El viaje al cementerio es el punto de no retorno. La noche de la verdad está a punto de llegar, y la verdad rara vez es sencilla.
El vehículo todoterreno avanza lentamente, abriéndose paso entre los bancos de nieve. Las luces apenas penetran la negrura de la noche y la tormenta.
Sofía mira hacia atrás, la mansión Snow Hills ha desaparecido por completo en la ventisca, por lo que ahora solo hay nieve, bosque y silencio.
—¿No crees que mi papá llamará a alguien?—pregunta ella, con voz áspera y Julián, con las manos firmes en el volante, niega con la cabeza.
—Tu padre es un cobarde, pero también es orgulloso, él no quiere que el mundo sepa que ha sido humillado, ni que Lucía se suicidó por su culpa, por lo que, llamará a la policía cuando el sol salga y pueda inventar una historia; mientras tanto, tenemos hasta el amanecer.
El coche se detiene, frente a las puertas de hierro forjado del Cementerio de los Fundadores, estas son imponentes, cubiertas de hielo y coronadas por gárgolas góticas. El lugar es un mausoleo silencioso de mármol y piedra antigua.
Él sale primero, ella lo sigue, tiritando y el viento helado corta su piel.
—El panteón Vane está al final del camino central— anuncia la chica, iluminando el camino con la linterna.
Caminan entre lápidas y ángeles de piedra, la nieve se amontona sobre los nombres grabados, creando una atmósfera aún más escalofriante. Julián lleva la pala y el pico al hombro.
Llegan a la parcela Vane, que es un conjunto de mausoleos neoclásicos, fríos y blancos. La tumba de Lucía es la única con un montículo nuevo de mármol y una losa simple.
—Aquí— dice ella, jadeando.
La linterna se detiene en una maceta grande, hecha de cerámica tosca, llena de ramas heladas.
—La Clavelina Americana— murmura él arrodillándose junto a la maceta, buscando a tientas, con los dedos congelados la placa de bronce —Sí, aquí está.
Julián no puede controlar los latidos de su pecho, al estar ante el lugar donde reposa la mujer que le ha dado sentido a su venganza. Se inclina y acaricia su nombre sobre la lápida de mármol, como si quisiera sentir su tacto por última vez, luego lee el verso a la luz de la linterna: "El camino que no tomé" y sonríe con amargura.
—Una elección poética, de tu madre— comenta de pie, toma el pico a martillar la capa congelada, para remover la tierra y luego comienza a cavar. Sofía se aleja unos pasos, aunque quiere saber la verdad, es incapaz de presenciar la exhumación de la última posesión de su hermana.
Minutos después, la pala choca contra algo blando y sintético. Julián saca el objeto. Es el bolso de mano de Lucía, envuelto en una bolsa de plástico negra que Eleanor usó para intentar protegerlo de la humedad; sin embargo, el material está rasgado, la tela del bolso está empapada, cubierta de barro y huele a tierra húmeda.
Julián lo sostiene en sus manos temblorosas. Ese es el tesoro por el que ha arriesgado todo. Regresan al interior del vehículo 4x4, el calor de la cabina es mínimo para lo que necesitan, pero necesario para el acto que viene. Julián coloca el bolso sucio en el regazo de Sofía.
—Ábrelo— ordena volviendo a su tono frio.
Sofía no duda, abre el bolso. Dentro, entre el caos de un estuche de maquillaje mojado, un billete de avión con fecha abierta, que da la impresión de ser un plan de escape y un pañuelo de seda, está el diario. Es un cuaderno de cuero rojo, deformado por la humedad.
Julián lo toma sin ninguna delicadeza, sus manos tiemblan incontrolablemente. Enciende la linterna y la coloca entre ellos, enfocándola en las páginas húmedas del cuaderno. Abre la primera página.
1 de Noviembre.
Papá está siendo insoportable con el trato de la galería, mamá no me habla, únicamente Julián me entiende. Él es mi fuerza, por eso escaparé con él.
Él joven suspira, aliviado, era verdad, ahora confirma que su venganza es justa. Continúa leyendo las páginas donde narra sobre la crueldad de Richard y el silencio de Eleanor.
15 de Diciembre.
Julián es tan fuerte, pero a veces, me mira de una manera que no me gusta, como si yo fuera una propiedad y yo no quiero otro dueño. Le dije que quería ver a mis amigos, y se enojó mucho. Dice que solo soy de él. Me asusta.
Julián se detiene, su respiración se congela; mientras Sofía se inclina, leyendo por encima del hombro y en su mente resuenan las palabras “Propiedad” y “ Me asusta”. Pasa a la siguiente página, la letra es legible pero es menos pulcra, más frenética.
20 de Diciembre.
Él no me dejará ir sola. Julián dice que si lo dejo, mi familia tiene razón, que yo soy una niña perdida y que no soy buena para nadie más. Pero es al revés, él es mío, ahora no puedo decírselo, él es el único que puede sacarme de aquí.
Sofía jadea, y las palabras resuenan en su mente.
“Ella no se mató por ti, Julián. Se mató porque tú ya no ibas a ser su héroe”. Las palabras de Eleanor golpea a Julián con una fuerza ensordecedora. Pasa a la última página escrita. La tinta está corrida por la humedad, pero el mensaje es claro.
23 de Diciembre (La noche antes de Nochebuena).
Richard ya no es mi padre, él me ha amenazado. Me dijo que si huía con Julián, usaría sus contactos para arruinar su carrera y que terminaría en la cárcel. Lloré, y él se fue. David me recogió y me dijo que Julián no era bueno para mí, que me estaba consumiendo, entonces tuvimos una pelea en el auto. Me bajé. No podía volver a casa, no podía ir con Julián porque las voces me dijeron que todos son mentirosos. Ahora sé que todos me mienten, ya no sé quién soy ni a dónde ir. QUIERO QUE PAREN LAS VOCES YA.
Julián se queda en silencio, con la linterna iluminando su rostro; está blanco, congelado más allá del clima invernal y sus ojos están fijos en la palabra "voces".