-¿Solo una hoja y media en más de dos horas?-di un respingo por el susto que me llevé al escuchar la voz de mi compañero de piso tras de mí. Miré al ordenador y vi que me había pasado una hora y media cavilando sobre lo que sentía o no sentía por Carlos. Esto no era bueno. Me quedé congelada, con los ojos abiertos, sin querer mirar a mi espalda. Me sentía como esas protagonistas de las películas de miedo que sabían el peligro que tenían a la espalda, con la diferencia de que yo no sentía ningún deseo por girarme y ver lo que me esperaba. Ya tenía suficiente con mi mente trabajando a ese respecto. No me lo podía creer. Había estado tan ensimismada en mis propios pensamientos e intentando analizar lo que sentía que ni siquiera lo había escuchado entrar en el piso. Me había puesto a pensar en

