CAPÍTULO III

2081 Words
CAPÍTULO III —Prepare café— anunció Vlad a su hermano, quien se encontraba saliendo de la ducha. —Ya voy, solo me cambio —dijo Dimir. —Se va a enfriar, apresúrate, voy al estudio por unos documentos y nos vamos. —No te preocupes, Daria pasará por mí — explicó Dimir de manera natural. Vlad se sintió incómodo ante la molestia que le producía ver la cercanía que existía entre Daria y su hermano. , se reprochó el joven. Es mi hermano, ella no es relevante en mi vida y, sin contar que estoy a punto de casarme>. ¿Estás bien?, quiso saber Dimir al verlo perdido en sus pensamientos. — Sí, si te veo en la tarde, ¿vamos a comer? —Claro, mejor voy por ese café antes de que se enfríe— anunció Dimir. Vlad se puso de camino a su estudio, mientras que Dimir con solo la toalla enredada a su cintura, se dirigió a la cocina. Se encontraba de espaldas sirviéndose el café, cuando de un tirón la toalla que cubría su hombría fue arrancada de su cuerpo. —¡Cachetón!— escuchó una voz femenina gritar, seguida de una fuerte palmada en su trasero al aire. Estupefacto se giró, solo para desear que la tierra se lo tragara, al ver que no era otra que Odessa quien estaba ahí frente a él con una sonrisa estampada en la cara. —¡Qué mierdas, Dimir!—gritó Vlad que recién entraba a la cocina, topándose con la escandalosa escena de su hermano desnudo y Odessa frente a él. Odessa se giró hacia él —¿Vlad?— se giró de nuevo hacia Dimir — ¡ay por Dios! —exclamó sorprendida llevando las manos a la boca —¡Dimir!— gritó. Odessa fijó su mirada en la imponente hombría de Dimir. —¿Gusta lo que ves?—señaló el joven. —Lo siento, creí que eras… — Odessa se giró de inmediato—. ¿Pero qué demonios estás haciendo aquí? — quiso saber la chica dándole la espalda a Dimir. —Aquí vivo —respondió molesto Dimir —. Mejor dicho, ¿qué mierdas haces tú aquí?, que no sabes tocar la puerta. —El hombre estaba furioso. —Vengo por unos documentos, tengo llave —dijo como si nada Odessa. Dimir le echó una mirada asesina a su hermano que seguía parado al pie de la cocina. —No me mires así, ella me traía cuando estaba ebrio — explicó si más Vlad—. ¿Podrías taparte, por favor? Dimir tomó rápidamente la toalla del sueldo, con fuerza colocó la taza de café sobre la encimera de la cocina, se envolvió de nuevo con la toalla y salió furioso de la cocina sin decir más. Una vez que desapareció de la cocina, Odessa soltó un par de risillas. — Te has pasado, Dess— dijo divertido Vlad—. Ahora, sí, te va a odiar. — Siempre lo ha hecho, en mi defensa pensé que eras tú, además, admito que me acaba de alegrar la mañana —dijo con voz picarona, al recordar el cuerpo exquisito de Dimir. —No, no quiero escuchar ningún comentario pervertido sobre mi hermano y mucho menos lo que deseas hacer con él— sentenció Vlad. —Oye — Odessa le dio un golpe en el brazo—. Yo no deseo hacer nada con él, tiene un cuerpo increíble; pero es Dimir, sería el último hombre al que yo desearía en esta vida. —Si claro, como digas, vámonos, que tengo que desayunar con Natalia. —Pero si ella no come—señaló Odessa. — Bueno, yo voy a desayunar y ella beberá su jugo verde, supongo — explicó Vlad. —Vlad, amigo, te hemos perdido. —Ya cállate y vámonos. —¿Y Dimir?— quiso saber Odessa. —Vendrá Daria por él—informó serio Vlad. —Qué bien, quiero saludarla. —No, ya vámonos—. Lo último que Vlad quería era toparse con Daria y verla cerca de su hermano, no se explicaba por qué; pero así era. Salió rápidamente hacia la puerta, y a Odessa no le quedó más que seguirlo. —Esa mocosa tonta, no la soporto, sí, muy sexy y todo; aun así, es nefasta hasta más no poder—balbuceaba molesto Dimir mientras se vestía. Su mal humor, a causa de la broma de Odessa lo siguió por un buen rato. —¿Por qué estás molesto?