracias a mis pinturas he podido hacer algunas compras por aquí, compras que incluyen un auto moderno y sencillo, y un apartamento en obra gris, porque sí, me falta arreglarlo.
Tengo pensado rehacer mi vida aquí, otra vez.
La única persona que sabe que estoy en Nueva York ahora es Antoan, de hecho le he pedido el favor de que venga a buscarme.
Tiphanie tarda bastante en responder, por eso guardo mi celular. Me apresuro a tomar mi maleta y a salir del aeropuerto tan rápido como puedo. El vuelo se retrasó y por eso mi mejor amigo lleva mucho rato afuera esperándome.
Las botas que me he puesto no ayudan mucho, me tropiezo pero no me caigo al suelo, por fortuna. Y me detengo cuando el sol me pega directo en la cara. Hay muchisimas personas entrando y saliendo en los alrededores, y en la entrada como tal, residentes y turistas. Entonces me doy cuenta de la ropa que llevo.
Karolain dijo: Llega con estilo.
Pero yo al parecer lo tomé como: Sé una recoge latas.
Me miro el abrigo azul marino peludo y enorme que llevo puesto, y el pantalon roto del mismo color.
En qué estaba pensando.
Lo único que me hace sentir normal es el sueter n***o y ajustado que llevo debajo.
Veo a Antoan, recostado del capó del pequeño corolla n***o, mira su celular, se le escapa un bostezo y mira a su alrededor, aburrido. Hasta que me ve a mí y su sonrisa aparece, de inmediato acorta la distancia y me abraza muy fuerte.
—¡Cam! Te extrañé muchísimo.
—Y yo a ti.
Se aleja de mí y me observa encantado.
—Luces hermosa, y me gusta tu nuevo estilo artístico, pareces una cantante.
Me quito la boina y se la coloco a él.
—Bueno, exageré alguito. Parezco una loca.
—¿Estas chiflada? Te ves divina, hasta subiste de peso. Jack se va a morir cuando te... —Y se calla. Sí, mejor cállate.— Bueno, vámonos.
Decido ignorar eso.
Antoan me ayuda con el equipaje y muy pronto nos marchamos de allí, él maneja mientras que yo voy mirando por la ventana, con las manos sudando frío, me preparé mucho para este momento y ahora no sé que hacer.
Mi. Er. Da.
Cuando estaba en Londres era emocionante pensar en verles la cara a todos cuando me vieran tranquila y llena de chispa. Pero ahora me tiemblan las piernas.
Ansiedad se llama.
La caja con las cenizas de John va sobre mis piernas. He decidido que no las esparciré sino hasta que Jack y yo al menos nos hablemos, para hacerlo juntos, él es su padre y merece estar en ese momento tanto como yo.
A pesar de cualquier cosa.
A pesar de que sea en cierta parte culpable de todo lo que pasó.
—¿Y que tal todo, Cam? ¿Cómo te sientes? ¿Viste el carro? Está cool ¿no?
Medio sonrío.
A veces olvido que todos aquí piensan que sigo dolida y odiando al mundo entero, que tomaré la misma actitud que cuando desperté de aquel coma estando embarazada.
Van a llevarse una enorme sorpresa.
Y si hablamos del auto, ni me había dado cuenta.
—Bien, duermo un poco más ahora. —decido echarle un poco de leña al asunto.— Y sí, el auto está genial, sabía que tú eras el indicado para hacerme esa compra.
—Bueno, va un año apenas, las cosas con el tiempo terminarán de sanar. Y obvio que era yo, permiso.
Asiento, con una sonrisa de medio lado. Sin embargo, me hago la callada y la acongojada, quiero medir su reacción cuando me vea fiestera y parlanchina.
El camino es rápido, y casi no hablamos, excepto por preguntas como: ¿Y qué tal Londres? , ¿Hiciste amigos?, pero más silencio que nada. Cosa que me hace sentir lástima, la imagen de retracción que me he impuesto para afrontar situaciones los tiene en falsas expectativas a todos, incluyendo a mi mejor amigo, quien prefiere callarse, siendo un hablador elocuente, para evitar molestarme o hacerme sentir mal.
Que triste que me haya convertido en una sombra, pero que alegría que haya podido recuperar mi brillo.
Cuando llegamos al town house es imposible no impactarse, absolutamente todas las luces están encendidas, se escucha un imponente bajo que me sacude desde afuera, y hay muchos autos aparcados afuera.
Madre mía.
Me bajo, con las manos frias. Antoan baja la maleta y cruzamos la calle, hay mucha bulla: música, voces y risas.
Al pasar nos damos cuenta de que no hay nadie adentro, todos deben estar atrás en la piscina, y estoy tan nerviosa que le agradezco mentalmente a mis viejas llaves por abrir la puerta, sí, siguen funcionando. Antoan sube todo a mi habitación, yo voy detrás de él, observando todo.
Huele a hogar, a mi vieja casa, huele a recuerdos.
Se me nubla la vista apenas entro a mi habitación, todo sigue igual, tal cual lo dejé la última vez que estuve aquí.
Mis libros, mis fotos, y una ecografía sobre la mesita de noche.
Mis dedos pican por tomarlo, y eso hago. Esta lleno de una muy fina capita de polvo y casi no se ve nada, lo volteo y leo: Tú primer eco.
Mamá estuvo trabajando en un álbum de fotos para John, quería regalarle recuerdos bonitos. Yo no dejé este eco aquí, supongo que fue ella.
—Cuando te sientas lista, bajas ¿De acuerdo?
Antoan luce nervioso, quizás porque piensa que sigo siendo una mujer depresiva fármaco-dependiente y que cogeré un cuchillo para cortarme las venas tras el impacto de volver a Nueva York.
Mmmm.... Nop.
Asiento.
Y me limpio las lágrimas.
Antoan sale rápido y yo me quedo ahí, llena de recuerdos y de sentimentalismo. Coloco la caja de las cenizas de mi hijo sobre la cama y después de quitarme el abrigo y verme al espejo, me siento lista.
Me veo bien, me veo renovada.
Guardo el eco en el bolsillo trasero de mi pantalón, suspiro y decido hacer lo que venía a hacer.
Ser yo.
Salgo de mi habitación con cuidado, bajo la escaleras con cuidado y me acerco a la salida trasera de la casa con cuidado. No quiero ser vista aún.
Todo con cuidado.
Apenas me asomo se me abre tanto la boca que casi pego la barbilla del piso.
Hay mucha gente, muchísima.
Trago saliva y salgo, al principio nadie me mira. Después de que llego a lo que parece ser la mesa principal, en donde están: Carlos, Aaron, Milton, Sebastian, Alexis, mamá, papá, Tiphanie y sus padres, es que algunos empiezan a reconocerme.
—Hola, familia. —sonrío muy natural, me siento feliz de estar aquí.
—¡Cielo! —mamá se levanta de la silla y corre a abrazarme, sorprendida.
Y así hace papá, Carlos y Tiphanie.
Saludo a todos en la mesa con cordialidad, los muchachos me miran sonrientes. Tomo una copa que me ofrecen y decido quedarme de pie hablando con todos. No quiero sentarme.
—No puedo creer que estés aquí. —Habla Tipha— Con quien el viernes ¿no?
Me río.
—Quería darles una sorpresita.
Puedo notar que papá me examina con la vista, analizando mi aspecto y mi rostro.
—¿Y Sophie? —pregunto.
—Ahí viene. —señala Carlos, volteo y observo a la hermosa niña caminar con su enorme vestido rosa, y su peinado bonito. Sophie es una niña preciosa, también trae un helado muy grande, y a su lado camina un niño trigueño, perfectamente peinado y vestido como un príncipe.— Jack los llevó a comprar hela... No importa, estemm... Uh, ¿Cómo estuvo el vuelo?
Me río de su nerviosismo.
No puede ser que yo haya creado todo esto.
—Jack los llevó a comprar helado. —repito, Carlos luce incómodo— Que tierno.
Dejo la copa sobre la mesa y camino hacia Sophie, ignorando la atención nerviosa que me dan todos los de la mesa. En cuanto la pequeña rubiecita me mira, le entrega el helado al niño y corre hacia mí. Me brinca encima.
—¡Tía Cam! —sus pequeños brazos me aprietan muy fuerte— ¿Cuando volviste?
—Acabo de llegar, princesa. ¿Tu cómo te portas?
—Bien. Mira... —El niño se acerca a nosotras y me mira expectante— Él es Richard, mi prim... Mi nuevo hermano mayor Richard.
¿Qué dices que dijiste?
—Hola, Richard.
Él niño es muy serio, no sonríe, me mira analítico.
Uy, que perturbador.
—Hola. Tú eres Camille ¿no? Te he visto en fotos.
Ah caray.
—Mi papá me habló de ti, poco pero lo hizo ¿Cómo sigue, señorita?
Mi madre santísima.
Miro a Sophie, ella luce toda bonita y Angelical, luego veo a Richard todo serio, con esa mirada oscura y llena de secretos y hasta me da escalofríos. Le calculo como doce años más o menos ¿Cómo un niño de esa edad puede ser tan... Tan extraño?
—¡Richard! —entonces subo la vista y veo a Jackson sostener una pequeña chaqueta. El castaño trae un traje de corbata sin el abrigo— ¡Ponte el abrigo, hace frío!
Lo veo acercarse a nosotros.
El niño toma el abrigo y se va con Sophie, Jack me mira de frente y sonríe de lado.
—Por favor, no grites, ni llores, ni arruines esto... Carlos es mi amigo, Tiphanie tu amiga, vamos a comportarnos por ellos. Si me odias hazlo en secreto, si me quieres insultar hazlo en otro lugar, no aquí.
Me quedo de piedra.
No digo nada.
—Bien, empezamos excelente. —Y me pasa por un lado, ignorándome y dejándome atrás.
Suelto todo el aire que había almacenado y volteo hacia la mesa principal.
Que rápido fue esto.
