Capítulo 3

2056 Words
Dos horas después Seis párrafos. Seis cortos y mediocres párrafos en dos horas enteras. Esto era una puñetera broma. Ni siquiera había escrito frases de verdad, solo había estado tecleando palabras al azar, para ver si juntas formaban algo con sentido, pero no había tenido esa suerte. No tenían ninguna gracia ni, de hecho, tenían nada que ver con la trama de la historia en sí, aunque la trama tampoco era gran cosa, así que no es que eso tuviera mayor importancia. Pero eso no cambiaba lo principal, y es que esto era un maldito y enorme desastre. Solté un gemido de frustración mientras me masajeaba las sienes, intentando que desapareciera el enorme dolor de cabeza que me había comenzado a crecer desde el momento en el que Carlos me había encadenado a la pared. En ese momento, escuché abrirse la puerta del piso. Ese debía ser Carlos. Hablando del Rey de Roma... Puff... ya no había vuelto atrás. Lo hecho, hecho estaba. No podría remediar en un par de minutos lo que no había hecho en dos horas, así que me tocaba enfrentarme a las consecuencias. Aunque la verdad es que no pensaba que hubiera realmente consecuencias. Al fin y al cabo, Carlos era mi mejor amigo y mi compañero de piso. No se atrevería a realmente imponerme un castigo por no haber hecho lo que me había pedido, ¿no? Claro que no, eso sería una estupidez. Pasados un par de minutos, escuché un poco temerosa y dudosa de lo que iba a pasar cómo sus pasos se acercaban a mi pequeño despacho. Abrió la puerta y, de pronto, mi corazón empezó a latir con fuerza, como si el que él hubiera puesto un pie en mi territorio hubiera pulsado un interruptor que me hacía estar atacada ante lo que se avecinaba. Estaba muy nerviosa, ansiosa y abrumada, y ni siquiera entendía realmente la razón, ya que Carlos no me iba a poner la mano encima para hacerme daño. Me estaba montando una película para la que bien podrían nominarme a un Oscar, y no dudaba que podría ganar la estatuilla con tanto melodrama que estaba montando.  -¿Cómo te ha ido?-me preguntó mientras se acercaba a mi espalda. Tragué saliva al escuchar su tono de voz. Estaba segura de que había sido completamente fruto de mi dramática y enloquecida imaginación de escritora frustrada, pero me había dado la sensación de que su voz sonaba más oscura de lo habitual, y eso no sonaba bien para mí. Moví los pies con nerviosismo, por lo que las pesadas cadenas de los grilletes resonaron llenando la habitación con su eco.  -Fatal-respondí mientras me apoyaba en el respaldo de la silla evitando echarle un vistazo. No quería ver la decepción grabada en su rostro, ya que era la emoción más lógica al ver que no había trabajado absolutamente nada a pesar de su peculiar y diferente método para hacerme escribir. Él miró el ordenador por encima de mi hombro y estuvo callado durante un par de minutos. Suponía que estaba leyendo la mierda que había escrito, pero no podía estar segura de eso, ya que notaba mi corazón latiendo de manera estridente en mis oídos y sin permitirme escuchar nada que no fuera eso mismo. Comencé a respirar con lentitud para intentar tranquilizarme y parece que funcionó, ya que al menos volvía a oír con normalidad. Él soltó un suspiro al terminar. Sentí como me hacía pequeña e insignificante por ese único sonido. A saber cómo me haría sentir cuando hablara-. Ya lo sé. No hace falta que me digas nada. Lo que he escrito no sirve ni para hacer confeti.  