CAPÍTULO 1

1608 Words
El tipo, tiene alrededor de unos treinta años (diez años menos que mamá). Es blanco, ojos grises, cabello castaño y una mirada profunda que no se por qué, me hace estremecer. — Hola, Matteo. Un placer. — Estrecho su mano y una corriente eléctrica atraviesa todo mi cuerpo, Mientras nuestras miradas se cruzan. — Vamos a pasar al comedor, la cena esta lista. — Anuncia mamá y espero que no se haya percatado, de la forma en que nos miramos su novio y yo. Tomamos asiento los tres en el comedor, comenzando a cenar. Me aclaro la garganta. — Bueno y... ¿cómo se conocieron?. — Pregunto para tratar de romper el hielo, llevando un bocado de la comida a mi boca. — Fui paciente de Rebecca. Es una excelente enfermera. — Comenta, por lo que mamá le sonríe, se acerca y deja un casto beso en sus labios. Tomo un poco de agua, por la incomodidad que me genera la escena. Me limpio con una servilleta. — ¡Sí!, Mamá es la mejor. — Respondo y tuerzo una sonrisa. — Y tú, Michelle, ¿A qué te dedicas?. — Indaga curioso. — Actualmente busco empleo, para poder pagarme la carrera que quiero estudiar. — Le relato y asiente. — ¿Y usted?. — Le devuelvo la pregunta. — Yo tengo una empresa de telecomunicaciones y ahora que me dices lo del empleo, justo estoy buscando una asistente. ¿Por qué no vienes a trabajar conmigo?. — Propone con una sonrisa y a mamá se le ilumina el rostro. — No creo, que sea correcto. — Respondo, algo apenada.  — Hija, Matteo sólo quiere ayudar. — Me reprende mamá. — A demás... — Juega con sus dedos.  — ¿Qué pasa, mamá?. — Pregunto seria, porque su cara no me está gustando. — Con Matteo, estuvimos hablando sobre nosotros y pues ya tenemos más de un año juntos, así que hemos decidido avanzar en nuestra relación. Por eso, nos invitó a vivir con él, a su casa. — Suelta y abro los ojos de par en par, a la vez que casi me atraganto con la comida. Sin decir nada, corro a la cocina, seguida por ella. — ¡Michelle!, ¿Qué demonios te pasa?. — Me reclama, en voz baja. — Por Dios, ¿Te das cuenta de la locura que acabas de decir?, Te vas a vivir con un hombre, que podría ser tu hijo. — Rebato molesta. — En el amor no hay edad, niña.  — No pienso vivir con un desconocido, mamá. — Reniego. — La decisión está tomada, así que te guste o no, mañana nos mudamos con Matteo. — Concluye. — Jamás me tomas en cuenta. Eres demasiado injusta. — Finalizó y me voy a mi habitación, sin siquiera despedirme. Lloro, hasta quedarme dormida. — Buenos días, Michelle. — Me despierta, como si nada estuviera pasando. — No sé qué le ves de buenos —  contesto del mala manera y mamá me da una mirada asesina. — Cuidado con cómo me hablas, Michelle y mejor empaca tus cosas, que en treinta minutos salimos. Si no vienes, te olvidas que tienes madre. — Amenaza y sale de la habitación, dando un portazo. Sin más remedio, saco mi maleta del closet, pongo todas mis cosas, me doy una ducha y sin arreglarme mucho, salgo con un nudo en mi pecho. Decido no desayunar y durante el viaje, me la paso en silencio. Más que casa, Matteo tiene una mansión enorme y muy ostentosa. Claro, quiere lucir sus millones. — ¿Te gusta la casa, Michelle? — pregunta él, mientras damos un recorrido. — Es bonita. — Encojo mis hombros. — ¡Ven!. Te mostraré, la que será tu nueva habitación.  