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LA HIJASTRA DEL CEO

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Narra Jade

Me levanto muy nerviosa, mis pies y mi cuerpo aun tiemblan despues de las mil sensaciones que tuve en la noche, muerdo mi labio inferior cuando giro y lo veo durmiendo a mi lado, es un Adonis, su cuerpo parece tallado por la diosa de Venus para llevar a las mujeres a la locura, no puedo dejar de sentirme culpable por sentir que el ya es mi mundo entero y mis planes se vinieron en mi contra.

El debería ser el hombre que mas odie en el mundo, pero el odio tiende a estar mas cerca del amor, son fuerzas iguales de intensas que pueden cambiar de un momento a otro.

Bebo un vaso de agua y reflexionó cada paso que di hasta llegar a este momento, regrese de Francia con un único propósito encontrar a mamá y vengarme de mi padrastro por desaparecerla durante tanto tiempo pero ahora soy completamente suya.

Soy la amante del CEO mas importante de la ciudad, el empresario mas amargado del mundo, y el hombre mas hombre que conocí, mi padrastro.

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JADE
Capitulo 1 NARRA JADE……… Bebo una gran taza de chocolate caliente mientras miro el paisaje francés por la ventana de lo que durante 10 años fue mi cárcel, odiaba los barrotes con lo que pretendían retener el poder femenino de las mujeres del mañana, un internado de señoritas de buenas familias que diversos motivos dañaban el buen nombre de sus apellidos de abolengo que solo se exaltaban en la sociedad como si estos fueran una mina de riquezas, desde el primer momento que llegue aquí siendo tan solo una niña la primera pregunta que escuche fue ¿ de dónde viene tu apellido Stevenson?, creo que era un apellido por demás normal y común como los miles de ciudadanos que se mueren de hambre en las esquinas de las lujosas ciudades donde provenían las demás, y es que mi apellido no tenía alcurnia o abolengo, mi madre era una simple secretaria que poso sus ojos muy alto. Mi nombre es Jade Stevenson, tengo 18 años y soy la joven más normal del mundo, rubia de ojos azules, de tez blanca y sin ninguna distinción más que ser la rebelde del grupo, algunas veces las monjas de internado hablaban de la posibilidad de hacerme un exorcismo pero creo que sabían que el diablo tendría que pedirle ayuda a Jesús y sacar mis demonios en su nombre, si ya sé que suena a blasfemia pero no creo en Dios, me quito a mi madre y me inundo en una terrible soledad que hasta hoy no proceso. Marian era el nombre de mi madre, ella fue abandonada por papá siendo muy joven, no lo conocí y no quería conocerlo, aunque era una niña de 7 años apreciaba ver como mi madre se esforzaba en mil empleos mal pagos por darme todo lo que yo necesitaba, por fin una puerta se abría en medio de la oscuridad de nuestro pequeño departamento húmedo en los suburbios de la ciudad de Nueva York, ella consiguió un trabajo por demás bien pago, allí se enamoró de Jonathan Carpenter el empresario de modas más importante de la ciudad y que en pocos meses se convertiría en mi padrastro, lo odiaba por quitarme el cariño de mamá, odiaba sus reglas y en especial odiaba a mi hermanastro Sam Carpenter. Estaba rodeada de lujos que jamás imagine pero solo quería mi vida de antes, este dolor se prolongó por un año más de eterna felicidad para mi madre. Ese día aun lo recuerdo como si estuviera arraigado en lo más profundo de mi zona occipital, mi madre no llego a dormir aquella noche ni los días siguientes, la casa se llenó de policías y su imagen aparecía en los cientos de diarios que circulan en la ciudad, la tierra se la había devorado, estaba sola conviviendo con un niño de mi edad y verdaderamente insoportable, mi padrastro aquel hombre severo sentía real odio por