Prefacio
-Ese hombre que tú ves ahí… Jamás te ha amado. Él vino a la empresa a ofrecerle dinero a mi padre a cambio de casarse contigo. -
-¿Quién podría fijarse en alguien como tú, Amelia? No eres nadie sin el apellido Lombardo. –
Esas palabras resuenan en mi mente como una horrible canción que no puedo detener por más que trate de hacerlo.
¿De verdad me compró? ¿Para qué, si no me amaba? ¿Quería burlarse de mí? ¿Para qué fingir algo que no sentía? ¿Para qué ilusionarme? ¿Para qué? ¿Sólo para entretenerse? ¡Maldición!
Todos me han mentido y me han usado para su propio beneficio, pero ya no más. Saco las maletas que usé en mi jodida boda con el jodido imbécil de Gian Mancini y comienzo a sacar toda mi ropa del armario.
Lo escucho golpeando la puerta una y otra vez, exigiendo entrar para explicarme las cosas, pero decido ignorarlo y atranco la puerta con una silla mientras sigo con mi trabajo.
Ya no me importa nada de lo que él tenga para decirme. Tuvo muchas oportunidades, pero siempre eligió mentirme.
Me concentro en guardar todo en mi maleta hasta que otros gritos me distraen.
Leandro está aquí.
Reúno toda la serenidad que puedo y, con una débil sonrisa, abro la puerta para encarar la parte más dolorosa de mi vida.
-Estoy lista, Leandro, llévame lejos de aquí. – digo, mirando a mi amigo mientras arrastro mis maletas.
-Por favor, escúchame. Tienes que saber cómo son las cosas en realidad.- sisea furioso Gian, pero lo ignoro.
Trata de sujetarme del brazo pero me alejo de él y Leandro se interpone entre nosotros. Miro a Bianca y a mi prima Adrienna, quienes observan complacidas todo el alboroto.
-¿Están satisfechas con el espectáculo, brujas?-
-No tienes por qué hablarnos así, aquí nadie ha dicho nada que no sea cierto.-
-Yo les hablo como quiera. Pero tienen razón, no son unas brujas, son sólo un par de parásitos que se han gastado a manos llenas todo aquello por lo que trabajó mi abuela y mi padre. Espero que ese estilo de vida lo puedan mantener por siempre...Y a ti, pronto te visitará mi abogada con los papeles del divorcio. – digo a mi aún esposo y luego me marcho, sin darle tiempo a responder nada, pero juro que cuando regrese pagarán por todo lo que me hicieron.