CAPÍTULO 2

1764 Words
Carol busca más harina en la despensa para un nuevo pastel, pero esta vez que no estuviera quemado ni sabiendo raro o pareciendo un pedazo de popo. —¡Mamá! Por favor ayúdame. —¡Cariño me estoy bañando! —grita Karla desde la ducha—. ¡No puedo ir con los vecinos apestando! —¡Dios! ¿Ahora que hago? Desesperada busca sin mucho éxito, se va a sentar al sofá de la sala cubriéndose el rostro con las manos. No podía llegar con las manos vacías pareciendo una tonta frente a Jair, su cantante favorito que además eran casi de la edad, este tenía 17. ¿Qué le iba a decir? "Hola soy Carol tu vecina de al lado" Que ridícula al decir eso, a nadie le importaba quién era ella y mucho menos a él. Carol sube a su habitación desanimada, mira a todos lados y le echa una mirada a la ventana donde momentos antes estaban ella y su madre. La curiosidad despierta en ella y se acerca haciendo a un lado las cortinas discretamente y ahí lo ve. Parado en el pasto platicando con un hombre, su manera de hablar, sus gestos, su risa, todo de él era perfecto para ella. Se queda como tonta mirándolo un rato hasta que él voltea por instinto y la ve. Carol se aleja rápido hacia atrás y cae al piso bruscamente. —¡Ay! —Y que la que espía soy yo —dice Karla riéndose en la entrada del cuarto de Carol—. Pero la diferencia es que yo no soy tan tonta como para que me cachen. —Mamá cállate —dice parándose del piso y sobándose la rodilla. —¿Sabes? Te puedo enseñar como espiar y saber a qué hora sale y... —¡Mamá basta! No voy a acosar a Jair. —De tal palo tal astilla mijita —dice Karla yéndose a las escaleras—, ya te veré Carol, ya te veré. —¡Claro que no! —Le contesta indignada, ella no es de esas personas que acosan a las demás y mucho menos de las que espía por las ventanas, ese papel era de su madre y no se lo quitaría. La chica se da una ducha rápida, se viste con sus Jeans, una blusa de tirantes y sus converse negros. Enciende la computadora y le tiemblan sus manos. —Valla noticia que te daré Ana —susurra con una gran sonrisa. Ana era su mejor amiga desde el jardín de niños. Hacían todo juntas y se contaban todo por la confianza que se tenían una a la otra, razón por la cual Carol le contaría lo de Jair. Chat: Carol: ¡Ana! Visto✔✔ Carol: ¡Anita la huerfanita! No chingues contesta. Ana: ¿Qué? Estoy viendo como Damon y Helena se besan. Stefan desapareció ¡Ay no! Carol: Ven a mi casa ¡Ahora! Carol se levanta de su escritorio y comienza a saltar, se detiene justo en la ventana y se asoma discretamente. —¡Jair trae aquellas cajas! —¡Voy! Se podían escuchar las voces provenientes de la entrada de la casa de al lado, pero no mucho las caras de los vecinos y es que Carol no quería abrir más las cortinas de su ventana para que Jair no la volviera a cachar observándolo. Aunque la chica no podía ver mucho se conformaba con poder escuchar la voz de su cantante favorito en persona o más bien a unos metros.   —Hija, tu amiga la zanahoria está aquí. —Mamá no le digas así —le reclama Carol a su madre en cuanto baja a abrir la puerta. Ana y sus padres eran la otra familia joven del vecindario y vivían a unas casas. —Se me olvida el nombre de la huerfanita. —Se llama Ana. La conoces desde hace años. Karla voltea los ojos y Carol sale de su cuarto después baja las escaleras para abrir la puerta de la entrada. Cuando la abre deja pasar a su amiga Ana quien es de estatura más baja que Carol de tez blanca, pecas por todo el rostro y cabello entre rojizo y anaranjado que resaltaba con sus ojos verdes. —Hola, señora Martínez. —Hola zanahoria— contesta Karla, pero rápido corrige—, hola huerfani... Ana. Hola, Ana —Karla ríe nerviosamente y mejor se va dejando a las dos chicas solas. —¿Para qué querías que viniera? —pregunta Ana sentándose en el sofá—. Hubieras ido tú a la mía. —Está lejos —responde Carol sentándose junto a ella lista para darle la noticia. —¿Sabes que vivo a cinco casas no? —Aja —le responde sin prestarle atención. —¿Quién se muda a la...? —¡Jair Parra se muda a lado! —¿Qué? —la pelirroja abre los ojos. —¡Sí! Míralo por la ventana. Carol toma de la mano a Ana antes de que ella termine de reaccionar y la empuja a la ventana de la sala. Las dos se pegan al vidrio, pero escondiéndose entre las cortinas. —Tiene que salir —susurra Carol provocándole miedo a su amiga por los ojos de loca que tenía la morena en esos momentos. —¿Te sientes