—le preguntó Daria, mientras se dirigían a ver departamentos. —No quiero hablar de eso —respondió con seriedad Dimir. De solo pensar en el bochornoso momento de la mañana le daban retortijones, a un sentido, la mano de Odessa sobre su trasero. —Es grave entonces—señaló Daria. —No, es una tontería, no tiene importancia ni mencionarlo. —Cuando estés listo solo dímelo ok— Daria conocía bien a Dimir, después del beso en su adolescencia, Dimir se acercó a ella para disculparse desde ahí comenzaron a forjar una gran amistad que perduró aún después de que ella se fue a estudiar al extranjero, se mantuvieron pendientes el uno del otro hasta que terminaron trabajando juntos. —Ya te lo dije, no tiene importancia— aseguró Dimir. — ¿Cómo estás tú?—preguntó el joven dejando de lado su malestar. —Estoy bien, ¿por qué lo preguntas?—respondió ella confundida. Dimir la miró fijamente. —¿Te refieres a Vlad? Por favor, Dimir eso fue hace miles de años —explicó ella. —En realidad me refería a estar de regreso después de tanto tiempo y a la condición de mi tío; pero es curioso que menciones a mi hermano - declaró Dimir con astucia. Daria se ruborizó al instante. —Estoy bien. —Solo ten cuidado, ok—le pidió él No sé a qué te refieres —aseguró ella. Dimir la miró alzando una ceja. —Ya déjame en paz— pidió ella—. Mejor concéntrate en las fotografías que te envié para la decoración de las oficinas. —Como órdenes, señora mandona— Dimir tomó su tablet y se dispuso a revisar la información que Daria le había enviado. Toda la mañana se les fue en ver departamentos y elegir muebles para la oficina de Dimir. El joven Bertram había adquirido uno de los prestigiosos edificios del centro para instalar su compañía, esta había comenzado a operar unos meses atrás, no obstante Dimir dejo la instalación de su oficina hasta el final, quería hacerlo él mismo, sería el sitio donde pasaría la mayor parte de su día, era importante para él que su espacio tuviera su toque personal. Una vez que llegó la hora de la comida, Vlad se dirigió al edificio de Dimir para salir a comer juntos. Cuando llegó al edificio, la asistente de Dimir, Delia, se le quedó mirando con la boca abierta. —Soy el hermano de Dimir, Vlad— explicó amablemente—. ¿Podrías indicarme dónde está su oficina? —Claro, señor Bertram, está al final del pasillo, en aquella puerta—, decía embelesada con Vlad. —Gracias— Vlad continuó su camino. Una vez que se encontró fuera de la oficina de su hermano, escuchó risillas dentro y esperó un momento antes de entrar. —¿Qué tiene de malo este departamento?—preguntaba Dimir. —No tiene buena vista, sabe que me gustan las ventanas grandes— decía una voz femenina, que Vlad identificó de inmediato—. Era Daria. —Van a vivir juntos— supuso de inmediato Vlad, aquello lo agarró por sorpresa, un pequeño malestar lo atacó en la boca del estómago. —Tú y tu manía por la ventana grande. —Me gusta ver el mundo— aseguro ella. Negándose a escuchar la camaradería y los planes de su hermano con Daria, Vlad abrió la puerta de golpe. —Vaya, sí que tu oficina es grande; pero le hacen falta algunas cosas —dijo Vlad al entrar a la oficina. Daria y Dimir se encontraban sentados frente a una pequeña mesa de madera sencilla, con un montón de papeles apilados y sus laptops abiertas. —Los muebles los traerán mañana— aclaró Dimir. —Hola, Vlad— lo saludó con entusiasmo Daria. —Hola, Daría—respondió él secamente. Daria se contrajo su sonrisa avergonzada, creyó que su efusividad lo había molestado. Dimir frunció el ceño ante la poca amabilidad mostrada por su hermano. —Nos vamos —le dijo Vlad a Dimir. —Claro, ¿Daria nos acompañas?