Capítulo 1

1107 Words
                                               Año 2000 El día a día de Dante era tranquilo. Algo aburrido para una persona de su edad. Estaba cerca de terminar su carrera y aún no encontraba un trabajo estable, pero se ganaba su día a día como camarero en un bar de Londres, donde vivía desde que había comenzado la universidad. Por su vida no habían pasado muchas mujeres. Antes, consideraba que en el ámbito sentimental era aburrido. Por ejemplo, ni siquiera sabía cómo invitar a una cita a alguien. Pero ese día todo iba a cambiar. Estaba seguro de que iba a ser así. Uno de sus amigos se había encargado de crear una cuenta en una APP de citas para que él dejara de pasar las noches viendo televisión en el sofá del pequeño apartamento que habitaba. Dante no estaba del todo seguro, pero ahí se encontraba. Frente a una cafetería a plena luz del día para encontrarse con una mujer llamada Elizabeth. No estaba nervioso, solo algo sudoroso por el largo trayecto hasta allí, ya que se había equivocado de dirección y, por ende, había tenido que caminar alrededor de cuarenta minutos. — Que valga la pena... —murmuró y entró al lugar. En la cafetería no había muchas personas. La gran mayoría parecían compañeros de trabajo y pudo distinguir rápidamente su cita por el hecho de encontrarse sola en una mesa para dos. Caminó firmemente hacia ella y en lo primero que se fijó fue en las manos de la susodicha. Eran pequeñas y tenían algunos anillos que le llamaron la atención. Solamente pedía que no fuese una persona casada o algo así. — ¿Elizabeth? —Preguntó tocando su hombro. La muchacha se volteó rápidamente y le sonrió de una forma encantadora. Ya había dos puntos positivos; sus manos y su sonrisa. Además de ser bastante guapa, a decir verdad. — ¿Eres Dante? — Si. — Oh —sonrió aún más Elizabeth—, estoy feliz de que seas igual a tu foto. Pensé que me encontraría con alguien de cincuenta años. Dante se rió nervioso y se sentó frente a Elizabeth. Su cabello era rizado y largo. Era una persona de estatura media e interesante. Estaba gratamente sorprendido. — Muy bien, Dante. Cuéntame sobre ti. ¿Trabajas? — Mhm, ahora mismo estudio y trabajo. ¿Y tú? Elizabeth se estiró y habló: — Trabajo. Me gradué en septiembre de mercadeo. La cita continuó sin contratiempos. El coqueteo era recurrente y los dos se encontraban más que inmersos en el otro ya que se sentían felices por haber coincidido en ese momento. Los dos buscaban algo mejor que un amorío de unos días. Querían una relación de verdad. — Me alegra mucho haberte conocido Dante. Eres una persona maravillosa. —Expresó Elizabeth deteniéndose en la puerta del edificio donde su acompañante vivía. — A mí también. Espero podamos seguir viéndonos. Los dos se despidieron con un abrazo y cada uno se fue a descansar. Los siguientes días fueron como se lo esperaban. Continuaban saliendo y disfrutando el uno del otro hasta que esos días se convirtieron en meses y con ello, decidieron formalizar su relación con una cena romántica en el apartamento de Dante mientras veían una película de Matthew Mcconaughey.                                  ☆☆☆ Dante apretó sus manos y suspiró recordando el principio de su relación. En las mañanas hacía eso y luego se encargaba de preguntarse qué era lo que había sucedido. ¿Por qué no recordaba nada? Llevaba casi un mes en la cárcel. Hasta el momento no habían encontrado pruebas suficientes que dictaminasen que estaba involucrado en la muerte de Elizabeth. Por esa razón, su abogado había decidido pedir prisión domiciliaria mientras se daba con la persona que había cometido el crimen. El problema era que todo apuntaba a Dante, pero él no recordaba haberlo hecho. En realidad, no recordaba nada de la noche que había muerto su novia. — ¿Jones? Dante se asustó y abrió los ojos observando al guardia que le miraba fijamente. — ¿Sí? — Venga conmigo. Es su abogado. El joven se levantó y se dirigió fuera de la celda. Las esposas fueron puestas en sus muñecas y cabizbajo siguió al hombre hasta donde se encontraba su abogado llamado Diego. — Dante —se levantó Diego—. ¿Cómo te sientes? — Lo esperado... mal. — Bueno... —carraspeó Diego—...puedo decirte que tenemos un acuerdo. El rostro del joven se iluminó y le miró con atención. — Consiste en que colabores al caso. Es interesante porque no han encontrado pruebas de culpabilidad directas, pero si hay vídeos de ustedes dos en el centro a las nueve de la noche. La cuestión es... Elizabeth murió alrededor de la medianoche y eso es algo bueno para tu libertad. El corazón de Dante se estrujó. ¿Cómo era posible que se le arrebatara de tal forma el amor de su vida? ¿Por qué había muerto Elizabeth? ¿Quién lo había hecho? Por otro lado, sintió también alivio de entender que si colaboraba en el caso estaría en su apartamento cumpliendo prisión domiciliaria y podría obtener su libertad luego. — ¿Qué debo hacer? — Primero que nada. Decir todo lo que sabes de ella y lo sucedido ese día. — Perfecto. Dante asintió y se despidió de su abogado. No le gustaba intercambiar muchas palabras con él ya que sentía que no le creía el hecho de no haber asesinado a Elizabeth. Ahora debía de pensar en su defensa. ¿Qué iba a decir? Claramente la verdad de lo que recordaba, pero también sabía que había cosas que Elizabeth le había contado y que no podía divulgar. Cosas difíciles para él. Cosas que tuvo que saber manejar y aceptar. Al momento que nuevamente llegó a la celda su mirada se dirigió a la pared. Recordó ese día cuando Elizabeth le comentó algunas de las cosas que había hecho en su pasado y que esperaba, no obstaculizaran su relación a futuro con Dante. — ¡Amor! —Una Elizabeth agitada entró al apartamento de Dante y se dirigió hacia la cocina donde el otro muchacho estaba preparando algo de cenar—. Necesito hablar contigo. Dante se asustó de inmediato y preguntó qué sucedía a lo que la chica le pidió que se dirigiera a la sala a acompañarle. Estando allí, Elizabeth comenzó a caminar de un lado a otro y suspiró. — Necesito que me creas que no soy la misma persona. Yo- he hecho algunas cosas malas. Su novio levantó una ceja y se cruzó de brazos sin entender. — Habla. — Yo- —exhaló con fuerza—, estuve envuelta en drogas. Yo vendí durante algunos años drogas. Dante frunció el ceño y habló: — ¿Y qué más? — Bueno, yo tuve muchos enemigos. Yo fui algo mala, Dante. Muy mala y tengo miedo... miedo de que algo me pueda pasar a mi... o a ti.
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