bien? Porque... —¡Cállate y ve! —la toma de la cabeza y la pega a la ventana estrellándola en el vidrio provocando que sus cachetes redondeces se marquen. —¡Ay! —Que te calles pendeja. Ana se calla y mira hacia afuera a la cochera de los vecinos. Las dos chicas observan y cuando ven salir al cantante de la casa de al lado las dos gritan aturdiéndose una a la otra. —¡Hay que ir con el! —se apresura a decir Ana corriendo a la entrada. —Tú no iras a ningún lado pelos de zanahoria —grita celosa Carol tomando a su amiga del cabello y sentándola en el sillón. —¡Ay! —Debemos ser precavidas no hay que asustarlo... —¿Por qué me jalaste el cabello? —Porque estabas por cometer una estupidez. —Pero si solo quería conocer a Jair. —Pues por eso pendeja —susurra Carol celosa y rabiosa entre dientes. —¿Qué? —Nada, que te quiero —responde Carol rápido —. Mira, hay que planear como conocerlo de una manera improvisada. Sorpresiva. —¡Eh! ¡Te habla tu vieja amargada que tienes de madre por teléfono! —grita Karla desde la cocina. —¿Quién, señora? —Tu mamá chiquilla —responde la madre de Carol volteando los ojos. Mientras Ana se va a contestarle a su mamá Carol se queda mirando a Jair siendo discreta. ¿Qué hacía un famoso como él en un vecindario como en el que ella vivía? Teniendo muchos lugares hermosos a donde ir ¿por qué allí? Ni Carol podía responder a esas preguntas. —Carol me tengo que ir... ¿Carol? Ella seguía mirando a Jair con la baba de fuera, era todavía imposible asimilar que ese chico alto, de tez blanca, ojos cafés, cabello oscuro ondulado, sonrisa linda y con una voz tan hermosa se mudara en las vacaciones de verano al lado de su casa existiendo miles de casas, de ciudades y demás, pero entre todas se mudó allí al lado de la suya. —¡Carol! —¡Ay! ¿Qué? —Ya me voy porque mi mamá... —Si, ya vete —le responde agitando su mano, pero sin despegar la mirada de su novio, como solía llamar a Jair. —Tonta —le dice Ana saliendo de la puerta algo enojada, pero no tanto ya que Carol y Ana así solían llevarse, pero la pelirroja casi nunca era grosera, más bien ella era la amiga matadita que no despejaba la mirada de los libros de matemáticas, ciencias, física y demás asignaturas. Y Carol era… Pues Carol. Ana comienza a caminar con rapidez hacia su casa ya que su madre iba a castigar si no llegaba, pero sus ganas de conocer a Jair eran más grandes que la chancla de su madre así que a medio camino se regresa corriendo en dirección a la casa de Jair quien estaba ya entrando, pero eso no le quita las ganas que tiene Ana de hablarle. Carol se percata desde la ventana de su sala que su amiga se dirige con una sonrisa de tonta a la casa de su novio y furiosa corre a su habitación tan rápido que hasta parece que alguna fuerza sobrenatural la ha ayudado y esa fuerza tiene nombre, se llama Celos. Toma su pistola de agua de larga distancia y se asoma por la ventana lista para disparar, pero desde esa ventana era posible así que corre a su balcón y apoya la pistola en el barandal. —Ahora si —dice Carol con una risilla macabra. Ve a Ana atravesar el jardín dispuesta a tocar la puerta y en justo en eso Carol comienza a disparar frenéticamente agua a su amiga quien lanza gritos y se aleja de la entrada corriendo. —¡Vete trepadora de quinta! —grita todavía disparándole—. ¡Chu, Chu! Gata urgida y en celo. —¡Carol! —grita Ana corriendo para que Carol no la siguiera mojando. —¡Cayese zanahoria con patas! ¡Chu, Chu! Ana toda mojada sale corriendo en dirección a su casa por la banqueta luego tropieza y cae por culpa de un borde salido provocando que su melena rojiza le caiga a un lado embarrándose las puntas de mierda de un perro que tuvo la amabilidad de dejar ahí. —¡Ay pendeja si me dolió! —se dice así misma mientras se levanta y sigue corriendo. Carol ríe por el espectáculo de su amiga y se mete a su cuarto aun riéndose, deja la pistola en su cama y se sienta a un lado. —¿Pero que acabo de hacer? —piensa en voz alta sintiéndose muy apenada. ¿Qué le había pasado? Ella no era así, pero su amiga quería conocer a Jair antes que ella y no lo iba a permitir. Se queda callada y luego se dice a si misma que eso fue necesario y haría todo lo que fuera posible e imposible para alejar a toda ofrecida trepadora de la casa de Jair futuro esposo y padre de sus hijos. —Dios necesitare más agua... Y orina de mi abuela.  
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