CAPÍTULO 19 EL DIARIO

884 Words
—Las voces— murmura Julián para sí mismo —ella nunca me habló de eso, sólo la última vez cuando me habló del sótano, pero pensé que era parte de la tortura a la que la sometían sus padres para hacerla parecer loca. Gira su rostro y mira a su acompañante. —Sofía, me dijiste que ella escuchaba voces. —Ella me lo dijo —responde Sofía, su propia voz temblando por la magnitud de la verdad que acaban de desenterrar —No era una manipulación, Julián, definitivamente ella estaba enferma y una combinación de todo. Él hombre suelta el diario, el cuaderno húmedo cae al suelo de la camioneta. —Mentiras— dice él, tratando de convencerse de que sus acciones tienen sentido pero su voz no es más que un susurro hueco y el dolor que siente es tan intenso que Sofía puede sentirlo físicamente —ella no me mintió, yo juraba que ella me amaba, pero no era otra cosa que parte de sus delirios. —Ella te amaba— afirma la chica, extendiendo la mano para tocarle el brazo —pero también estaba rota y usó tu amor como vía de escape, porque no tenía otras herramientas. El rostro de Julián se contorsiona de agonía. Su venganza era simple: malos contra el bueno; no obstante, Lucía no era una víctima pura, ni él era un héroe puro, si no que era un caos complejo de abuso, enfermedad mental y amor posesivo. —Todo— Julián golpea el volante, un golpe seco y doloroso —todo este infierno, las mentiras, la sangre, mi vida detenida. ¿Y todo por una fantasía que ella inventó?— cuestiona con dolor. Sofía lo toma del rostro, con ambas manos, sus ojos se encuentran en la penumbra. —No, todo fue por una verdad. La verdad es que mis padres la rompieron, Julián. Y la verdad es que tú la amaste demasiado, y la perdiste, pero la venganza no la traerá de vuelta. Julián la mira, y en ese instante de quiebre, ya no ve a Sofía; ve a Lucía, ve a la mujer que amó, la mujer que huyó, la mujer que eligió la muerte sobre todos ellos. La suelta, su cuerpo tiembla. —El diario tiene que desaparecer— la frialdad regresa a su voz, pero ahora está vacía de pasión. —¿Por qué? —Porque si lo publico, demuestro que Richard es culpable por la amenaza, sí; pero también demuestro que mi amor por ella era— titubea —era solo una parte del problema y no vine aquí para destruir la memoria de Lucía. Mientras el hombre se toma su tiempo en toma el diario y la bolsa, y los empuja bajo el asiento. —Volvemos a la mansión— resuelve Julián encendiendo el 4x4—. Ahora tenemos otra misión. Richard y Eleanor ya no son nuestro objetivo principal, ellos son solo el daño colateral. Sofía queda aturdida, no entiende qué quiere decir Julián, sólo ve inmóvil la nieve caer, en tanto, el motor ruge. —¿Y cuál es la misión?— cuestiona ella y él mira por el espejo retrovisor. con los ojos llenos de una resolución fría. —Sobrevivir a la noche y decidir qué clase de mentiras vamos a vivir tú y yo a partir de ahora. El viaje de regreso es más frío que la tormenta, la ira del chico se ha sublimado en una calma glacial, mucho más aterradora que su furia inicial. El auto se desliza de vuelta a la propiedad Vane, las luces del vehículo iluminan los jardines sepultados bajo la nieve, un paisaje que ahora parece surrealista y manchado. La mansión, a la distancia, es una silueta oscura, sin ninguna luz que la reciba, el silencio regresa cuando se detiene el motor. —Papá no ha encendido nada— dice Sofía, con las manos aún aferradas a la linterna y a la pala —debe estar escondido en alguna parte. —Ha tenido horas para pensar— responde él, en voz baja y uniforme —tu padre es un animal acorralado que en cualquier momento va a atacar. Julián abre la puerta del conductor y se inclina. Coge la bolsa sucia de Lucía del asiento trasero, confirmando que el diario está dentro. —Yo iré primero, tú entra por la puerta de la cocina y si hay algún movimiento, gritas— la chica asiente. La adrenalina ha regresado, pero mezclada con la certeza de que el hombre a su lado ya no es el vengador romántico, sino un estratega implacable. Entran en la casa por diferentes puntos, el aire interior es helado, la pareja se encuentra en el salón y ella lo mira, asustada. —La puerta del despacho está abierta— susurra Sofía —los libros están tirados por el suelo. —El cobarde no fue a la policía, se quedó aquí a buscar un arma— deduce Julián mientras ilumina el pasillo con su linterna táctica —ve al salón y enciende las pocas velas que quedan. Ella obedece, en tanto él avanza solo por el pasillo principal, con la pistola con silenciador en la mano. Sabe que Richard no está en la biblioteca, Richard estaría en el único lugar donde podía atrincherarse: el cuarto de seguridad.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD