El salón principal es el corazón de la opulencia de la familia Vane, y ahora, es una cueva de sombras parpadeantes. Sofía ha encendido tres velas más, creando un círculo pequeño e inestable de luz en el centro del sofá de terciopelo.
El gigantesco árbol de Navidad, ese que antes irradiaba una luz perfecta y enceguecedora, ahora es una masa oscura. La decoración en oro y carmesí se vislumbra apenas.
Richard y Eleanor están sentados, temblando de miedo, no saben que esperar. Richard se frota las manos con nerviosismo evidente, mientras Eleanor usa un pañuelo para secarse las lágrimas que aún se niega a derramar a raudales.
Julián, está de pie junto a la chimenea apagada, parece el único que es inmune al frío y a la oscuridad.
—Ya que nos hemos deshecho de las formalidades, Richard— comienza a decir con voz suave y resonante —vayamos al punto.
Los tres miembros se la famila Vane se miran sin comprender, aunque la chica tiene una leve idea.
—Todos conocemos a Lucía— dice sorprendiendo a los mayores, que abren los ojos sin poder evitar la impresión —pero usted, mejor que nadie, sabe por qué esa niña ya no está entre nosotros— lo dice con una mezcla de dolor y rabia.
Richard, con su traje arrugado y el pelo despeinado, parece haber envejecido diez años en el último minuto.
—Mire, no sé de qué está hablando. ¿Lucía? Ese era el nombre de una joven que trabajaba en mi empresa, una subordinada mía que tuvo un accidente. Es una tragedia, por supuesto, pero ¿qué tiene que ver con...?
—Deje de mentir —Julián lo corta sin subir la voz, pero con una autoridad que congela el aire —la mentira es la razón por la que he venido hasta aquí— afirma y Eleanor se encoge.
—¡Cállate, Richard! Sólo díselo— suplica la mujer con la voz distorsionada por la presión que siente.
—¿Decir qué, Eleanor? ¿Qué?— Richard mira a su esposa con resentimiento —¡No le debemos explicaciones a este— se debate entre el temor y la valentía —a este criminal!
Julián levanta una mano, como si fuera un director de orquesta.
—Criminal— saborea la palabra —me gusta— se acerca al hombre invadiendo su espacio personal —Richard, le daré una ultima oportunidad. Cuéntenos la historia de Lucía como se la contó a la policía. Quiero que me diga todo, palabra por palabra. Y si me aburre, si detecto una sola fisura en su versión... las cosas se pondrán muy interesantes— sonríe de manera escalofriante.
Richard inhala profundamente. Mira a Sofía, que está sentada en el sillón individual, observándolo con una mezcla de pavor y curiosidad.
—Bien. Lucía era una joven diseñadora, con talento que estaba a cargo de un proyecto importante en la firma. Yo era su mentor, por así decirlo. La noche del accidente en el que murió, estábamos en la inauguración de una galería; era una cena con posibles inversores, ella bebió demasiado e insistió en conducir. Yo... yo no pude detenerla. Ella tomó su coche y, bueno... el informe dice que perdió el control en la curva de la carretera 74, cerca del lago.
Richard se detiene, agotado por el esfuerzo de dar una versión tan pulcra.
—Fue un error de juicio. Una tragedia inducida por el alcohol. Yo hice todo lo que pude —concluye Richard.
Julián aplaude lenta y rítmicamente. El sonido es horrendo en el silencio de la mansión.
—Una obra de arte. La perfección del engaño. Un guion de Hollywood. Dígame, Richard, ¿la pulcritud de ese relato también explica por qué habla de ella como si Lucía no perteneciera a su familia? ¿por qué siendo su hija menor borró toda existencia de ella en sus vidas?, pero sobre todo, dígame ¿por qué Lucía Vane tenía cortes en sus muñecas?
La pregunta es un disparo. Richard palidece, su boca se abre y se cierra sin emitir sonido. Eleanor emite un gemido.
—No... no sé de qué habla— tartamudea el hombre.
—Oh, creo que sí lo sabe— Julián se acerca, susurrando —El informe oficial dice que Lucía Vane estuvo involucrada en un accidente antes de ser encontrada en el baño de su propia habitación con las venas de sus muñecas cercenadas. La autopsia no miente, a pesar de que pretendió cambiar eso por dinero.
Julián mira a Richard, que parece a punto de un colapso.
—Estoy seguro de que Lucía no había bebido pero si estaba inestable por una discusión que tuvo con usted— lo apunta con el dedo acusador.
Eleanor no aguanta el estrés y rompe su silencio.
—¡Fue por su propia culpa!, Richard había pautado un compromiso beneficioso para ella y no lo aceptó— grita la mujer al borde de la histeria.
—¡Cállate, Eleanor!— Richard se levanta, intentando agarrar el brazo de su esposa para que guarde silencio —bien sabes que ella estaba saliendo con un bueno para nada, tenía que detener la vergüenza.
—¡Richard! —La voz de Julián es un trueno —¡Quieto!—Julián no lo toca, sólo lo mira. El control es absoluto y el magnate se desploma de nuevo en el sofá, cubriéndose el rostro con las manos y respirando entrecortadamente.
—Estábamos discutiendo... yo... yo la presioné,— comienza a decir en voz baja que va en aumento a medida que continúa —estábamos solos en la galería después de la cena, yo necesitaba que aceptara el compromiso con el hijo de mi socio, pero ella quería largarse con un maldito bastardo— dice con la rabia hirviendo, como si lo grave no fuera la muerte de su propia hija, si no el estatus del hombre que amaba.
Sofía mira a sus padres, sintiendo náuseas, ya no le importa lo que pase con ella, pero sus padres deben pagar...