Capítulo 6

2795 Words
Revisando las cosas que Alan había traído desde la ciudad, Mattias apartó todo lo que necesitaría y podría necesitar según las instrucciones de la doctora Gilman y las guardó dentro de su bolso de primeros auxilios. —Bien, creo que esto es suficiente —anunció cerrando su bolso. —¿Solo eso? ¿Estás seguro? —dudó el alfa, observando con algo de ansiedad la bolsa sobre la mesa con las otras cosas—. Pensé que solo traje las cosas que la doctora mencionó —comentó. —Así es —asintió y le observó—. Pero sucede que la mayoría de las cosas ya las traía conmigo —explicó—. Estás de aquí —señaló la bolsa—, servirán para un futuro una vez sus heridas mejoren, pero por mientras estas funcionarán muy bien —aseguró e inconscientemente hizo un puchero pensativo—. Aunque, ¿sabes? Si sería bueno que encargaras más gasas y vendas —comentó—. Considerando todas las veces que se abrió los puntos y de todas las heridas que aparentemente tiene, lo mejor es que nos sobren a que nos falten ese tipo de cosas. —Más gasas y vendas, anotado —asintió escribiéndolo en su teléfono—. Puedo ir a la ciudad esta tarde para conseguir esto. —Creo que sería mejor que desaceleraras un poco, Alan —indicó observándole preocupado—. No hace mucho que te mejoraste, tanto movimiento podría afectarte, recuerdo haberte mencionado que retomaras tu ritmo de vida más lentamente. —Lo sé, lo sé —suspiró y cruzó sus brazos—. Solo... Es mi sobrino, el único que no me abandonó —explicó. —Y no desaparecerá —prometió—. Mantendré un ojo sobre él en todo momento. Las vendas no las necesito inmediatamente, por lo que puedes pedirlas para que te las vengan a dejar aquí —explicó—. Incluso para el momento en que lleguen, seguiré teniendo de mis propias reservas —aseguró palmeando suavemente su bolso. —Está bien, tienes razón —aceptó—. ¿Ya estás listo? —preguntó. —No sé, dímelo tú —pidió colocando la correa de su gran bolso en un hombro antes de dar un paso hacia el alfa—. ¿Algún aroma en mí? —preguntó, levantando ligeramente su mentón e inclinando levemente su cabeza hacia el costado. —Nop, absolutamente ninguna esencia de nada —respondió Alan sin moverse de su posición, sabiendo perfectamente lo sensibles que eran los omegas con que algún extraño cualquiera tocara algo tan vulnerable como su cuello. —Perfecto —sonrió, revelando dos pequeños hoyuelos en las esquinas de sus labios—. Entonces, es hora de que guíes el camino —pidió. —Por supuesto, solo déjame ir a la cocina —anunció retirándose del comedor un momento. Para cuando volvió con una bandeja entre sus manos, Mattias le observó con una ceja alzada en una silenciosa pregunta. —Solo preparé la comida que la doctora Gilman le dio su visto bueno —aseguró antes de pasar por su lado, encabezando el camino. —¿Está comiendo comida sólida? —preguntó. —Dijo que teníamos que comenzar con algo liviano y muchas comidas pequeñas al día entre sus medicamentos —respondió subiendo las escaleras—. Él... Fue encontrado con deshidratación y desnutrición —reveló—. Por lo que la doctora dijo que era importante que tuviéramos atentos con su alimentación y que tomara a las horas correcta sus medicamentos. —Necesitaré saber el horario de sus medicamentos y dónde están —anunció. —Los tengo conmigo, se supone que ahora le tocan —expresó haciendo una parada en su habitación. Esperando fuera de la puerta, Mattias arrugó ligeramente su nariz cuando percibió un aroma totalmente varonil y atrayente, tanto como podía serlo la menta y el eucalipto. Una esencia que hasta el momento no había captado y que... Se sentía mal de alguna forma. En sí, el aroma era bastante bueno, le hacía casi sentirse cerca del bosque, lo malo... Era esa cosa ácida y un poco agría que lo estaba bordeando y casi consumiéndolo lentamente, ocultando