CAPÍTULO II

2334 Words
Por esta vez publicare dos capítulos seguidos, los siguientes serán uno por día, una disculpa, no tengo mucho tiempo para trabajar en ella, cuéntenme en los cometarios si les ha gustado, de igual forma cualquier error que lleguen a detectar por favor háganmelo saber, aprecio mucho sus comentarios. Gracias. CAPÍTULO II Gea miró con nostalgia a todos en aquella mesa. A su mente llegaron los recuerdos de cuando sus hijos y las hijas de sus amigos eran pequeños, de cómo se sentaban todos en la mesa a disfrutar de una tarde familiar. — Parece que fue ayer cuando estaban en casa cenando pizza y peleando por qué videojuego querían jugar —le dijo a su esposo. —Ojalá se hubieran quedado pequeños para siempre— le respondió Vladímir, dedicándole una mirada de ternura. Luba platicaba de manera entusiasmada con Daria, a quien Vlad no le quitaba la vista de encima. Acción que no pasó desapercibida para Natalia, que muy interesada, comenzó a bombardear a Daria con preguntas sobre su relación con Dimir. —¿Hace mucho qué se conocen?— quiso saber. —Todos nos conocemos desde pequeños —le respondió Luba, poco amable. — Daria es la abogada de mi empresa— agregó Dimir. Tampoco le gradaba la prometida de su hermano; sin embargo, no había razón para portarse mal con ella, por ello decidió interferir antes de que a Luba se le escapara alguno de sus negros comentarios. —No me lo contaste— señaló Vlad. —Todos lo saben —dijo encogiéndose de hombros Dimir. —Pues yo no— rebatió Vlad atrayendo las miradas de su familia y amigos. — No es un asunto de relevancia— aseguró Daria. Bastó con que ella dirigiera su atención a Vlad para que este se atragantara con sus propias palabras. Su mirada, su voz, toda ella, lo dominaban como jamás lo había hecho ninguna mujer antes. Se dio cuenta de que estaba llamando la atención de todos por su repentino y exagerado interés en Daria, por lo que decidió desviar la plática con lo primero que se le vino a la mente. —Es importante, en mi empresa también necesitamos abogados, puede ser que en algún momento necesite colaborar contigo —explicó mostrándose lo más seguro que pudo. —Vladi; pero si ya tenemos excelentes abogados, no nos hacen falta para nada sus servicios — intervino Natalia, quien, aunque mostró una sonrisa de oreja a oreja, no pudo ocultar en el tono de su voz su desagrado por Daria. — Daria es una abogada increíble. No por nada es hija de uno de los mejores abogados que Bertram ha tenido —dijo con orgullo Dimir. Vlad volvió a sentir un calambre en el estómago al ver cómo su hermano presumía las habilidades de la joven. —Me atrevo a decir que el mejor —agregó su padre Vladímir—. Es una lástima que Ian no pudiera acompañarnos hoy. — Gracias por tu preocupación, tío, ya está mucho mejor, es un hombre muy fuerte y afortunadamente solo fue un susto. — Casi le da un infarto al muy idiota —agregó Nicolás. —Papá, por favor, no seas imprudente—lo reprendió Odessa. Dimir sonrió inconscientemente, le pareció tierna la forma en que Odessa regañaba a su padre. «¿Tierna?», se preguntó mentalmente. Rápidamente, reprimió su sonrisa y desvió la mirada de la chica. —Mis padres han llegado — anunció Natalia—. Es momento, cariño, vamos. Se puso de pie y extendió su mano hacia Vlad quien la miraba confundido. —¿Momento? —¿Momento?—preguntó él. —Qué bromista eres Vladi— Natalia soltó una risilla nerviosa—. ¿Anunciar el compromiso te dice algo?—señaló la joven. —Oh, sí—respondió incómodo Vlad. Hasta hace una hora el compromiso no le causaba nada; pero ahora parecía asustarlo. El joven de inmediato desechó ese pensamiento, creyó que esa sensación se debía a los nervios del momento. Sin embargo, una vez que emprendió el camino desde la mesa hasta el centro de la pista, sintió que los pies le pesaban como plomo. La sensación de que se alejaba de su felicidad con cada paso que daba lo invadía. La mente del joven era un remolino de confusión, algo dentro de él le gritaba que cometía un error; pero el deber que hacía con Natalia y su sentido de responsabilidad lo ensordecían. La lucha interna que se llevaba a cabo dentro de él, se hizo presente en su rostro. — ¿Es mi imaginación o Vlad no luce nada bien? —Luba, no empieces— pidió su madre. — La verdad es que se ve hasta pálido— agregó Vladímir. —Recuerdo que aseguraste que mantendrías a mi hermano a salvo de situaciones imprudentes, entonces, ¿cómo es que nos encontramos en esta situación, Odessa?