Subimos las escaleras, Matteo la abre la puerta y quedo atónita, al ver lo grande y hermosa que es mi habitación. — ¿Qué te parece?. Si quieres hacerle algún cambio, tienes toda la libertad para ello. — Me sonríe y mamá también lo hace. — Así está bien, gracias — Respondo seca. — Quisiera arreglar mis cosas, si es posible. — Pido. — Por supuesto. — Responde, toma la mano de mi madre y ambos salen del lugar. La habitación es perfecta, pero no la siento mía. Aunque no tenía tantos lujos, extraño mi casa. Estoy desempacando y en el proceso, encuentro una foto de mi papá, la que llevo a mi pecho y las lágrimas me salen sin permiso. «¿Por qué tuviste que morir?». Me pregunto una y otra vez, abrazando la foto. En ese momento, el novio de mi madre abre la puerta. — ¿Estás bien? — Pregunta con timidez. — ¿No le enseñaron a tocar la puerta?. — Le pregunto, secando rápidamente mis lágrimas. — Toqué, pero no hubo respuesta y pensé que te había pasado algo. — No tiene por qué preocuparse por mi. — Reniego y camino hacia el baño. Él me toma la mano y vuelvo a sentir esa corriente eléctrica. — ¿Por qué llorabas?. — Mire, Matteo. Con todo respeto. Usted puede ser el novio de mi mamá, pero no es nada mío, así que por favor, mantengamos la distancia. — Me suelto de su agarre. — Sé que te tomó por sorpresa, pero debes aceptar la realidad. Tú mamá y yo nos amamos y... nos vamos a casar. Sus palabras, hacen que me hierva la sangre   — ¿No que solo iban a vivir juntos?.  — Sí, pero anoche lo pensé mejor y Rebeca está feliz. Camino a paso veloz hasta la cocina, donde está ella con una de las empleadas. — ¿Te vas a casar?. — Grito furiosa. Ella abre sus ojos con sorpresa y asiente, después de tomar aire. — ¿Por qué demonios soy la última en enterarme de tus decisiones, mamá?. — Vuelvo a gritar, mientras niego con la cabeza. — Tengo derecho a rehacer mi vida, Michelle. No seas egoísta. — Toma la mano de su novio, que está viendo la escena. — Sí, pero, casarte ya es demasiado. — ¿Envidia?. — Pregunta burlona. — Claro que no. Yo no quisiera que la gente hable de mí, por estar con alguien que podría ser mi hijo. Lo siguiente que siento, es su mano estrellarse en mi mejilla. — ¡Rebeca!. — Matteo la reprende y cuando volteo mi cara, mi mamá me mira horrorizada. — ¡Hija!. — Intenta acercarse y yo doy unos pasos atrás, mirándola con odio. — Váyanse al diablo. —Digo y salgo de esa casa. Camino por el sector, hasta que encuentro un bar. Limpio mis lágrimas y entro. — Hola, hermosa. ¿Que te ofrezco?. — Me atiene un chico muy guapo, al tomar asiento en la barra. — Dame un vodka, por favor. — Pido. — ¿Mal de amores?. — Pregunta, entregándome la copa llena. — Más bien, una madre a la que no le importo. — Sorbo mi nariz. — ¡Vaya!. Que fuerte. ¿Cómo te llamas?. — Michelle. ¿Y tu?. — Fabricio. Es un gusto conocerte. — Estrecha mi mano y comenzamos a hablar.  Fabricio es un chavo agradable. Estudia comercio internacional y trabaja en las noches en este bar. Tiene 25 años y vive sólo, ya que su familia vive en los Estados Unidos. Le platiqué que mi padrastro me ofrece trabajar como su asistente personal. — Hermosa, ¿Y por qué no aceptas la propuesta de tu padrastro?. — ¿Estás loco?, no pienso hacer eso. — Vamos, Michelle. Necesitas ese trabajo, si quieres estudiar e independizarte.  Dios, Fabricio tiene razón. Tal vez acepte la propuesta, pero que ni crea que le agacharé la cabeza. No sé a qué hora se me pasó el tiempo, conversando con del apuesto barman. Son las 3:00AM — Tengo que irme, Fabricio. — Anuncio, poniéndome de pie. — ¿Me das tu número?. — Pide sonriente. Le sonrió de vuelta. Tomo una servilleta, un marcador y lo anoto. Se la entrego. — Me gustó conocerte. — Me da un beso en la comisura de los labios, por lo que sin querer, siento mis bragas humedecerse. Me despido, tomo un taxi y llego a casa de Matteo. Al cruzar por la sala, la luz se enciende y él está ahí parado, con el ceño fruncido. — ¿Qué son éstas horas, muchachita?. — Me mira serio.                      
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