mí, yo era una carga no tenía su sangre y debía permanecer en su casa, decidí agarrar mis cosas que no eran muchas para una niña de 8 años, un poco de ropa, mis juguetes en especial una Barbie edición cascanueces, el ultimo regalo de navidad que mamá había traído para mi, bueno, en aquella época pensaba que era santa y en verdad esa muñeca se volvió mi única amiga, agarre algo de mi cochinito de ahorros y escape de aquella lujosa mansión a la casa de las amigas de mamá en los suburbios el lugar que nunca debimos dejar, ellas me recibieron con agrado mientras yo lloraba su ausencia, dos días después Jonathan llego con la policía, nunca supe si mi acto genero algún problema en aquellas buenas mujeres solo sé que yo fui enviada lejos del país a este internado que odio cada día de mi vida. Me quedo dormida mientras una lagrima cae de mi mejilla y la limpio rápidamente, tengo la reputación de ser Chucky en este lugar y gracias a eso las hijas bully de los hombres más ricos del mundo solo me ven a lo lejos como un bicho con el que no deben meterse, desde ese primer momento que llegue quisieron quebrantar mi alma pero jamás lo permití, mi madre me enseñó a ser más fuerte que las circunstancias y eso haría a pesar de este encierro que me asfixiaba. Muy temprano los rayos del sol que entran por la ventana son los que me despiertan después de un largo día de clases sin sentido, nunca entendí como encontrar la tangente me serviría para la vida cotidiana, ¡feliz cumpleaños!- Escucho un grito, abro mis ojos sorprendida y veo a Laura y Samanta mis dos mejores amigas con un pequeño cupcakes y un cerillo como vela celebrando mi último cumpleaños en este lugar – Pide un deseo- sonríe Samanta esperando alguna broma de mi parte pero pido lo que todos los años, volver a ver a mi madre. Me baño, en un ultimo acto de rebeldía no me coloco el uniforme católico y horrible del internado, me dirijo a la oficina de la madre superiora que se escandaliza con mi vestuario atrevido de short y top -¡¿Qué haces vestida así?!- grita furica mientras su rostro se torna rojizo. - Porque soy libre desde hoy, así que puede meterse sus reglas por donde mejor le quepan – soy consciente que mi altanería puede ser grosera pero esta mujer me hizo la vida imposible durante mi estadía, llegue a pesar que mi flamante padrastro había pagado para romper mi alma, la anciana todos los días me recriminaba delante de mis compañeras mi actuar, era ese virus que ella quería eliminar sin embargo nunca me expulso. - No te puedes ir hasta que tu padre no lo autorice – intento mantener la cordura escribiendo en su largo libro de quejas al que llamaba Diario de campo, solo un simple libro para criticar cada aspecto de la vida de sus estudiantes. - Padrastro- aclare – Desde las doce con un segundo el ya no tiene autoridad sobre mí, me deja ir o la denunciare por secuestro – la amenace firme, creo que ella sabía por mi mirada que no estaba para rodeos, en verdad estaba dispuesta a matar y comer del muerto si era necesario para salir de ese manicomio. -¿qué harás? No tienes dinero – me dijo levantándose de su magistral silla de cuero acolchonado. - eso ya no le importa, deme mis papeles y déjeme ir ahora – extendí la mano esperando que cediera. La mujer no tuvo más opción que temblorosa buscar en los archivos mis documentos y entregármelos, era el primer paso de mi lista de deseos en mi cumpleaños 18. Me despedí de mis amigas, algunas me regalaron billetes para que subsistiera, la verdad es que desde los 8 años tenía un negocio ilícito de venta de exámenes, los respondía y pasaba las respuestas, ese dinero lo ahorre para este día. Me dirigí al aeropuerto y pague un pasaje de regreso a casa, debía enfrentar a Jonathan, en dos semanas mi madre seria declarada oficialmente muerta