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2969 Words
—¿Por qué has estado ignorando mis mensajes? —Dante se sienta en mi pupitre, ¿Qué derecho le da? El domingo en la noche, antes de que me fuera a la cama, estuvo enviando mensajes preguntando si había ido al hospital y que resultados me dieron. No respondí. Estaba demasiada cansada para responder y lidiar con sus cambios de humor. —Ah, esos mensajes. Estaba cansada para responder. —¿Cómo haz estado? —aunque en el fondo escondía una preocupación que no entendí, su voz fue plana. —Bien, gracias. —¿Fuiste al doctor? —Si, Azael me llevó ayer. Hace una mueca. —Ese chico sigue merodeando. ¿Qué significa para ti? —levanto una ceja. —¿A qué viene tu pregunta? —Curiosidad. —Te haré un resumen de todo, para que te vayas de una vez por todas. Fui al doctor y todo salió bien, y Azael solo es un amigo. —hago una pausa —no debería darte explicaciones, pero lo hago por respeto a lo que hiciste por mí. Ya que me sacaste de la alberca antes de que me ahogara. Asintió con la cabeza, y después se fue ¿Qué acaba de suceder? —¿Qué ha sido eso? —Judas estaba a mi lado esperando por una respuesta que no tenía. —No lo sé, creo que se ha vuelto loco. —Solo está preocupado por ti. —Pero para estarlo, es muy fastidioso. —Créeme que me ha sorprendido. —Vamos a olvidar todo esto, y sigamos en la clase. No quiero pensar ni en Dante y Azael, ahora. —¿Qué sucede con Azael? —Discutimos sobre mi salud, ¿no sé por qué todos ahora están interesados por cómo me encuentro? —Porque ambos están babeando por ti, eso es obvio ¿si no por qué? —Dejemos el tema por zanjado. No quiero saber nada de ninguno de los dos. —Creo que necesitamos un día de relajación. ¿Qué te parece ir al cine y después por una cena? Necesitaba un día de esos con mi mejor amigo. —Lo ocupo, lo necesito amigo de mi alma. Sácame de esta tempestad y llévame al cielo contigo. —Yo siempre, cariño.   A veces quería creer que en el fondo las personas eran buenas o que se arrepentían de sus pecados. Pero al final, terminaban decepcionándome. Todo este tiempo había estado queriendo la atención de Azael, pero no me había percatado que, si lo dejaba entrar a mi vida, también estaba dándole las armas para destrozarme. Luego estaba Dante, un chico enigmático que no conocía en absoluto nada de él. Ahorita podría estar feliz y después estaría mirándote como si quisiera matarte. Créeme que en lo que respecta a chicos, estaba jodida.   —Deja de pensar en esos idiotas. —No sé cómo hacerlo ¿me enseñas? Eres experto, cariño. —me tuerce la boca. —Suelo tener sentimientos cariño, deja de decir tonterías. —Eres como un maestro en esto, he visto cómo puedes lidiar con las personas. —Eso es porque no dejo que metan sus narices en mi vida. Hay una línea que no deben cruzar y si lo hacen, adiós. —¿Solo así? —enarco una ceja. —Si. Es una regla simple, y quien quiera estar conmigo debe respetarla. Se lo digo a mis amantes. —¿Nadie rompió esa regla? Mira hacia otro lado. Se que he tocado un nervio. Quien sea la persona que haya logrado llegar a Judas, tuvo su recompensa. Hay una historia detrás de esto y dudo que quiera contármela. —Hubo alguien ¿verdad? —no responde. —¿Judas? —toma el valor y me mira. Esta cabreado, lo he hecho recordar a esa persona. Pero no está enojado conmigo, sino a la persona que recuerda. Eso me llena más curiosidad. ¿Quién fue ese chico que rompió el corazón de mi mejor amigo? —Si, un idiota que creyó que podría con mi personalidad y juegos. —chasquea la lengua. —¿Qué fue de él? —Cambiemos de tema. Si no terminarás por quitarme el apetito. —estábamos en un restaurante después de ver una película. Judas no le gustaba hablar de su vida personal, y mucho menos recordar el pasado.   Hablamos de otras cosas triviales. Y la tensión se desvaneció.   ***   A veces no sé si la vida tiene algo en contra de mí. Recibí un correo que no esperaba ahora, al menos no en la etapa que se encontraba mi vida. Lo ignoré. El resto del día, estuve de mal humor. Ansiedad me consumía por dentro, mis manos estaban inquietas, y mi respiración se agitaba. Miré las cicatrices, mi corazón se aceleró, pronto el aire estaba faltándome. —¿Estás bien? —la mano de Judas se posó sobre mi hombro derecho. Sacudí la cabeza, necesitaba respirar. Me levanté y tomé mi mochila. Necesitaba irme de aquí, pedí permiso al maestro para hacerlo, sé que tenía varios rostros curiosos viendo cómo me iba. Estando en el pasillo corrí, necesitaba encontrar un lugar seguro. Voy a morir aquí, necesito poder respirar, mi pecho se levantaba con cada respiración errática que mis pulmones manejaban. A lo lejos escuché una voz pronunciando mi nombre, pero no me detuve para ver quién era. Ocupada mi espacio, y seguía pensando que iba a morir allí mismo en los pasillos del instituto. Sali y seguí corriendo, no sabía que rumbo llevaba, pero si sabía que solo necesitaba estar sola, y poder tranquilizarme. Cuando me detuve, me sentí mareada, y tuve que sentarme. Traté de controlar mi respiración, busqué en mi mochila una botella de agua para beber. “estarás bien, tienes que controlarte. Estas a salvo, trata de respirar” Esa fue mi mantra, mientras cerraba los ojos y me mecía donde estaba sentada. Poco a poco sentía que mi respiración estaba volviendo a la normalidad. Cuando la crisis pasó, tuve que ver dónde me encontraba. Era una zona cerca del instituto, no estaba perdida. Revisé mi celular, tenía mensajes y llamadas perdidas de Judas y Azael. Solo respondí el de judas, le dije que estaba bien. Me fui a casa y dormí todo el día. A la mañana siguiente le dije a mamá que me sentía enferma y que llamara al instituto para pedir permiso de mi ausencia. —¿Está todo bien? ¿Quieres que me quede? —mamá era una mujer de cabello n***o corto, que le llegaba hasta la nuca, con unas pequeñas arrugas que se asomaban en sus ojos, tenía una sonrisa amable. —Solo es un resfriado. Tomaré algunas pastillas y estaré mejor. —No tienes temperatura, eso es algo bueno. —Estoy bien, solo necesito descansar. Me dio un beso en la coronilla. —Llama si necesitas algo, vendré enseguida. Descansa un poco, te amo. —Yo igual, te amo. Cuando cerró la puerta, me cubrí de pies a cabeza y dormí. Un ruido fuerte hizo que despertara, ya era tarde. La puerta estaba siendo tocada por alguien. Le envié mensaje a Judas en la mañana para que no se preocupara. Él dijo que estaba bien, que cuando estuviera mejor hablaríamos. Se el interrogatorio que me esperaba a mi regreso a clase, pero no me preocuparía de eso, ahora. Mi cuerpo se sentía débil, más de lo que estaba antes de dormirme, al levantarme de la cama, un mareo vino a mí, mi estomago se revolvió, pero traté de no botarlo en el suelo. Tomé varias respiraciones hasta que me tranquilicé y bajé las escaleras con un cobertor cubriéndome, el cabello estaba semirrecogido en una coleta alta. Abrí la puerta, y odié hacerlo en ese momento. Dante estaba enfrente de mí, con el uniforme puesto. Y yo estaba con los ojos lagañosos, no me había lavado los dientes, y mi cabello era un nido de pájaros. —¿Dante? —sus ojos estaban abiertos por la sorpresa de verme así, y un semblante preocupado y desconcertado. —¿Estás bien? —¿Qué haces aquí? —estaba realmente curiosa sobre su aparición repentina en la puerta de mi casa. —He escuchado por los maestros que no vendrías a clase, y me he preocupado ya que ayer saliste corriendo del salón. Me encontré intrigado y vine a tu casa, le pedí a Judas la dirección, es como pude dar contigo. —se alborota el cabello. —Ah. —es todo lo que puedo decir. —¿Estás enferma? —Solo tengo un resfriado. —y por lo visto una repentina fiebre que estoy sintiendo ahora que me he levantado. —¿Tomaste pastillas? —Si, ya lo hice. Me quede dormida debido a ello. Asiente. Estaba nervioso. Me dieron náuseas y la cabeza me dio vueltas, mi equilibrio se tambaleo, y si no fuera por las manos de Dante que me alcanzaron en ese momento, estaría en el suelo justo ahora. Mierda. Esto se veía muy mal. La cabeza me dolía terriblemente. Entró a la casa y me llevó hasta el sofá. —Siéntate aquí, te miras débil. —mi respiración se sentía agitada, y todo me daba vueltas. Solo quería volver a la cama. —Te ves mal, debería llevarte al doctor. —sacudí la cabeza. No quería saber nada de hospitales. —Solo necesito descansar, ayúdame a ir a mi habitación, por favor. —susurré. Mi voz estaba muy débil y me costaba pronunciar palabras largas. Sus brazos cargaron mi cuerpo y me llevaron a mi habitación, no me quejé porque no tenía las fuerzas para pelear con él. Cuando me dejó en la cama, su mano tocó mi frente. —Tienes fiebre —escuché la preocupación en su voz. —Creo que enserio te llevaré al hospital. ¿Está tu mamá? —No, por favor. No quiero ir, mamá llega hasta en la noche de su trabajo, no quiero preocuparla —trago saliva, y duele al hacerlo. —Solo dame esas pastillas que están en esa mesilla con el vaso a su lado. Me tomé dos tabletas y las tragué con el agua. —Estaré mejor con esto. Sacudió su cabeza. —Enserio que eres terca. —Gracias por traerme a mi habitación. Ya estoy mejor —mentí. —Me dormiré un poco para descansar. Mi cuerpo se acomodó con el cobertor y me di la vuelta. Escuché la puerta cerrarse, él se había ido. Cerré los ojos y dormí. Minutos después sentí algo húmedo en mi frente, mis ojos pesaban así que no los abrí. Entre ratos, escuchaba que alguien murmuraba, pero no logré abrir los ojos. Estaba demasiado agotada. Mi cuerpo comenzó a tener espasmos, el frio calaba mis huesos, todo el cuerpo me dolía, lo sentía flojo. El cobertor no me protegía del todo. —Tengo frío. —me escuché murmurar a nadie. Estaba delirando al sentir algo caliente pegado a mí, mi cuerpo absorbió ese calor y se calmó solo un poco.   —¿Cómo sigues, amor? —la voz de mamá llegó a mis oídos, mi cuerpo estaba cansado, pero no tanto como al inicio del día. Abrí con pesadez los ojos. —Algo mejor, mamá. Se sentó en mi cama, y su mano fue a mi cabeza. —Tuviste fiebre, pero parece que ha bajado ¿Judas estuvo aquí? Entrecierro los ojos. —¿Por qué lo preguntas? Señala la cubeta con agua y los pañuelos blancos a su lado. —Vino a cuidarte. ¿Judas? Cuando estoy a punto de decir que no, recuerdo vagamente que Dante estaba en mi puerta esta mañana. ¿No fue un sueño? Hay unas pastillas y caja de té en la mesilla con una nota, mamá la lee. —Toma dos pastillas cuando despiertes con un té. Mejórate. —me mira —Es lindo de su parte. Te quiere mucho. —Si, me cuidó en la mañana —miento. Porque todavía tengo dudas de que Judas se haya quedado a cuidarme ¿fue él quien me cuidó mientras tenía fiebre? —Iré a prepararte el té, para que tomes con las pastillas que te dejó Judas. Vagamente tenía imágenes de unas manos tocando mis mejillas y frente, algo frio en mi cabeza y después un cuerpo cubriendo el mío, ¿fue Dante? Al día siguiente estoy mejor. Decido ir a clases, no puedo seguir perdiendo más tareas. Voy directo con Judas cuando llego a mi salón. —¿Fuiste ayer a mi casa? —Judas entrecierra los ojos. —No, me enviaste un mensaje diciendo que estabas solo cansada y dormirías, que hablaríamos cuando regresaras a clase. —Entonces, no fuiste —confirmo. El cuerpo de Dante va entrando por la puerta del aula. El uniforme que vi ayer, eso me hace recordar hablar con él, pero me sentía muy mal, casi vomito en sus pies ¿fue real? Sus ojos conectan con los míos y por un momento me pierdo en esos ojos azules profundos. A través de ellos puedo darme cuenta que fue él quien estuvo en mi casa cuidándome. Pierdo la conexión hasta que Judas me habla. —Te lo vas a comer con los ojos. El calor sube a mis mejillas. —No digas idioteces. —¿Qué sucede entre ustedes? —Nada. —Eso no me lo creo ni de coña. —Hablamos más tarde. Las clases fueron lentas y aburridas, como las recordaba. El hecho de que Dante estuviera allí, hizo que mis pensamientos se concentraran en él ¿Por qué estaba pasándome esto? Cuando las clases terminaron recibí un mensaje. ¿Estás mejor? Te he visto en el instituto. Era Azael. Devolví mi celular a su lugar. No quería lidiar con él, ahora. —¿Entonces? ¿Me contaras todo? Judas está presionándome para saber sobre lo que me ha estado pasando estos días, pero la verdad que no puedo contarle todo. Aunque es mi mejor y único amigo, esa parte de mi vida no quiero contársela, me avergüenza. Fuerzo una sonrisa. —No hay nada que contar, solo estuve enferma. —Trato de zafarme de su interrogatorio. Me mira detenidamente, sé que no se la va a creer. —Inventa otra mentira, porque esa no te la creo. Dejo escapar un suspiro. —He tenido algunos problemas, ya sabes, de amor. —Miento. —Mis sentimientos están con Azael, pero de pronto está Dante y no sé qué hacer cuando mi respiración se acelera. —estoy tratando de darle una mejor mentira a mi amigo, para que deje a un lado su interrogatorio. Pero no es del todo mentira, la verdad es que estoy confundida con mis sentimientos. Sus ojos se suavizan. Creo que me cree. —¿Es eso? ¿estás segura? —asiento. —La verdad, que ha sido difícil manejar esto sola. —Para eso estoy aquí, cariño. —me da un abrazo y agradezco eso. Necesitaba algo así. Dejo escapar un suspiro. —Solo necesito tiempo para aclarar mis sentimientos. —Tomate todo el tiempo que necesites. Ellos no son importantes ahora, lo eres tú. Siempre ponte encima de todos, como prioridad. —Lo sé, cariño. Es lo que hago, ahora. —¿Qué piensas hacer con ellos, si te buscan? Me encojo de hombros. No había pensado en eso. En mi casa pienso sobre ello. ¿Qué haré con Dante y Azael? Tan solo pensar, me duele la cabeza. Así que trato de no pensar en nada, y tomo mi cámara para ir a tomar algunas fotos. En el senderismo que hago, mi celular suena. Hola, Soy Catalina, la hermana de Dante. ¿Puedo verte? Su mensaje me sorprendió mucho.  Estaba terminando de tomar algunas fotos de los paisajes en las calles, que fuera algo urbano y minimalista. “Si” Me envía una dirección y reza; Espero no molestar. Llego al lugar que me ha citado, el cual se me hace conocido. Abre la puerta y entro. Es su casa. Recordaba todos estos tonos fríos y ausentes. ¿Por qué me ha hecho venir aquí? ¿Y por qué he accedido a venir? Fuerzo una sonrisa. —Hola. —Hola, disculpa que te haya hecho venir a mi casa. Hubiera sido mejor encontrarnos en un café, pero mi hermano no me dejó salir. —hace pucheros. Es tan linda. —No te preocupes, estaba cerca. Nos lleva a la sala y nos embarcamos en una conversación de su vida. Hasta que llegó Dante. Mi respiración se agitó al solo verlo. —Al menos saluda a las visitas, pienso que todavía tienes modales, Dante. —su hermana reprende. Él se detiene y me mira, mi respiración se atasca. Sus ojos son tan penetrantes, que hacen que mi cuerpo comience a hiperventilar ¿Qué hace conmigo? —Dante —advierte en su tono de voz, Catalina. Sus ojos se dirigen hacia ella. Eso me da ventaja para poder respirar. —Hola, Natalia. —Es la primera vez que lo escucho decir mi nombre. Sensaciones antes no experimentado vienen a mí, y eso me hacen sentir extraña. —Hola, —logro articular. Después desaparece de la sala. Eso ha sido algo demasiado fuerte por vivir. —Discúlpame, él no suele ser así. Debió tener un mal día, para que fuera grosero contigo. —No te preocupes —sonrío. —De hecho, tengo clases con él. Estoy acostumbrada a sus modales. Me da una sonrisa forzada. —¿Quieres tomar algo? —ofrece amablemente. Le pido un vaso con agua. hay mucha diferencia entre Dante y su hermana. Catalina, es linda y amable. Mientras que Dante es todo lo contrario, egocéntrico, y grosero. —La razón por la que te he llamado, es por algo que significa mucho para mí. —hace una pausa, y eso me hace generar curiosidad. 
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