CAPÍTULO IV
—No pongas esa cara, nos veremos mañana temprano, te lo prometo— Natalia hacía un exagerado puchero mientras se colgaba del cuello de Vlad.
No le caía nada en gracia que la familia de su prometido organizara una cena familiar y ella no estuviera incluida.
—Tu familia me desprecia —dijo de forma exageradamente dramática.
—No digas esas tonterías, entiende. Mi hermano ha regresado y mis padres quieren pasar tiempo con todos sus hijos juntos. Oye —la alzó por la barbilla para poder mirarla a los ojos—, te prometo que después organizaremos una con nosotros juntos, sí— prometió Vlad.
—Está bien; pero no lo olvides— exigió ella.
—No lo olvidaré.
—Eres el mejor —ronroneó Natalia, en el oído de Vlad, comenzó un camino de besos desde el cuello, pasando por la mandíbula hasta atrapar sus labios, los devoró como hiedra venenosa hambrienta.
Vlad estaba dispuesto a dejarse llevar por los juegos seductores de Natalia, como otras veces había sucedido.
Si, talvez no era la chica más inteligente, o el tipo de mujer que todos esperaban que Vlad tuviera a su lado, sin embargo, en la intimidad habían congeniado, a lo que el joven llamaba de manera exitosa, ella era muy complaciente, para ser una chica de cuna, por así decirlo, sabía trucos interesantes para complacer a un hombre, no obstante, mientras ella besaba y acariciaba con ímpetu el bien formado cuerpo de Vlad, este no sentía nada, su hombría, no solo no despertaba, parecía estar muerta, no entendía que le pasaba, jamás le había sucedido algo similar.
En un intento desesperado por encender su deseo, correspondió a las caricias de su prometida; pero fue en vano; al contrario, los besos de ella se sentían babosos y las manos sobre su cuerpo solo le provocaban incomodidad.
Algo confundido se separó de ella lo más amable que pudo; lo último que deseaba era hacerla sentir mal.
—¿Qué pasa?—preguntó ella confundida.
—Lo siento, Nat, podemos dejar esto para otro momento, estoy algo estresado hoy —la miro con cara de disculpa.
El rostro de la chica se contorsionaba en una mueca de molestia; aun así, no discutió.
—Entiendo, nos vemos— salió apresurada de la oficina.
—Nat, espera— la llamó Vlad; pero ella ya se había ido.
Vlad se dejó caer en la silla de su escritorio, suspiró fuerte después de cerrar los ojos, cansado.
Era claro que algo le sucedía, ya no se sentía de la misma manera al estar cerca de Natalia.
—¿Por qué está pasándome esto?—se preguntó preocupado.
La seguridad que sentía cuando decidió llevar su relación con Natalia al matrimonio, había desaparecido, ya no estaba, y no entendía por qué. Esa cuestión no dejaba de darle vueltas en la cabeza.
—Durmiendo en el trabajo, típico de ti, hermanito —dijo Dimir, entrando a su oficina.
—No soy tú —señaló—, estoy descansando los ojos, estoy cansado—, aseguró.
Dimir sintió al instante la inestabilidad de su gemelo; pero no dijo nada.
En ese momento, la asistente de su hermano anunció a Odessa; por lo que prefirió guardar sus inquietudes sobre su hermano para otro momento.
—Hola, Dimir— saludó a la joven con indiferencia, parecía preocupada.
—Hola, Odessa— respondió Dimir con caballerosidad.
—Vlad, necesitamos hablar — exigió ella echando una mirada rápida hacia Dimir, lo cual era señal de que necesitaba tratar asuntos a solas.
— Es Dimir Dess, habla con confianza —la animó Vlad.
Dimir se sintió ofendido por la falta de confianza de Odessa hacía con él.
— ¿Qué le hace pensar que no soy confiable y sobre todo con asuntos de mi hermano?—se quejó internamente.
—Mis fuentes me han informado que dos de los inversionistas han vendido sus acciones —informó ella.
Vlad frunció el ceño. Lo dicho por Odessa también llamó la atención de Dimir.
—¿A quién? — quiso saber Vlad.
—Eso estoy por confirmarlo, al parecer ha sido una compra de mano en mano, a un no llega a su comprador real; pero eso no es todo, los inversionistas restantes también han recibido ofertas —explicó la joven.