— Dimir le dedicó una mirada de reproche a Odessa. —No me mires así, eres su gemelo, tú mejor que nadie debería saber que cuando se le mete algo en la cabeza no hay poder humano que se lo arranque —le respondió Odessa molesta. —No debiste haberte ido —agregó la chica. —¿Me extrañaste?— Cuando Dimir se dio cuenta de la idiotez que dijo, era demasiado tarde, ya tenía las miradas sorprendidas de todos en la mesa sobre él. —Eres un imbécil—, Odessa soltó el insulto, furiosa. —Ya basta, Odessa— le ordenó su madre. —Tranquilos, Vlad es un hombre ya, estoy segura de que no necesita que se culpen por sus decisiones. Tal vez solo está nervioso— intervino Daria. La joven nunca pensó que el volver a ver a Vlad le causaría reacciones como las que estaba sintiendo en ese momento, después de tantos años estaba segura de que los sentimientos que alguna vez desarrolló por Vlad habían desaparecido, fue solo un deslumbre de la adolescencia; no obstante para sorpresa e incomodidad de la dulce joven, parecía no ser así. Natalia dio una larga introducción a todos los invitados de lo afortunada que era al estar con Vlad, contó con lujo de detalles y a manera exagerada su tórrido romance con el joven. Vlad no hacía más que mirarla con una sonrisa tensa en su rostro. Poca atención puso en lo que su prometida decía. Su atención seguía en la hermosa joven sentada a lado de su hermano. Se abofeteó un par de veces mentalmente, era imposible que no pudiera dejar de verla, era la mujer de su hermano, no podía traicionarlo de ninguna manera y ahí estaba de pie frente a un montón de personas anunciando su compromiso con una mujer; pero pensando en otra que aunque la conocía, hace mucho tiempo que había salido de su vida, en realidad nunca significó nada para él. se dijo a sí mismo. Llegó su turno y, al contrario de Natalia, su discurso fue breve, conciso y seco. Al instante en que terminó de hablar, Natalia se lanzó a sus brazos y le propinó un beso de lo más apasionado. La celebración transcurrió de lo más normal, la pareja se dedicó a saludar de uno en uno a los invitados. Cenaron, bailaron y disfrutaron el momento, por lo menos Natalia, si lo hizo, se paseó de invitado en invitado con Vlad de la mano, presumiendo como si se tratase de un trofeo. —Voy a tomar un poco de aire —le anunció Vlad aturdido. Si tenía que saludar a alguien más, terminaría por volverse loco. —¿Qué haces aquí?—le preguntó al ver a Dimir en el jardín. —Me aturden las multitudes, igual que a ti —respondió su hermano serio. —¿Daria no se molesta porque la dejas sola?— quiso saber. —Está con su madre —respondió Dimir como si nada. —¿Vlad, estás seguro de esto?— Dimir se giró para verlo directamente a los ojos, de esa manera Vlad no podría engañarlo, era como verse en un espejo. — No empieces como los demás —se quejó Vlad. —Es solo una pregunta, responde— insistió Dimir. — Estoy aquí, soy Vlad Bertram. Si no estuviera seguro, estaría muy lejos de este lugar. Vlad se esforzó por mostrarse seguro; sin embargo, a los ojos de su hermano, aquel esfuerzo era evidente; aun así, decidió no atormentarlo. Solo era un compromiso, aún no estaba casado, ya habría tiempo de hablar de ello a fondo. —Este día ha sido intenso— Dimir volvió su mirada al cielo y suspiró pesadamente. —Si, bueno, me acabo de comprometer, ha sido muy intenso. Dimir sonrió. — Siempre te cuidaré la espalda, Vlad— le aseguró. —Siempre te cuidaré la espalda, Dimir —respondió como siempre su hermano. — Oye, ¿por qué no te quedas en mi departamento? —Mejor dicho, nuestro departamento, como en los viejos tiempos —. No existía nada más en el mundo que le diera mayor seguridad a Vlad que estar junto a su gemelo. Desde que manifestó su intención por comprometerse con Natalia, toda su familia y amigos cercanos se habían dedicado a cuestionar su decisión y no le había importado hasta