esa maravillosa esencia refrescante. Frunciendo ligeramente el ceño, el omega se alejó un poco de la habitación de Alan, para nada interesado en su característico aroma de uvas y tierras al que ya se había acostumbrado y observó una puerta pintada de n***o en específico. Cuando un sonido extraño, parecido a unos cascabeles, cruzó todo el pasillo y llegó directamente a él como un ligero soplo, la curiosidad de Mattias solo despertó más en él y algo dentro se removió, sorprendiéndolo. —Ah, parece que ya has averiguado la habitación de mi sobrino —expresó Alan, saliendo. —Es... Su aroma —explicó, observándolo sobre su hombro—. Es nuevo, despertó mi curiosidad. —Juro que era más agradable y menos denso antes de que le pasara todo esto —prometió avanzando—. ¿O está siendo demasiado amenazante o denso para ti? —preguntó deteniéndose. —Uh, en realidad no —respondió—. Aunque... Siento como si algo lo estuviera molestando —comentó. —Son sus pesadillas —anunció—. Y cuando se molesta, es mucho peor —le observó—. ¿Estás seguro de que podrás con esto? Él realmente no será una persona agradable, imagina al grinch, un troll, hombre de las cavernas y será peor que ellos. —Está bien —aseguró, volviendo a regalarle su sonrisa—. Ya te he dicho que Devak no será el primero ni último paciente que ha sido duro de tratar, alfa, beta u omega. —De acuerdo —asintió y avanzó hasta detenerse frente a la puerta negra—. Será mejor que entres tú solo, no le sienta bien ver a un grupo de personas cerca de él y mucho menos cuando le están cubriendo la entrada —explicó—. Él ya sabe de ti y que lo vas a atender. —Puedo con ello —asintió y recibió la bandeja con comida—. ¿Sus medicamentos? —preguntó. —Aquí —anunció, sacando dos frascos para dejarlos en la bandeja en un espacio vacío—. Dos de esta, una de esta y esta también —indicó sacando una cápsula de un sobre plateado—. Cuando termines ven a mi habitación y te daré todos los medicamentos junto a sus respectivos horarios. —Por supuesto, jefe —asintió y observó la puerta—. Ahm... ¿Me la abres? Por fa —pidió. Negando, Alan le abrió la puerta y se aseguró de no estar a la vista al hacerlo. —Oscuro y tenebroso —murmuró Mattias tras observar el interior de la habitación—. Bien, más allá, aquí te voy. —Grita si sientes que algo va mal —susurró Alan antes de que desapareciera tras cruzar la puerta. Entrecerrando sus ojos en un pobre intento para poder acostumbrarse a la oscuridad que le rodeaba, el omega avanzó lentamente, buscando sin éxito alguno el interruptor de la luz. La oscuridad y el completo silencio del lugar no le estaba sentando bien, en especial con ese aroma volviéndose cada vez más intenso mientras avanzaba por la habitación. Cuando sus ojos finalmente pudieron reconocer la ventana, Mattias soltó un pequeño suspiro de alivio y se acercó dejando la bandeja en el escritorio de la esquina antes de correr las cortinas, logrando que toda la luz del sol iluminara la habitación. Satisfecho, se dio vuelta y pegó un pequeño brinco mientras soltaba un miserable chillido vergonzoso. —¡Manzanas podridas! —exclamó con una mano contra su pecho—. ¿Cómo se te ocurre hacer eso? ¿Qué no sabes que es de mala educación asustar a las personas así? —reprochó, observando con el ceño fruncido aquellos azules ojos profundos y oscuros, lleno de un vacío doloroso. Cuando no obtuvo respuesta alguna ante sus palabras, Mattias bajó su mano y se removió solo un poco incómodo ante la intensa mirada silenciosa del alfa recostado en la cama. Y sin poder evitarlo, el omega también lo apreció, observando las vendas rodeando desde sus antebrazos, hombros, piernas y estaba seguro de que también encontraría bajo la camiseta del hombre. Si hubiera una palabra para describir a Devak, a Mattias no se le ocurría otra más