—¿Por qué aceptaste inversionistas?—quiso saber Dimir.
Lo cierto era que Vlad podría formar un imperio empresarial con la mano en la cintura. Era uno de los herederos billonarios de la familia Bertram, y no necesitaba inversionistas.
—Me pareció buena idea. Quería formar mi empresa con mi propio capital sin tocar mi herencia —explicó Vlad.
—Te dije que no era buena idea—señaló Odessa.
—Contacta primero a los inversionistas restantes, presentarles una mejor oferta, sin mencionar mi nombre Odessa. — pidió el joven.
—¿Comprarás tu propia empresa?— inquirió Dimir.
—No voy a permitir que nadie más se adueñe de lo que es mío —la mirada de Vlad destellaba de decisión, que hasta Dimir se sorprendió. Esa mirada solo había visto en su padre. Cuando se trataba de defender lo que les pertenecía, los Bertram eran implacables.
—¿Qué hago con el comprador?—preguntó Odessa.
—Por el momento, déjalo, tarde o temprano, mostrará la cara y cuando lo haga, ya sabes qué hacer —indicó el joven.
Odessa asintió.
—Sin piedad, Dess— sentenció Vlad.
Odessa sonrió complacida, le fascinaba encargarse de las molestias. Como su padre, la joven se movía en los bajos mundos empresariales, se ganó a pulso poder y renombre en él, mantenía contactos leales.
— Adiós, guapo —Odessa se dirigió con coquetería hacia Dimir.
—¿Disculpa?— Dimir estaba confundido por el cumplido de la joven.
—No te lo decía a ti —aclaro ella—. Me despedía de tu amigo, él sí me cae bien —dijo Odessa señalando hacia la entrepierna de Dimir.
El rostro de Dimir se puso de mil colores.
—Es insoportable —dijo apretando los dientes
—No le hagas caso, entre más reaccionas a sus insultos, más la animas a seguir molestándote —le respondió como si nada Vlad.
— No la tolero, mantenla alejada de mí —pidió Dimir.
— Hazlo tú, yo no le puedo prohibir que te hable —rezongó su hermano.
—Ya me encargaré yo de ella— amenazó Dimir.
La mansión Bertram una vez más cobijaba a todos los miembros de la familia juntos. Con gran regocijo, Gea dispuso a todo el servicio para preparar una gran velada, hacía mucho tiempo que no tenía a todos sus hijos juntos.
Está orgullosa de la gran familia que había formado junto a Vladímir, el amor de su vida. Después de tantos años, el amor de los dos seguía intacto.
Aún le sorprendía cómo la inusual forma en que ella y Vladímir se conocieron había culminado en una gran historia de amor, llena de romanticismo.
A Vladímir le complacía contarla cada vez que tenía la oportunidad; era fascinante cómo miraba a su esposa al relatarla. Siempre la tomaba de la mano y la miraba como si ella fuera su existencia misma.
—Mis bebés— dijo emocionada Gea, acercándose a darle un apretado abrazo a sus hijos—, al fin los tengo de nuevo en mis brazos.
—Mamá, por favor, ya somos unos hombres— se quejó Dimir mientras recibía innumerables besos en el rostro por parte de su madre.
—Siempre serán mis bebés, ya lo entenderás cuando tengas hijos —señaló ella.
—Espero que ese día nunca llegue —rebatió él.
—No digas esas cosas, anda, pasemos al comedor, su padre y su hermana ya están esperándonos — anunció Gea.
Al entrar al gran comedor, Vladímir se encontraba impetuoso a la cabeza de este. Y los años no hicieron más que acentuar la belleza de ese hombre.
Con luba sentada a su lado derecho, la muchacha se puso de pie de inmediato al ver a sus hermanos.
—Mis hombres favoritos al fin están aquí —chilló emocionada al lanzarse a los brazos de Vlad.
—Hola, hermosa— dijo él, envolviéndola en un fuerte abrazo.
— Dimir te extrañé tanto— dijo ella volviéndose hacia él.
—Y yo a ti, muñeca— la tomó fuerte entre sus brazos.
Luba, desde el momento en que nació, había sido y seguiría siendo la adoración de sus hermanos, además de su madre. Luba era la única mujer que podía presumir ser dueña del cariño y las atenciones de todos los hombres, Bertram.
—Hola, papá —se acercó Dimir a saludar a Vlad, seguido por su gemelo.
