CAP 3: EL CONTRATO

870 Words
- Señor Tomás, no sé cómo podría ayudarlos si no soy propietaria directa ni tengo ahorros. Necesito que sea más claro por favor, vayamos a lo importante. - Si así lo desea my lady, le ofrecemos un matrimonio con quien le habla por un término de 5 años.- culminó esta frase con cinismo y una mirada de satisfacción que daba terror. Mérida se paró y comenzó a sentir que le faltaba el aire, podía sentir como su corazón palpitaba, sintió como un zumbido invadía sus oídos, su mirada se distorsionaba, caminaba por todo el despacho sin un rumbo fijo, estaba desorientada. Observó a su padre el cuál estaba inmóvil, mirando hacia la ventana. > Mérida estaba enfurecida con estos pensamientos. - Señorita, ¿ desea beber un poco de agua? - sugirió Tomás comenzando a preocuparse. - Si por favor. Quiero que me expliquen qué pasa si no acepto. ¿Mi padre iría a la cárcel? ¿Realmente perderíamos todo? Papá, ¿estás de acuerdo con esto? ¿Consultaste con otros abogados? - Si hija, consulté y Carlos es el mejor en su área. Si te cité a esta reunión es porque creo que es la mejor solución. No puedo ir a la cárcel y dejarlos a ustedes sin hogar, sin permitirte cumplir tu sueño de graduarte. - ¿Cómo sabemos si aceptando este vergonzoso contrato voy a poder cumplir mis sueños? ¿Qué nos garantiza que realmente van a cumplir su palabra? Carlos iba perdiendo su paciencia al escuchar a esta joven que dudaba de él y de su inteligencia, debía frenarla antes que se arrepintiera de ayudar a esta familia de pobres y mentirosos. - Mérida, nosotros somos hombres de palabra. De hecho, mi hijo redactó un contrato para tu seguridad y la nuestra. Deberías leerlo con calma, consultar todas tus dudas. Mi intención es ayudar a un viejo amigo, como tantas veces me ayudó él cuando éramos chicos. - Esto va en contra de todos mis principios. Vivimos en el siglo XXI y estamos considerando un matrimonio como si fuese tan solo una venta de un auto. ¡Soy una mujer! ¡Merezco respeto! ¿Por qué no propusiste a tu hijo? Ah claro, el pobre hijo favorito no tiene una v****a para ofrecer, además cómo vamos a vender a un hombre, es una locura. Pero claro, una mujer adulta, universitaria, si es digna de considerarse mercancía. Roberto no sabía qué responder y ante el silencio de él, Mérida iba perdiendo los estribos y se envalentonaba para seguir despotricando. - No sabía padre que me considerabas mercancía, se ve que todos estos años que me cuidabas, me acompañabas en mis peores momentos, no lo hacías porque realmente querías, tenías un fin oculto y hoy lo demostraste. Resultaste ser el mismo macho, cabrón, de los años 50. El hombre trabaja y la mujer a la cocina. Me avergüenza ser tu hija. Al terminar de decir estas palabras, los hombres quedaron perplejos, su padre no podía verla mientras lágrimas amenazaban con caer. Carlos creía que iba a ser un procedimiento más sencillo, ¿Quién en su sano juicio no quiere casarse con su hijo? ¿Quién no quiere que le salven sus problemas económicos? No era el caso de Mérida. A Tomás le atraía esta personalidad que estaba revelando Mérida, siempre creyó que era una sumisa de su padre y que, como ratón de laboratorio, no tenía la valentía para defender a las mujeres, ¡para defenderse! Tomás se acercó a ella con una botella de agua, la cual ella aceptó de mala gana, pero la necesitaba. - Tomás me gustaría leer el contrato. Pero que conste que esto lo voy a leer solo por mi madre, que ella no tuvo la posibilidad de estudiar y trabajar porque tuvo que seguirte a ti padre, para que cumplieras tus sueños, mientras ella criaba dos hijos y te esperaba en casa con la comida. ¡Y cuántas veces no volvías a casa por tus estúpidos descubrimientos! ¡Días sin saber de ti! Si vas a la cárcel, no me interesa. Pero a mi mamá no le va a faltar nada. Si yo firmo este contrato, inmediatamente te vas de casa. Mi madre ya desperdició 30 años de su vida al lado de un hombre que decía amarnos y cuando entró en crisis decidió vender a su hija. Quisiera saber que más venderías o que otras crisis estás viviendo. Tomás le entrega los papeles con mucho cuidado pero especialmente con respeto y admiración. Ya no quedaban rastros de esa joven amable y delicada de hace dos horas atrás. Ahora era una fiera preparada para rescatar a quien amaba. - Mérida, déjame darte mi número personal. Ve a tu casa, lee tranquila el contrato y ante cualquier duda no dudes en llamarme. Voy a estar pendiente por si necesitas cualquier tipo de ayuda. Mérida ya no creía ninguna palabra que saliera de la boca de estos tres hombres. Saludó a Tomás y decidió ir a su lugar en el mundo, el único lugar que realmente la ayudaba a pensar con claridad. El mar.
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