Carol la madre de Tomas Williams, tenía ya sesenta y cinco años, siempre fue una mujer dulce, pero también de carácter firme, ella estaba ese día llena de júbilo, todo había salido demasiado hermoso.
Iban de regreso a casa, los recuerdos la invadían, ya Sara era una chica mayor de edad, a pesar de que ésos doce años al frente de la crianza de su nieta había sido bastante contrariado.
Cada vez tenía qué estar enfrentando a su hijo, quién se había vuelto sumamente sobreprotector con la niña, de querer todavía después de tanto tiempo, mantener a Sara alejada de las reuniones sociales.
Al final ella había podido persuadirlo de qué ella podía acompañarla, pero era muy exigente, así que verla ahora convertida en toda una mujer era un sueño hermoso.
Solo tuvo dos fiestas de cumpleaños, una en la casa, a puertas cerradas y ahora ésta que después de tanto rogar y rogar le había concedido hacerla pública, con pocos invitados, pero definitivamente más de cuatro que fue lo permitido esa vez.
Ahora pensaba hablar con él, era tiempo de darle espacio a su hija, ya no era una niña, ya tenía un año asistiendo a la universidad, no se veía normal a una abuela acompañando en todo lugar a su nieta.
Ella también necesitaba reunirse con sus amigas, tener vida social, había estado dedicada por completo a su nieta, y aunque la amaba, no era justo aquella dictadura.
Llegó al edificio donde funcionaban las empresas y sin anunciarse siquiera entró a la oficina de Tomás, su hijo.
— Buenos días, saludo a la chica detrás del escritorio.
La chica levantó la cabeza e iba a decir algo, pero Carol Williams, ya estaba dentro de la oficina de su hijo; él cuando la vio entrar, se puso de pie con ojos entrecerrados, sabía que cuando su madre venía con esa actitud, significaba que habría problemas serios, se preparó para recibirla.
— ¡Hola mamá! ¿Cómo estás?— saludó Tomás a su madre.
— ¿Cómo voy a estar Tomás?— dijo Carol, con la voz alterada— necesito que escuches lo que vengo a decir.
Tomás que no sabía por qué su madre venía en son de guerra dijo:
— Pues debe ser algo serio, cuando te has tomado la molestia de venir a interrumpir mi trabajo— dijo Tomás.
Carol con manos en jarra sobre sus caderas permaneció de pie diciendo:
— Si lo es, serio no es la palabra— informó ella— ¡Delicado, diría yo!
Su hijo mantuvi su expresión de confusion cuando dijo:
— A ver; ¿qué es es eso que te parece tan delicado, madre?— preguntó Tomás Williams.
Carol, ésta vez se sentó frente a su hijo con el rostro muy calmado, aunque se sentía nerviosa.
—Cuando se fué Margarita— empezó Carol diciendo— creí que era una crisis de miedo lo que tenías, ante la tragedia vivida, pero pasan los años y aún sigues manteniendo a Sara bajo estricta vigilancia.
Tomás se puso en modo alerta, no quería hablar de ese tema que estaba enterrado desde hacía mucho tiempo.
— ¡Mamá, te agradezco que no sigas por ese camino!— dijo Tomás, en tono de advertencia.
Carol que ya había tomado calor se sentía más segura al hablar.
— ¡A mí no me asustan tus advertencias, Tomás!— exclamó Carol— ¡Es extralimitarse que tengas a tu hija desde los seis años con una chaperona, aunque allí estaba bien, pero ya cumplió dieciocho años, necesita tener roce social, disfrutar de un paseo con sus amigas.
El se preparó para defenderse ante las palabras de su madre.
— Ella no se queja— dijo Tomas Williams tranquilamente—¡Es muy obediente y está bien así!
— ¿Acaso es de tu propiedad?— preguntó Carol— ¡Es un ser humano por Dios! ¡Al que deberías cuidar, respetar y amar!
Tomás ya fastidiado de lo que decía su madre dijo:
— Mamá, estoy bien ocupado— se excusó evadiendo el tema— te agradezco…
Carol le interrumpió la frase de su hijo diciendo.
— ¡No me agradezcas nada!— gritó ella— ¡Ya es tiempo de que escuches unas cuantas verdades! Así que es mejor que te sientes y me escuches bien.