—No se imaginan el gusto que me da estar todos juntos de nuevo, llegué a pensar que nunca lo volvería a hacer —dijo Vladímir.
—Papi, deja los dramas, eres un hombre fuerte y demasiado sexy aún, nos durarán por la eternidad —dijo Luba con cariño.
— Exageras, cariño, ya a nuestra edad nada es seguro, ve a tu tío Ian.
—Lo de Ian fue solo un susto amor, él se está recuperando muy bien—. Gea lo tomó de la mano cariñosamente, y él en respuesta le dedicó una amorosa sonrisa.
—Por favor, no empiecen —se quejó Luba.
—Oye, señorita amargada— la reprendió Gea.
—Está bien, está bien— dijo su hija levantando las manos en señal de rendición.
—Antes de empezar con la cena, me gustaría decirles a los tres que los amo con todo mi corazón y estoy inmensamente feliz porque estemos juntos una vez más. Deseo con todo mi corazón que la vida y el universo los colmen de alegrías y como su padre y yo encuentren la dicha del amor.
—Mamá, con estándares tan altos, como lo es su relación, no creo que podamos encontrar pareja nunca, su amor es único —respondió Dimir ante las emotivas palabras de su madre.
—Vlad lo ha hecho ya, eso demuestra que ustedes dos también pueden hacerlo —dijo Vladímir.
Vlad desvió la mirada, prefirió no presumir sobre su relación con Natalia. A decir verdad, no había mucho que presumir, su relación estaba muy lejos de ser como la de sus padres.
Al comparar su relación con la de sus padres, se dio cuenta de que su compromiso fue algo precipitado.
Ante la reacción de su hermano, Dimir decidió interferir.
—Mi oficina estará lista mañana, porque no vienen a echarle un vistazo.
—Me encantaría, hijo —aseguró Vladímir.
—Mañana mismo pasaremos a visitarte— agregó Gea.
—Quedo increíble —intervino Vlad
—Oye, eso es trampa, debíamos verla todos juntos —rezongó Luba.
—El mérito es de Daria, ella me ayudó en todo, tiene un gusto exquisito, espero que haga lo mismo con el departamento — explicó Dimir.
El nombre de Daria resonó en la mente de Vlad, con mucho esfuerzo logró no pensar en ella últimamente; pero con la simple mención de su nombre, algo se removió dentro de él, un sentimiento cargado de celos al escuchar el nombre de la chica salir de los labios de su hermano.
—Tu oficina es aún más increíble —dijo Vlad desviando el tema, le perturbaba seguir escuchando cómo Dimir mencionaba a Daria con tanto orgullo.
—Lo sé, todo en mí es increíble —presumió su hermana.
—¿Ya dominaste, Bertram, Lub?— inquirió Dimir.
—Querido hermano, yo domino el mundo—, la seguridad emanaba de la joven.
—Estoy seguro de que así es —dijo con orgullo Vladímir, todos sonrieron orgullosos.
La cena transcurrió entre risas, muestras de cariño, miradas de orgullo y palabras emotivas. Cada uno compartió anécdotas que vivieron mientras estuvieron separados.
Una vez terminada la cena, toda la familia se congregó en la sala de estar para seguir con la plática.
—Joven Vlad, la señorita Natalia, está aquí —anunció un m*****o del personal de servicio.
Todos le dirigieron una mirada interrogativa a Vlad, se suponía que la velada sería solo para la familia.
Vlad se encogió de hombros y se encontraba igual o más sorprendido que ellos.
Antes de que pudiera decir algo, Natalia apareció como un huracán en la estancia.
—Vlad, querido —chilla emocionada —. Perdón por aparecer así tan sorpresivamente; pero es que tengo una noticia muy importante — anunció.
—Por favor, que no esté embarazada —murmuró Luba, a lo que Dimir le dio un leve codazo en las costillas. Su hermana se quejó pegándole una palmada en la pierna.
— ¿Qué noticia? —Quiso saber Vlad confundido.
—Mi padre ha adquirido nuevas acciones de la VBMOTORS y me las ha regalado, ahora lo compartiremos todo amor, es increíble —saltaba de emoción.
A Vlad no le cayó nada en gracia la noticia, pasó del rostro de su padre y su gemelo, ambos se encontraban desconcertados del mismo modo que él.