No había dicho ni una sola palabra, y así continuó cuando se puso en cuclillas y me quitó los grilletes. Entonces me cogió de la mano y me hizo levantarme. Tiró de mí hasta que acabamos en su habitación. No entendía por qué me había traído hasta aquí, pero solo me dejé llevar. En este justo momento me sentía como una niña pequeña que iba a ser castigada y con razón. Era como si estuviera viviendo un flashback. Volvía a estar en el colegio, siendo castigada por mis profesores y después por mis padres por escaparme de las clases. Moví la cabeza para quitarme esa perturbadora imagen que se había presentado en mi mente y volver al presente. Entonces, sobre su cama vi una caja que me resultaba tremendamente familiar. Y tan familiar, como que era mía. Esa caja se suponía que tendría que estar escondida en el fondo de mi armario ya que contenía mis juguetes sexuales. Estaba abierta y, para mi vergüenza, su interior estaba desperdigado en la cama. Ahí estaban todos los plugs anales que había ido comprándome desde hacía un tiempo, dispuestos todos en fila y en orden de tamaño.  -¿Qué hace eso aquí?-le reproché mientras me soltaba de su mano. Estaba completamente avergonzada y enfadada. ¿Cómo había conseguido él esa caja? Quise acercarme para guardar mis delicadas pertenencias y enterrar la cabeza en el suelo para superar el bochorno, pero no llegué ni a poder intentarlo. Carlos ignoró mi pregunta y se sentó en la cama. Me agarró de la muñeca y tiró de mí, haciendo que me cayera sobre sus rodillas. Me sorprendió tanto sus acciones que ni siquiera me resistí cuando sentí cómo bajaba mis pantalones cortos y mi ropa interior, dejándome el culo al aire, y me daba un azote. Me quedé paralizada durante unos segundos, procurando procesar lo que estaba pasando, ya que toda la situación era tan extraña y surrealista que mi cerebro no podía entenderla del todo. Pero el embotamiento voló al sentir un nuevo y fuerte azote sobre mis blandas y frágiles nalgas. Solté un quejido al sentir la quemazón recorrerme la piel. Llevé las manos hacia mi culo para cubrirme y subirme de nuevo los pantalones, pero Carlos me agarró las dos manos, me las sujetó con fuerza en la parte baja de mi espalda con una sola de las suyas y me dio un nuevo azote con la otra-. ¿¡Qué te crees que estás haciendo, Carlos!? -Dándote el castigo que te mereces por no hacer lo que te dije que hicieras-respondió con el tono de voz muy tranquilo y sosegado, como quien estuviera hablando del tiempo, mientras me volvía a azotar. Solté un gemido de dolor. Dios, tenía la mano tremendamente pesada y sus golpes se sentían muy fuertes. Me removí, intentando levantarme y huir de esos azotes, pero él apretó su codo contra mi espalda, obligándome a quedarme sobre sus piernas, en una postura demasiado vergonzosa para mi salud mental.  -¡No tienes derecho a hacer esto! ¡Para de una vez!-protesté tras recibí otro duro golpe en mis ya calientes y doloridas nalgas. Casi las sentía arder. Solo habían sido cuatro azotes y ya tenía las lágrimas saltadas por el tormento.  -Claro que tengo derecho. Te dije que si no cumplías con el horario y mis expectativas, recibirías un castigo. Y tú aceptaste, ¿recuerdas?-me susurró al oído. Su caliente aliento me llegó al cuello y un escalofrío me recorrió entera. Me quedé callada durante unos segundos, para intentar entender realmente lo que me estaba diciendo y a dónde quería llegar, pero a él no pareció gustarle mi silencio, y volvió a castigar mi culo. Yo solté un pequeño grito de dolor-. Te he preguntado que si lo recuerdas-asentí mientras notaba como mis lágrimas corrían por mis mejillas al tiempo que mis manos temblaban ligeramente. Me sentía sobrepasada por todo lo que estaba pasando. Nunca me habría imaginado que Carlos mostrara esa versión ante mí. Siempre había sido tan amable y educado... Este salvajismo me estaba descolocando-. Bien. Pues entonces, aceptarás lo que te queda de este castigo por no haber cumplido, ¿entendido? Yo volví a asentir indecisa por lo que podría significar la palabra "castigo". ¿Eran los azotes o tenía en mente algo diferente? Bajé la cabeza rendida a lo que él quisiera hacer, al fin y al cabo, un trato era un trato y era yo la que había accedido. Me mordí los labios mientras