que "alfa". A pesar de que se encontraba todo lastimado y con claros indicios de desnutrición, el cuerpo de su paciente seguía manteniéndose firme, aunque con una delgadez que no le combinaba. Su mandíbula firme y marcada, tenía un rastro de barba que rodeaba a su boca y bajaba por su cuello ligeramente. Su cabello rubio, era de un tono parecido a la arena, se veía descuidado y sin vida, demasiado largo también, cosa que no encajaba con él. Sus cejas del mismo color que su cabello, solo que un poco más oscuras, no se veían tan pobladas como las suyas, y su nariz con una ligera curva casi para nada notoria en su puente encajaba bien con la distancia de aquellos fríos ojos... Azules. Lastimado y todo, el alfa no perdía su atractivo, a pesar de estar en ese momento algo oculto debido a las heridas. Aclarándose la garganta al encontrarse con aquellos ojos intensos, que le observaban silenciosamente como si fuera una presa, Mattias alzó su mentón y enderezó sus hombros. —Buenos días, Devak —saludó—. Sé que no me conoces y probablemente te estás preguntando quién diablos soy y por qué entré en tu habitación sin permiso. Bueno, todo es debido a que soy tu nuevo enfermero personal, Mattias Willard, con dos t, y estaré a cargo de ti hasta que me asegure de que has sanado correctamente —se presentó con una brillante sonrisa—. Ahora, si fueras tan amable-... —Largo. —espetó el alfa, firme y gélido. Era un tono de voz bajo, penetrante y grave, con un borde peligroso que no dejaba de sonar malditamente varonil, lo que estremeció interiormente al omega, pero más no asustó ni mucho menos nada parecido. —Entonces —pronunció ignorándolo y dando vuelta para ir hacia el escritorio nuevamente—. Lo primero con lo que debemos de comenzar es con tu medicamento y el desayuno —anunció, sacando las pastillas de su frasquito—. Y sé que no te encuentras bien, no te mentiré diciendo que entiendo perfectamente como te sientes porque en realidad no lo sé y no me gustan las mentiras —expresó—. Pero juro que quedarte aquí encerrado no ayudará, mucho menos si te ocultas en la oscuridad. —No necesito a nadie que cuide de mí, puedes decirle a mi tío que te despida y lárgate de mi habitación —ordenó. —Si... Yo no puedo hacer eso —dijo enfrentándolo—. Sé que la idea de un completo extraño no te agrada, mucho menos cuando este tiene que cuidar de ti y tú siendo todo macho alfa y eso... Pero todos necesitan ayuda en algún momento, preguntarle a tu tío Alan, que finalmente se terminó rindiéndose ante mis cuidados —expresó acercándose a la cama—. Aquí, tienes que tomarte tus medicamentos —le sonrió suave, sin exagerar. Devak simplemente le observó en silencio. —Oh, vamos —pronunció el omega, haciendo un ligero puchero—. No puedes desquitarte con los medicamentos solo por no estar logrando lo que quieres, eso va más allá de lo infantil —indicó—. Sin contar de que el que más pierde eres tú, ya que pronto tendrás nuevamente el dolor invadiendo tu cuerpo, si es que no lo estás sintiendo ya, claro. El alfa frunció esta vez sus cejas y sus labios se apretaron juntos. —Oh, te está doliendo, puedo verlo en tu rostro —expresó y empujó nuevamente los medicamentos y el vaso de zumo—. ¿Qué ocurre? ¿Son tus brazos? ¿No los puedes mover? —preguntó observándolos preocupados. Al no recibir respuesta, Mattias dejó escapar un notorio suspiro que se ganó nuevamente la atención de su paciente. —Muy bien, será a la mala entonces —anunció dejando el vaso sobre la pequeña mesita de noche al costado de la cama. Cuando el extraño se sentó cómodamente a la orilla de la cama y hasta se acomodó en ella, el alfa abrió su boca dispuesto a preguntarle qué mierda creía que estaba haciendo. Lastimosamente, en cuanto sus labios se separaron, Mattias sonrió al ver su oportunidad