Ese mismo día por la noche
No podía parar de mirar el reloj con impaciencia. Hacía unos treinta minutos que Carlos me había mandado un mensaje avisándome de que estaba saliendo ya del trabajo, por lo que no tardaría mucho en llegar con la cena, aunque yo apenas tenía hambre. De lo que tenía ganas era de que me quitara el plug. Llevaba doce horas con él puesto y, aunque había usado el lubricante para ayudarme a facilitarme todo lo que pudiera el castigo, ya no podía más. Era demasiada estimulación para mí, sobre todo teniendo en cuenta que yo apenas había tenido interés en todo lo que tuviera que ver con el sexo a lo largo de mi vida. Sin embargo, hoy ya me había tenido que tocar hasta correrme en dos ocasiones, una después de la azotaina que me había dado Carlos y otra esta tarde, después