Todos están shockeados, boquiabiertos, tratando de manipularme mental y mágicamente para que no desfallezca aquí.
Por supuesto que no tengo planeado eso. No soy tan showsera.
Trago saliva y hago como si nada, así que vuelvo a la mesa, e ignoro a Jack lo que queda de noche. Y después de reír, charlar y tomar, decido irme a dormir.
Hago bien, lo ignoro como él a mí y evito acercamientos incómodos.
***
Me llevo una cucharada de mi cereal a la boca, son las cuatro y media de la mañana y no hay nadie despierto. Creo que todos se acostaron muy tarde.
Estoy sentada en el suelo, sobre la alfombra de la sala, con un plato hondo lleno de leche con cereal y una caja de galletas.
Santo cristo de los lambucios, ultimamente como más que un remordimiento, y bueno... Mis kilitos de más lo hacen notar.
Por cosas mías no podía seguir durmiendo, así que sin cepillarme, sin peinarme, y con las lagañas esparcidas por mi rostro, me vine a comer y a pensar en lo que haré a partir de hoy, ahora que hay silencio.
—¿Por qué estás ahí?
Pego un brinco, casi se me cae el plato de las piernas.
Su madre...
Es el niño de mirada malévola.
Richard.
Por un momento me siento como en las películas de terror, en donde sale el niño poseído que perturba a los protagonistas, y que no mata sino hasta el final.
Ok, estoy exagerando.
—Me asustaste.
Él se ríe, y su risa es bonita.
—Te hice una pregunta, Camille.
Arqueo mis cejas, y este niño qué más o menos.
—¿Tú que haces aquí?
—Yo pregunté primero. —contraataca.
Lo observo.
Lleva una pijama de cuadros mangas largas.
—Pues no podia dormir y vine a comer.
—¿Y ya lavaste tus dientes?
Wtf.
Pero qué rayos.
—¿Quienes son tus padres? —pregunto.
—No los conoces, me abandonaron.
En shock total.
Me asombra la tranquilidad y naturaleza con la que lo dice, como si no le afectara en nada.
—Pero si conoces a mi papá, aunque ahora estamos en una situación complicada porque él no tiene tiempo y tiene problemas legales, así que Carlos y Tiphanie son quienes tendrán mis papeles. Ellos me adoptaron o la harán, no sé.
¿Qué?
Mi hermano adoptó a un niño.
O adoptará.
Doble ¿Qué?
—Jack es el mejor padre, me cuida y me quiere.
Ya va.
Stop.
¿QUÉ?
—Jack... Jack es tu.. Te... Uh, ¿Te va a adoptar?
—No seas burra, él ya no va a adoptarme.
Abro los ojos más de lo normal ¿Cómo me llamó?
—Ah, no lo sabías porque no le hablas, y lo odias. Pero debes entender, si yo estuviera enamorado también salvaría a mi mujer.
Pero este niño de dónde salió.
—¿Quién te contó eso?
—Mi papá. Él tiene fotos de ustedes en casa, y también conozco a John por fotos, era lindo, nos habríamos llevado bien... Hubiesemos sido una bonita familia.
Estoy atónita.
—Oh, lo siento, Camille. Debo parecerte raro, todos me lo dicen, pero no soy diabólico o lo que sea. Sólo soy huérfano, nada más.
Trago saliva y decido ser amable, después de todo sólo es un niño.
—¿Quieres ver algo?
Él me mira.
—¿Algo como qué?
—Confía en mi.
—Eres una desconocida, no puedo confiar en ti. No te conozco sino por fotos, puedes ser una enferma mental que debido a tu trauma has decido matar niños indefensos como yo.
Me río.
—¿Que ves en televisión, Richard?
Oye sí, porque qué imaginación...
—Nada, no me gusta. Pero leo libros.
—¿Libros de qué?
—Preguntas mucho, ¿Qué quieres que vea?
Este mocoso es un cerebrito andante, y un excelente respondon.
—Bien... No es algo que puedas ver, pero puedes conocer de cierta forma.
—¿Ajá?
Dejo el plato en el suelo y me pongo de pie, le hago señas para que me siga escaleras arriba, y extrañamente, y sin protestar lo hace.
Abro la puerta de mi habitación y entro, él también.
—Te presento a mi hijo John.
Señalo la caja con sus cenizas.
—Wow, que enferma estás ¿Por qué no lo enterraste?
No esperaba esa respuesta.
—Quería llevarlo conmigo a todos lados.
—Papá dice que cuando algo que amas muere siempre va a acompañarte.
—Yo no lo veía así, pero para la tranquilidad de todos voy a esparcir sus cenizas. Y quisiera que Jack esté.
—Pues tienes que convencerlo, porque cuando lo conocí hablaba de ti y hasta lloraba, pero ahora es diferente. A veces me da miedo que deje de quererme. Te puedo ayudar a convencerlo.
—Me parece genial. —sonrío.
Él también sonríe.
—Es un trato, Camille. —extiende su mano frente a mí, como quien cierra un negocio estrechando manos.
—Es un trato.
Y nos apretamos las manos, sonriendo.