CAPÍTULO 14

1357 Words
Erena sonrió con pesar, a pesar de lo mucho que había intentado no darle importancia, pero las palabras de esa mujer, llamándola una simple recepcionista, seguían dando vueltas en su cabeza, y le hacían mal a su corazón. No se recordaba tan insegura de sí misma, pero, lo cierto era que antes, cuando intentaron atacar su ego, ella había tenido muchas cosas en qué respaldarse para defenderse, pero ahora era justo lo que había mencionado la tal rebeca: una simple recepcionista. Sin embargo, no todo había sido malo con esa desagradable situación, pues ahora ella tenía plena consciencia de qué era lo que le molestaba de Alonso y no, no era que él fuera un abogado cuya maestría desconocía y que, seguramente, tendría varios diplomados aprobados; lo que le molestaba era que, a diferencia de él, ella no era nadie. Por supuesto, no se denigraba a sí misma, ser madre era, seguro, su mejor profesión, pues se había esforzado por ella día con día; sin embargo, ser madre no tenía comparación con los muchos estudios que seguro tenía también la tal Rebeca, y los que tenían muchos a su alrededor. Incluso Tony, su compañero en la recepción, estaba estudiando una licenciatura en línea para seguir superándose, y ahí estaba ella, con justo el tiempo suficiente para ser madre y recepcionista, nada más. —No puedo creer que eso me esté molestando —dijo para sí misma, sin considerar que estaba acompañada. —¿Qué es lo que te está molestando? —preguntó Ángela, que llegaba hasta ella para pedirle que también recogiera a Michelle cuando fuera por los gemelos. Erena no respondió, solo negó con la cabeza un par de veces, intentando restarle importancia a lo que la estaba matando. » Anda —pidió la abogada—, vamos por los niños y en el camino me cuentas. Erena lo pensó un momento y, aunque seguía renuente a hablar al respecto, porque tal vez aceptarlo en voz alta le daría mucho más peso del que ya tenía, sintió que, si con alguien podía hablar, posiblemente Ángela era la única que se interesaría en sus problemas y le podría dar una solución. —Vamos —dijo tras suspirar, tomando su bolsa para salir por los niños. Ese era un permiso especial que tenía desde que había ingresado a trabajar en ese lugar, media hora más de comida para poder recoger a los niños de la escuela, además del permiso de tenerlos en la sala de empleados las dos horas restantes a dejar el trabajo. Casi siempre comían en la sala de empleados o en un restaurante cercano a su trabajo, todo dependía de si también había recogido a Michelle o Ángela había recogido a los gemelos. Ellas eran buenas amigas, aunque no demasiado intimas, o al menos no lo fueron hasta que Alonso apareciera en la vida de Erena, de nuevo, pero luego de que Ángela la escuchara una vez, con atención y preocupación, la castaña se decidió a confiar en ella. Ángela, que alguna vez pareciera su ángel de la guarda, ahora era más bien como una hermana mayor que conocía un poco más de la vida y podía aconsejarla un poco sobre las cuestiones con las que ella no sabía qué hacer. —Entonces —habló la rubia, mientras esperaban que sus hijos salieran del colegio—, ¿qué es lo que te está molestando? Erena suspiró. Hablar de sus inseguridades no era algo fácil de hacer, pues le hacía darse cuenta que era débil, y odiaba saberse así. —Creo que es un tipo de complejo de inferioridad —respondió y Ángela le miró con los ojos superabiertos. —¿Complejo de inferioridad? ¿Tú? —cuestionó asombrada la abogada. No se creía que esa chica, que irradiaba tanta seguridad, confesara semejante cosa. Erena asintió mientras enarcaba una ceja y presionaba sus labios uno contra otro. » ¿Quién lo sacó a relucir? —preguntó Ángela, que más o menos tenía una idea de lo que podía ir la situación, pues se había enterado del zafarrancho de la tarde anterior. —Fue Alonso —respondió Erena—, pero no me di cuenta hasta esta mañana cuando la prometida de Alonso dijo que no entendía cómo él se había involucrado con una simple recepcionista. —¿Eso te dijo la hija de…? —Es lo que soy —respondió Erena, interrumpiendo lo que la otra iba a decir, porque restaba decir que Ángela no era la persona mejor hablada entre los que ella conocía—. Es cierto que solo soy la recepcionista, y eso no me había molestado hasta que Alonso apareció. —Pero, ¿por qué cuando Alonso apareció? —preguntó la mujer de ojos verdes. —Creo que es porque estábamos juntos en preparatoria —informó la joven madre de dos— y, siendo de la misma edad, habiendo estudiado juntos, y sobre todo sabiendo que yo tenía mejores notas que él en la prepa, deberíamos tener el mismo grado ahora, pero yo no lo tengo, y creo que eso me golpeó en el ego, por eso me molestaba tanto incluso verlo. —¿Crees que es su culpa? —cuestionó Ángela. —No —respondió Erena, negando con la cabeza—, sé que no es su culpa. Todo sucedió como yo decidí que sucediera, pero, la verdad es que estaba tan ocupada viendo solo cómo salir adelante que ni siquiera había volteado a ver esos futuros a los que renuncié por ser madre, y Alonso apareció mostrándome todo lo que pude ser y no soy. —¿Querías ser abogada? —preguntó la mayor, agradecida porque esa joven se estuviera abriendo a ella, pues usualmente la castaña se guardaba todo de sí misma para sí misma. —No —respondió Erena—, yo quería ser médico. Pero un profesional respetado y con futuro es algo que soñé con ser, que él sí es y yo no soy. Y ahora aparece esta mujer insinuando que no merezco estar a su lado, eso también me molestó. —Porque quieres estar a su lado —insinuó Ángela, con una sonrisita burlona en los labios. —No lo sé —dijo Erena, en realidad confundida. Estaba segura de que la repulsión que sentía por Alonso era solo porque le disgustaba su personalidad despreocupada, ahora sabía que había más que eso, y que no era por él, en realidad, sino por su complejo de inferioridad saliendo a relucir. Y ya aceptando esa parte, y teniendo en claro lo que era él y lo que ella era, pues se daba cuenta de que en realidad no podrían estar juntos como pareja, pues ella no se sentiría cómoda en la postura en que estaba. —Y, si todo es porque no tienes una licenciatura y una maestría, ¿por qué no te pones a estudiar? —preguntó Ángela lo que era la solución más obvia. —Porque las licenciaturas no son gratis y no se estudian solas —obvio Erena—. No tengo tiempo para sentarme a estudiar, y tampoco me sobra lo de la colegiatura de la universidad. Vivo al día, prácticamente, y ocupada. —Pues habla con Alonso —sugirió la rubia. —No le voy a pedir que me pague la universidad —aseguro la chica, casi ofendida por cómo había interpretado la sugerencia de la mujer que le aconsejaba. —Claro que no—concedió la mayor—, aunque si quisieras podrías conseguirlo fácil; pero, a lo que yo me refería era a que podrías pedirle apoyo con los niños, en la mantención y para descansar de ellos un par de horas. Si fuera tú, le pediría dinero para ponerlos en algún taller de diez mil horas a la semana y usaría ese tiempo para estudiar. Erena lo pensó a pesar de sonreír por la ocurrencia de la abogada a su lado. Y es que no parecía tan descabellada la sugerencia, lo que estaba complicado era doblegar su orgullo para pedirle ayuda a ese hombre, que seguramente no se negaría, pero a quien, en realidad, no quería pedirle nada.
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