— quiso saber. —Me gustaría que fuéramos nosotros dos solamente —se apresuró a decir Vlad. No sabía qué le estaba pasando; pero un deseo por mantenerse alejado de Daria lo dominaba. Dimir clavó la mirada en su hermano. —No, está bien, vayan ustedes, tiene muchas cosas que platicar, ya saben de hombres, además yo quede de comer con mis padres, los veo luego— salió rápidamente de la oficina claramente afectada por el comportamiento de Vlad, que la hizo revivir los rechazos que el joven le hizo durante la adolescencia. —¿Qué te pasa?—le reclamó su hermano—. ¿Se te olvidó la caballerosidad hoy?—lo reprendió. — Tengo hambre, vámonos —ordenó Vlad serio. —Le debes una disculpa a Daría —sentenció Dimir una vez que estuvieron en el restaurante. Vlad suspiró frustrado, como decirle a su hermano, que era la única forma de mantenerla lejos de él, a salvo de sus confusos sentimientos. —Creí que tu repulsión por ella había desaparecido—, agregó Dimir. — Nunca sentí repulsión por ella —aclaro Dimir—. Era un mocoso, solo me incomodaban sus sentimientos hacia mí, es todo— explicó. En el interior sintió un leve arrepentimiento; si no la hubiera rechazado, sería el hoy quien estaría a su lado y no su hermano. —No puedo seguir pensando así— se dijo internamente. — Te comportaste como exactamente igual que antes con ella, deberías entender que ella forma parte de nuestra familia, no puedes tratarla de esa manera de nuevo. Vlad eres mi hermano; pero no voy a permitir que le hagas daño —sentenció con voz firme Dimir. Conocía a Daría, era una chica noble y de buen corazón, un corazón que, aunque ella se negaba a admitirlo, aún albergaba destellos de sentimientos por Vlad. Él y Vlad le habían robado un momento especial para toda joven, como lo era su primer beso. Dimir se sentía en deuda con ella, por eso no dejaría que nadie, incluido su hermano, la volvieran a lastimar. Vlad malinterpretó las palabras de su hermano y las tomó como si vinieran de un hombre que defiende a su amada. Situación que no hizo más que enfurecerlo más consigo mismo, por sentir aquello que brotó en su interior desde la que vio de nuevo. No podía evitar sentir envidia de su hermano, se tragó aquellos amargos sentimientos y solo pronunció un seco. — entendido. Cada uno se removió incómodo en su asiento y calmaron los ánimos con un trago de whisky. — Mamá, ha preparado una cena para mañana, ¿te avisaron? —Si Luba me lo dijo, me parece bien pesar tiempo en familia, creo que nos hemos separado bastante tiempo. —Deberíamos hacer algo tú y yo—sugirió Dimir. — Antes de que te cases, ¿por cierto cuándo es la boda?— quiso saber. —No lo sé —dijo encogiéndose de hombros Vlad—. Natalia está organizando todo, aunque me gustaría que no fuera pronto, quiero que nos conozcamos un poco más antes de la boda. —Hasta que dices algo inteligente. — No empieces — amenazó Vlad señalando con el dedo índice —. ¿Y qué te gustaría hacer?, ¿algo como un viaje?—agregó cambiando de tema. —Suena bien, algo tranquilo, como el bosque— respondió Dimir. —Ay, no, pareces un anciano, el bosque, por su puesto que no, es mejor algo así, como la playa, una isla en el Caribe, divertirnos, ¿qué demonios vamos a hacer en un bosque? —Hay muchas cosas que se pueden hacer, abre tu mente, hermano. Disfrutar de la naturaleza, caminar, ¿qué sé yo? Vlad rodó los ojos, las ideas de su hermano le parecían de las más aburridas. Y así continuaron discutiendo por su próxima aventura.
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