y empujó su mano con las pastillas de forma cuidadosa, cosa de no lastimarlo más de lo que ya estaba. —Permiso y perdón —pronunció al tocar suavemente su mentón para empujarlo hacia arriba y juntar sus labios, como si se estuviera asegurando de que no escupiera nada. Y Devak no era estúpido, aunque obviamente tenía ganas de hacerlo y soltarle unas cuantas palabras al extraño que se estaba tomando demasiadas libertades, él solo mantuvo la boca cerrada y solo la volvió a abrir cuando el vaso fue empujado a sus labios e inclinado para que pudiera beber del zumo cómodamente. —Perfecto —sonrió Mattias, limpiando con su pulgar el rastro de zumo en la comisura de aquellos firmes labios rígidos—. Sí, sé que me odias y todo eso, pero es mi deber cuidar de ti, aunque eso significa tomarme algunas libertades que no debería, pero quién dijo que yo era un enfermero común que se apegaba a las reglas —comentó con una sonrisa traviesa antes de bajarse de la cama. Dirigiéndose nuevamente al escritorio, Mattias observó entre la bandeja con la comida o su bolso de primeros auxilios con el cual debería de tratar las heridas del alfa. —Muy bien, ¿qué prefieres? ¿Qué vea tus heridas antes de que comas o desayunar antes de que tenga que hacerte sufrir un poquito? —preguntó, observando sus opciones. Observando el desayuno, el omega frunció ligeramente los labios e inclinó la cabeza. —El desayuno debería de ser primero, ¿no? —anunció pensativo—. Ya me dijeron que debía de cuidar muy bien tú alimentación. Cuando se dio vuelta, Mattias encontró una cama completamente vacía y desordenada. Parpadeando, el omega observó hacia el sonido de la puerta cerrándose en el otro lado y juntó todas las pistas. —¿En serio? ¿Te encerraste en le baño? —preguntó solo un poco divertido. En respuesta, solo obtuvo un gruñido molesto. —¿Sabes? Si solo querías que me fuera, debiste de haberlo dicho —indicó acercándose. —Lo hice —espetó, irritado. —Cierto, y yo te dije que no, y es la misma respuesta que tendrás cada vez que nos toque vernos —respondió sinceramente—. Así que... ¿Saldrás de ahí? —Cuando salgas de mi habitación —respondió esa voz igual de fría y molesta. —Uhm, eso es un problema —expresó—. Espero que estés sentado en este momento, no es bueno que estés de pie, mucho menos que hayas usado tu pierna a pesar de lo que te advirtió tu médico —indicó observando toda la habitación desordenada. Tomando una decisión, Mattias se alejó de la puerta del baño y se movió por la habitación, comenzando a limpiarla y ordenándola un poco, abriendo principalmente las ventanas para que el aire limpio y puro llenara el lugar. —Sigo aquí si es lo que te preguntas —anunció cuando escuchó ruido en el baño. Una maldición llegó a sus oídos junto a un murmullo molesta y Mattias soltó una ligera risa. —Sí, seré como un molesto mosquito hasta que te mejores, por lo que sería mejor que te vayas acostumbrando —indicó, comenzando a hacer la cama—. ¿Cómo está tu pierna? ¿Está doliendo como pienso? —indagó—. ¿O tu abdomen? Por favor dime que no te has abierto ningún punto, ya me han advertido que tienes esa tendencia —expresó. Por supuesto que no recibió respuesta alguna a ninguna de sus preguntas, pero eso era algo que Mattias ya esperaba. Tomando la bandeja con el desayuno, el omega la dejó sobre la cama perfectamente hecha y luego buscó un papel junto a un lápiz para dejarle una nota al alfa. Observando el lugar donde se había encerrado, se acercó para tomar su bolso. —Te dejo, pero tarde o temprano estaré revisando tus heridas —advirtió antes de salir de la habitación, asegurándose de que se escuchara el sonido de la puerta cerrándose antes de salir. Su paciente debía de volver a la cama pronto, después de todo.
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