— Soy todo oídos— dijo Tomás con sarcasmo.
«Carol empezó a reclamarle desde el momento en que Margarita lo abandonó, de cómo fue injusto en su trato con la niña, que no tenía porqué haberla alejado de su mamá, algo tan absurdo, ella quiso dejarla con él, pero que debió permitir por lo menos una visita al mes.»
«Que Sara creció con rencor hacia su madre, cuando él sabía que ella quería verla muchas veces, pero que por el odio que sentía no la dejaba acercarse, solo era una niña que necesitaba ver a su madre.»
—¿Ya terminaste mamá?— preguntó hostil Tomás Williams.
— ¡No he terminado!— exclamó su madre— ¿Hasta cuándo vas a custodiar su vida social? Ya no es una niña ¡Eres injusto! ¡Yo también necesito espacio hijo, tengo años que no salgo con mis amigas, — dijo Carol— además, ya deberías entrenarla para que conozca tus negocios.
— ¿Qué estás sugiriendo mamá?— dijo Tomás fastidiado— no puedo dejar qué Sara haga lo que le venga en gana, y lo del trabajo lo hablaré con ella en casa.
— ¡Por favor Tomás! ¿¡Cuándo Sara ha hecho lo que le da la gana!?— dijo Carol— ¿Por qué no le das un trabajo de medio tiempo acá?
— Mamá, Sara apenas celebró su cumpleaños ayer, no creo que desee empezar a trabajar; ¿puedes dejarme trabajar?— pidió él con ojos suplicantes.
— ¡Tomás, desde éste momento te voy a decir que ya no acompañare a Sara a sus clases en la universidad, es más deberías comprarle un auto para que pueda movilizarse, yo haré mi vida sin supervisar a mi nieta— dijo Carol.
—¡Me asustas mamá, no puedes dejarla a su entera voluntad, con tu ayuda estaba tranquilo, pero así me das que pensar,— dijo Tomás— ¡Por favor mamá, hay mucho peligro!
—¿ No confías en tu hija, Tomás? — dijo Carol— has hecho un trabajo excelente alejándo por completo a Sara, cuando era niña, de su madre, ahora la desprecia y no se irá con ella.
— Aún así mamá, no me dejes solo ahora— suplicó él.
— No voy a dejarte solo, hijo— dijo ella— daré más espacio a mi nieta y tendré más tiempo para mi, y deberías también tú pensar en ti.
Salió de allí sin esperar una respuesta de su hijo, ya había tomado una decisión, Sara necesitaba su espacio y ella estaba dispuesta a ayudarla en ese cometido, era una chica muy inteligente, era tiempo de soltarla.
Tomás se quedó mirando la puerta por donde salió su madre, tendría que considerar él consejo de ella, no le agradaba mucho, pero tenía razón, Sara era adulta y había que soltar un poco.
Sé sintió por unos momentos desorientado y triste al escuchar mencionar a Margarita, las palabras de su madre eran certeras, no la había dejado acercarse a Sara, nunca habló mal, pero tampoco bien.
Había dejado que su hija sé formara su propio juicio con el pasar de los años, Margarita, solo intentó verla los primeros dos años, después no volvió a insistir.
Ya no le importaba nada, la vida había sido dura con él; entonces ¿Por qué no iba a ser él duro con ella? Se había ido sin la niña, había perdido su oportunidad, ya para que querer verla.
Lo mejor sería dar instrucciones para que Sara la llevara un chofer, así de alguna manera podía saber con quién andaba
Aunque conociendo a su madre, sabía que no le iba a gustar esa idea.
Ya vería cómo solucionaba, llamó a su asistente y le pidió que fuera hasta un concesionario de autos y eligiera uno para su hija, le avisara para el depositar la cantidad que pidieran.
Luego de todo esto se concentró en su trabajo sin dedicar un pensamiento a lo sucedido, ya en casa vería la cara de su hija, cuando viera su regalo de cumpleaños.
Sara era fácil de complacer, era tan obediente, se preocupan a porque él no sufriera, porque se volviera a enamorar, como si fuera tan fácil ésto, su corazón se había endurecido hacía mucho.