ahora. En pleno compromiso, vino a entrar en duda si estaba haciendo lo correcto. Dimir siempre le traía paz y eso era justo lo que necesitaba: paz y tranquilidad para aclarar su mente. —¿Y tu prometida? Me niego a hacer mal tercio. —No vivimos juntos. —¿No? —Nos saltamos esa parte y fuimos directo al compromiso. —Ya veo—, dijo Dimir mirándolo con una ceja alzada. —No me juzgues— exigió su gemelo. —No lo hago. —No creo que te falte mucho para seguir mi camino —señaló Vlad pensando en que con una mujer como Daria ningún hombre dudaría en comprometerse. —No tengo ninguna intención de casarme— dijo con toda seguridad Dimir. —Tarde o temprano lo harás —aseguro Vlad. —Estás loco, Vlad, si intentas convencerme de vivir contigo, no vas por buen camino. Vlad soltó una sonora carcajada. —No es esa mi intención. —Está bien, no insistas —dijo a modo de broma Dimir—. Deja de llorar, viviré contigo; pero solo hasta que mi departamento esté listo. —Como tú quieras, hermano. —Vlad, ¿qué pasa con Odessa?— quiso saber de pronto Dimir; notó cierto distanciamiento entre ellos durante la velada. —Nada, ¿por qué lo dices? —No hablaron durante toda la noche, eran como uña y mugre y ahora ni siquiera se saludan, ¿Natalia te prohibió tener amigas? —No, la verdad es que Odessa y yo —dudo por un momento. —Nuestra relación cambió mucho antes de conocer a Natalia. Tomamos otros caminos, no siempre hemos estado pegados el uno al otro. Ella tiene sus propios intereses, ya sabes. —Me reclamó por haberme ido. — Se quejó varias veces de no tener con quién pelear o, al menos, de alguien que le diera batalla como tú. — ¿Qué pasó con su estilo gótico? No la reconocí. —Eso fue solo por un novio que tenía, la dejó y volvió a la normalidad —explicó como si nada Vlad. —¿Están escondiéndose?—preguntó precisamente Odessa tras de ellos. — Necesitábamos un respiro —respondió Vlad. —Si allá adentro es una locura, la familia de tu prometida disfruta a lo grande. —Tú eras la reina de las fiestas—señaló Dimir. —Las personas cambian, tú eras don recatado y mírate ahora teniendo encuentros casuales en los baños, qué triste— se burló. Vlad no pudo evitar burlarse de su hermano también. —No fue un encuentro casual; pero en fin no tengo por qué darte explicaciones —dijo Dimir exasperado. —No y no las necesito, simplemente es divertido, verte enojado. — Tú no me has visto enojado, no sigas tentando a la suerte —sentenció Dimir. —¡Ay!, ¡qué miedo!— Odessa seguía burlándose. —Oigan, oigan, ya están muy grandes para seguir peleando como mocosos, son adultos, compórtense. —Estoy de acuerdo con Vlad— —afirmó Daria mientras se acercaba a ellos. —Una mujer inteligente —alabó Vlad. Daria le sonrió en respuesta. —Solo venía a despedirme, mi madre y yo queremos regresar con papá. —Puedo llevarlas— se apresuró a decir Vlad. —Eres muy amable, Vlad; pero el chofer ha llegado por nosotras. De nuevo, muchas felicidades por tu compromiso. —Daria se acercó a Vlad y lo abrazó para despedirse. El sentir su frágil cuerpo entre sus brazos fue suficiente para que Vlad anhelara no volverla a soltar nunca; pero poco le duró el gusto, porque Daría se separó de él dejando un vacío en su lugar. Se acercó a Odessa y repitió el gesto. —No lo vemos luego. — Tenemos que ir por esos tragos, amiga— las dos sonrieron animadas. — Dimir, te espero mañana, faltan varios muebles por elegir y no quiero hacerlo sola —lo abrazó y le dio un leve beso en la mejilla. —Te acompaño a la salida, quiero despedirme de tu madre Vlad —se acercó a Daria y juntos se adentraron de nuevo al salón. Odessa y Dimir se quedaron solos en el jardín. — ¿Te molesta si te hago compañía un rato?—le preguntó Dimir. —No, siempre y cuando mantengas tus burlas en silencio —respondió el serio. —Puedo con eso— aseguró ella, mirándolo directamente a los ojos. Dimir le sostuvo la mirada. —Te estás burlando de mí, ¿verdad?—señaló él al cabo de unos segundos. —Como siempre —respondió ella divertida. Dimir se dio media vuelta y se alejó de ella, prometiéndose a sí mismo una y mil veces dejar de pensar en Odessa como una mujer deseable.
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