después de 10 años de ausencia, ante la ley ella ya no aparecería tendría derecho a su parte de la herencia por ser esposa de ese hombre, con ese dinero quería buscarla, no me rendiría porque un papel la declarara muerta, ese no era un obstáculo para mí, gastaría todas mis energías hasta saber que había pasado y si Carpenter tenía un mínimo que ver lo acabaría. Al pisar el suelo de Nueva York y sentir aquella brisa fría no pude evitar llorar, los recuerdos llegaban a mi cabeza con cada rincón que recorría de la ciudad, el short y el top que use como símbolo de rebeldía ante la madre superiora ya no era una gran idea, sentía que el frio me congelaba, tome un taxi y me dirigí a las oficinas de mi rival, el hombre que más había odiado en este mundo Jonathan Carpenter, mi padrastro. Las oficinas de aquel grupo empresarial dedicado la moda, era unan oda a la oligarquía que tanto odiaba, si era algo izquierdista y el capitalismo se vomitaba en todo el lugar. - vengo a ver a Jonathan Carpenter – me acerque a una de las mujeres de recepción, la mujer se rio burlona. - no sea ilusa, si quiere hacer casting de modelo hable con el encargado pero máximo le darán trabajo de limpieza – se rio de mí, creo que nunca me había sentido humillada y quise golpearla y borrarle esa sonrisita burlona de su rostro. -¿Jade? – escuche una voz familiar, un fuerte abrazo de Clara, la vicepresidente comercial de la empresa y gran amiga de mi mamá. - ¡Clara!- grite emocionada, ella era una buena mujer que desde la desaparición de mamá estuvo allí para mi haciendo un poco más lenta la agonía de mi soledad. -¿qué haces aquí? ¿No estabas en Francia?- pegunto sin salir de su asombro, ya era una mujer. - Vine a hablar con él, en unos días el dinero de mamá pasara a mis manos – tome sus manos intentando tomar un poco más de fuerza para la conversación que venía, ella me abrazo y decidió llevarme hasta la oficina del CEO. - ¿la conoce?- titubeo la recepcionista mientras yo regresaba la sonrisa burlona. - es la hija del CEO Carpenter – dijo Clara con una mirada firme mientras tomaba mi mano, regrese la mirada aquella mujer que se ruborizo de inmediato. -hijastra – aclare, imaginar que era hija de ese hombre me enervaba la piel. Clara me ayudo a llegar a la oficina principal mirándome sorprendida –Cuando termines de hablar con el búscame en mi oficina – me dio un tierno beso en la mejilla. Mi corazón temblaba y latía rápidamente al ver abrir esas dos grandes puertas de su oficina, años de sentimientos retenidos estaban a punto de explotar. -¡¿Por qué dejaste el internado?!- exclamo mientras me daba la espalda mirando al gran ventanal de su habitación, estaba furioso lo sabía porque esa voz había acompañado mis pesadillas . - es mi decisión ya soy mayor de edad, no tienes por qué meterte en mi vida- le recrimine altiva no estaba dispuesta a ser la niña tonta que él podía dominar. Giro su silla, su rostro se tornaba rojo de la rabia, se levantó y coloco sus manos en el escritorio con impotencia, odia tener esta edad y tener pensamientos carnales, lo odiaba pero no podía negar que era un hombre muy guapo, sus ojos zafiro que se cubrían con unas enormes cejas dándole ese aspecto de virilidad, su quijada cuadrada y su rostro fuerte me encantaban pero tenía que sacar esos pensamientos de mi cabeza, él estaba prohibido no solo por ser el esposo de mamá si no porque sospechaba que él era el principal culpable. Alce mi mirada y vi sus ojos delineando mi figura – Bienvenida – dijo señalando su asiento de visitas - ¿que buscas? – pregunto cruzando sus dedos mientras tomaba asiento. -buscar al culpable de la desaparición de mamá y no voy a descansar hasta lograrlo – Lo mire fijamente haciendo que se sonrojara.

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