intentaba retener los gemidos de dolor cuando su mano comenzó a caer de nuevo contra mis nalgas. Sentía mi culo en llamas por completo. Tuve que obligarme a apretar los dientes para evitar gritar y poder aguantar lo más entera que pude que me diera veinte azotes más, llegando a un total de veinticinco. A pesar de todos los castigos que había recibido de parte tanto de profesores como de mis padres, jamás en mi vida me habían puesto la mano encima, y ahora resulta que uno de mis mejores amigos me estaba dando una azotaina como castigo por no escribir. Si alguien me hubiera dicho el viernes pasado que esto me iba a pasar 48 horas después, jamás lo hubiera creído. En este momento, sin embargo, tuve que dejar de pensar en eso cuando noté cómo algo se introducía en mi culo. Jadeé por la sorpresa al entender que era un dedo de Carlos y me comencé a mover para alejarme de él y conseguir que sacara su dedo de ahí mientras las lágrimas continuaban cayendo sin control.  -Estate quieta o te puedo acabar haciendo daño-expuso mientras introducía más profundamente su dedo en mi ano. Lo había metido directamente, sin ningún tipo de lubricante, por lo que esto dolía-. ¿Cuándo fue la última vez que tu culo estuvo lleno por uno de tus plugs? -¡¡Eso no es de tu incumben...!!-antes de poder terminar la frase sentí como un segundo dedo acompañaba al primero dentro de mi culo. Mierda. La sensación ardiente crecía e incomodaba, y mucho.  -Repito. ¿Cuándo fue la última vez que tu culo estuvo lleno por uno de tus plugs? -Hace un par de meses-respondí con un hilo de voz.  -¿Y por qué no los usas? ¿Es que no te gusta la sensación de sentir tu culo lleno? Y, te advierto. Si no quieres un tercer dedo en tu culo, contesta sin resistirte-yo tragué saliva mientras sentía como mi culo se acomodaba poco a poco alrededor de esos dos dedos, lo que me hacía sentir aún más extraña que todo el resto de la situación.  -Me compré muchos al principio porque me llamaron mucho la atención, y pensé que la sensación podría llegar a gustarme, pero me equivoqué. Me resultaba bastante incómodo, aunque sigo intentándolo, pero muy de vez en cuando. Sin embargo, nunca lo he podido soportar durante mucho tiempo seguido, y siempre me acabo rindiendo. -Pues eso va a cambiar-sentenció. Giré la cabeza al instante para intentar mirarlo a la cara y decirle que se estaba tomando unas confianzas que no le correspondían, pero al ver su expresión tan concentrada las quejas murieron antes de salir de mi boca. Entonces, él movió sus dedos haciéndome soltar otro gemido, pero ésta vez para mi sorpresa no era de dolor, sino de placer. ¿Qué había sido eso?-. A partir de ahora, tu culo permanecerá lleno cuando yo quiera y el tiempo que yo estime oportuno. A lo mejor, así escribes mejor de lo que lo estás haciendo últimamente.  Sacó los dedos de mi culo, sacándome a la fuerza un nuevo gemido y me soltó las manos. Me faltó tiempo para incorporarme de sus piernas y subirme la ropa interior y los pantalones. No me atreví a mirarlo después de lo que acababa de pasar, así que con la cabeza baja me acerqué hasta la caja, guardé todos mis juguetes en su interior, cerré la tapa y me dirigí hacia la puerta de su habitación para esconderme en la mía y no volver a salir nunca más al exterior.  -¿A dónde crees que vas con esa caja?-yo me paré al instante al escucharle hablar. Me giré, mirándolo por el rabillo del ojo. Él levantó su brazo con la mano extendida, lo que me impactó por lo que representaba esa acción-. Yo guardaré esos plugs, yo decidiré sobre ellos. Solo yo-sentenció con una voz dominante. Antes de plantearme realmente lo inverosímil de la situación, estiré el brazo y le di la caja, saliendo rápidamente de su cuarto en cuanto él la agarró. ¿Dónde me había metido al aceptar este trato?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD