7

2178 Words
Amanecí en la cama de Judas. Mi mejor amigo estaba acostado a mi lado, sonreí al verle una pestaña en su mejilla, la tomé con mi dedo índice y la soplé mientras pedía un deseo. —¿Te has despertado? —la voz de Judas me sorprendió. Mantenía sus ojos cerrados aún. —Si, ¿cómo he terminado aquí? —¿No recuerdas nada? —No. Pequeñas imágenes vienen a mi cabeza. —Tomé el reto y bebí seis cervezas en menos de tres minutos. Creo que el alcohol borró mis recuerdos. Abre los ojos y me mira detenidamente. —¿Enserio no recuerdas nada? —No. —Mierda ¿tendrás amnesia por el agua que tragaste anoche? ¿será que llegó a tu cerebro? —¿Qué? Estas diciendo babosadas. —Nat, no inventes. Anoche caíste a la alberca y te desmayaste, casi mueres. Habías consumido mucho alcohol y después tragaste mucha agua. No despertabas, te creíamos muerta. —¿Caí a la alberca? ¿Cómo? —Estábamos jugando cerca de la alberca y al parecer te mareaste y trastabillaste, no pudiste con tu peso y caíste. —¿Quién me saco del agua? Ahora se sienta en la cama, —Dante. —¿Qué? —Él vio cuando te caíste, nosotros estábamos jugando. Corrió de inmediato al verte caer y te sacó del agua. Estaba muy asustado el ver que no despertabas con los primeros auxilios que te dio. —hace una pausa —No quiso que nadie se te acercara y nos pidió alejarnos un metro para darte aire. Se comportó como todo un salvavidas. —¿Enserio hizo eso? —Si. Y bueno al final despertaste, pero parecía que no estabas del todo bien. Te quise llevar al hospital, pero te negaste, dijiste que solo querías ir a casa. Y como no podía llevarte toda mojada a tu casa, decidí traerte a la mía. —Gracias. —Estaba muy preocupado por ti, no dormí en toda la noche. Esperé que descansaras y respiraras mientras lo hacías para poder dormir —vi manchas negras debajo de sus ojos con bolsas. Era cierto, se quedó despierto toda la noche por mí. —Me diste un susto de mierda, chica. —Lo siento, cariño. —Me imagino que poco a poco iras recordando, tal vez tu cerebro sigue afectado por el alcohol y agua que ingeriste. —Tal vez. —¿Me llevas a casa? Necesito cambiarme para ir al trabajo. —Con gusto, corazón.   ***   Por la tarde mi cabeza dolía, así que tomé unas pastillas. En un momento una imagen de alguien teniéndome en sus brazos llegó a mi mente ¿será Dante? Me llega un mensaje de un número desconocido. Me dijo Judas que no recuerdas nada. ¿Fuiste al doctor? Debe ser Dante, porque no tengo su número registrado. ¿Dante? Si, soy yo. ¿No tienes mi número registrado? No ¿Por qué debería? Pone un emoticón de ojos en blanco. ¿Fuiste al doc? No. Estoy en el trabajo. ¿Estás trabajando? No puedo creer que te importe poco tu salud. Me siento bien. Por cierto, gracias por ayudarme. No importa. Deberías ir a que te revisen. Lo haré.   No me respondió. Azael fue a mi trabajo y me llevó algunos medicamentos para que mejorara. —Me he asustado mucho cuando has caído. Te llamé anoche, pero me imaginé que dormías. Así que he llamado a Judas y me ha dicho que te haz venido al trabajo ¿Cómo has podido? Deberías estar descansando. —No podía faltar. —Nat, por favor. Ven a que te revise mi padre. —No puedo, iré al hospital después si me molesta algo. —Nat, por favor. No seas testaruda. —Azael, no puedo irme ahora. Estoy en el trabajo, iré más tarde. —Te llevo mañana ¿te parece? Paso por ti temprano y vamos a que te revisen. Después te traigo al trabajo. Me quedé sin palabras. Este chico hacía que mi corazón se derritiera. No pude negarme. —Está bien, iremos mañana. Sonrío. —No te quito más tu tiempo, tomate las pastillas que he traído para ti, te vendrán bien. Si te sientes mal no dudes en llamarme. —Lo haré, gracias. ***   La mañana del domingo, Azael se encontraba en la puerta de mi casa. Gracias a dios, mamá había tenido que salir a trabajar por una emergencia. —Hola, buenos días. Nat. —Unos hoyuelos se forman en sus mejillas. Contengo la respiración. —Buenos días, Aza. —abre la puerta para mí y me introduzco dentro del auto. En el camino hablamos sobre mi salud y cómo me sentía. Entramos al hospital y en recepción es bien recibido, ya que por lo visto frecuenta mucho el lugar en busca de sus padres. —Está en el área de emergencias. Puedes encontrarlo allí. —Gracias, María. Encontramos a su padre rápidamente, —Azael ¿Qué te trae por estos rumbos? —se abrazan y puedo que los hoyuelos los obtuvo de su padre. El señor es alto, su cabello tiene algunas líneas blancas debido a su edad, y posee los ojos color verde agua, los ojos de Azael son un tono más fuerte de verde. Y, por si fuera poco, emana una buena energía. —Papá, he traído a una amiga mía para ver si puedes revisarla. Tuvo un accidente el viernes, y no quiso ir al hospital en ese momento. Su atención se dirige hacia mí. —Señorita, soy el doctor Ángel Bach —su mano es extendida para que la estreche. Con torpeza lo hago.  —Mucho gusto, soy Natalia Sánchez. —¿Y qué accidente tuviste? —miro a Aza para que me ayude, no puedo decirle que ingerí licor hasta desmayarme. Qué vergüenza pasar eso con el padre del chico que me gusta. —Ella cayó a la alberca y tragó mucha agua, no reaccionaba hasta minutos después. Queremos ver que su cerebro no haya salido dañado debido al agua, ya que no recuerda ciertas cosas después de sacarla del agua. —Oh ya veo, que mala pasada. Pasa conmigo, la revisaré. Me senté en una camilla y comenzó a revisar mi vista, después revisó mi pecho. Y fue a tomar las medidas de mi presión. —Pues tus pulsaciones son bien, al igual que tu corazón. Solo tu vista se ve cansada, deberías tomar reposo y para saber sobre tu cerebro se encuentra en perfectas condiciones, te enviaré a hacerte un análisis. Llamaré a una enfermera para que te lleve. Salió y fue hablar con su hijo, cuando la enfermera llegó me llevó al área correspondiente, y solo vi como ambos se me quedaban viendo a lo lejos. Media hora después me llevaron al consultorio de su padre. Ahí se encontraba Azael. —En unos minutos me traerán sus resultados, Srita. Sánchez. —Gracias. —¿Cómo ha ido todo? —Bien, todo fue de maravilla. —Me siento cohibida ante ambos hombres, quisiera meterme debajo de la mesa y salir cuando ya no estuviera el doctor, pero no puedo hacer ello. —Así que bien ¿De dónde se conocen? —Estamos juntos en el instituto. Solo que diferentes grupos. —Entiendo. ¿Natalia? ¿De dónde eres? Tu acento no es de aquí, por lo visto. Me gustaría saber más de ti, si no te incomoda. ¿esto era un interrogatorio? ¿pensaba que era su novia? —Soy de México. Mamá y yo, nos mudamos hace unos años y conseguí una beca completa en el instituto que estudio con su hijo. —¿Y tu padre? Me quedo en silencio, y envío todo el dolor que me causa hablar de él al fondo de mi corazón. —Falleció antes de que nos mudáramos. Azael nota mi incomodidad, y decide hablar por mí. —Creo que es suficiente padre, Natalia necesita descansar. Creo que deberíamos irnos. —¿No esperaran los resultados? —Creo que estará bien si me llamas cuando los recibas ¿podrías hacer eso por mí? —Claro que sí, hijo. Nos levantamos decididos a irnos, —Espero no haber incomodado con mis preguntas, Natalia. Suelo ser una persona muy curiosa cuando se trata de nuevas personas que mi hijo conoce. —Padre, tenemos que irnos. Me despedí de su padre y Azael me sacó de allí. En todo el camino tuve que aguantar la respiración y el dolor punzante que el recuerdo de mi padre traía consigo, cuando llegamos al auto me recargué en él y solté un suspiro. —¿Te encuentras bien? Estás agitada. —Estoy bien, solo necesito un poco de aire. La caminata ha sido larga —miento. —Lo siento, mi padre es imprudente. No sabe cuándo parar con las preguntas. —No te preocupes, en realidad no estaba preparada para esa última pregunta. Me ha tomado desprevenida. —Lo entiendo ¿quieres agua o algo? Tengo agua en el coche. —Abre la puerta y me tiende una botella. Bebo un poco para recomponer mi compostura. —¿Mejor? —Si, gracias. ¿Podrías llevarme al trabajo? —Creo que deberías ir a descansar. Papá dijo que necesitabas para mejorar. Tal vez por eso tu cerebro aun no puede recordar algo. —No quiero descansar, solo necesito distraer mi mente en algo más. —Natalia, por favor. Toma en cuenta tu salud. Estaba empezando a cabrearme. —Azael, por favor. Accedí a venir aquí y tu papá dijo que todo está bien, voy tomar reposo después, no ahora. Así que te pido por favor que me lleves a mi trabajo. —Está bien —me abrió la puerta y cerró. Durante el viaje no hablamos, cuando me dejó en mi trabajo solo pude darle las gracias por llevarme y cerrar la puerta. No me respondió nada. Sabía que se había enojado por mi comportamiento respecto a mi salud. Pero él no tenía que decidir qué haría para mejorar. Nunca me cuidé cuando enfermaba, de hecho, cada vez que lo hacía mamá se encontraba trabajando y yo cuidaba de mí misma en casa. Iba a la farmacia a comprar medicamentos y con eso me curaba. Nunca fui al doctor, y mamá no se enteraba de mis enfermedades, ya que cuando ella llegaba al día siguiente estaba mejor. Así que no estoy acostumbrada que alguien cuide de mí, que no sea yo. Soy la única que puedo ver por mí misma, ya que, si empiezo a dejar que otros cuiden de mi salud, me acostumbraré a ello tanto, que cuando falten esas personas, mi organismo lo sentirá. Las decepciones son peores que las enfermedades, te lastiman y matan lentamente. Al final de todo, me volvía a quedar sola como al comienzo y así debía de ser. Entre menos personas en mi vida, sería menos el dolor que provocarían al dejarme.   El trabajo me sirve para distraer mis pensamientos de Azael, tomo un par de aspirinas para el dolor de cabeza que siento, al pensar mucho en el pasado. Recibo mensajes de Judas preguntando por mi salud y le digo que estoy bien. Después hay otro de Matías, donde me dice que le ha gustado mi regalo y que empezará hacerlo. No hay nada de Dante ni de Azael. Termino mi jornada y me voy a casa, en el camino me encuentro a Richard, un amigo de la tienda. Es taxista y me dice que me llevará a casa. —¿Cómo haz estado? —no sé qué decir al respecto, tan solo mentir. —Bien. —¿Convences a todos con tus mentiras? —¿Disculpa? —Llevo tiempo en este trabajo, he conocido a muchas personas a lo largo de mi vida. Sé cuándo mienten, y tú eres muy mala haciéndolo ¿Qué te ha pasado? ¿mal día? Dejo escapar un suspiro. —Si, de hecho, tuve una discusión con el chico que me gusta, además de que el pasado está volviendo a mí. —Parece que andas en problemas, cuando el pasado se interpone en tu vida, solo termina en desgracia y eso si tú llegas a permitírselo. —Lo sé, no sé cómo puedo llegar a evitar ese desastre que está por llegar a mi vida. —Estar alerta para lo que se avecina. Llegamos a mi casa. —Gracias por traerme, me sirvió tu consejo. —No hay de qué, aquí estoy para cuando quieras otro consejo. Tengo muchos, amiga. Sonreí. —¿Cuánto te debo? —No es nada, ve a casa a resolver esos problemas que tienes en la cabeza, y no pienses mucho porque eso hará que enfermes. —Gracias, Richi. —Adiós. Justo como me dijo él, no pensé al menos en mis problemas por esta noche y fui directo a la cama después de un baño. Mamá ya se encontraba en la cama, así que no tuve con lidiar en contarle sobre mi desastroso día porque entonces no podría mentirle y tendría que contar toda la verdad, y no estaba preparada para ello.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD