Capítulo 2

1043 Words
Dante se sentó en aquella silla fría. Observó el cuarto y se dio cuenta que era gris con pequeños toques de humedad en las esquinas. Sus palmas picaban y solamente pudo rozarlas contra el frío metal de la mesa para aliviar la sensación. Llevaba alrededor de cinco horas dentro de ese lugar y seguía esperando que fuesen a hablar con él. No le habían dicho nada, solamente que debía de sentarse y esperar a que llegara su abogado y una persona de la policía. Había estado pensando detenidamente sobre la situación. En realidad, así era su día a día. Pero en ese momento lo había hecho aún más. No sabía qué era lo que sucedería con él y si lo que iba a decir ayudaría en algo al caso. Tal vez Elizabeth desde donde estuviese le ayudaría a salir de esa situación. O tal vez no. — Jones —Una voz gruesa que no reconocía hizo presencia y el joven le miró, esperando que continuara—. Mi nombre es Esteban. Vengo a escuchar tu declaración. — Bien. ¿Mi abogado? — Él no estará. — Pero no pudo declarar sin él aquí —habló Dante—, es ilegal. Lo esperaré. — Como decirte, muchacho... él no va a venir y está en ti si quieres salir de esto por las buenas o que te saquemos todo por las malas. Dante tragó saliva y se enderezó, mirando directamente los ojos marrón del señor frente a él. ¿Qué haría? No sabía si hablar sería algo que pudiese afectarle después. — No me pueden torturar... — Muchacho. El crimen en cuestión ha sido uno de los más sangrientos en mucho tiempo... en décadas. No esperes nada de nosotros. Ese comentario llegó hasta los huesos de Dante. Así que suspiró y asintió derrotado. — Comienza a hablar. — Yo- yo conocí a Elizabeth el año pasado. A mitad del año pasado. Esteban levantó una ceja y se cruzó de brazos —. Continúa... — Nosotros éramos novios y nos llevábamos bien. El hombre se movió en su lugar, incómodo. No le gustaba sentarse frente a personas que no decían lo que él quería escuchar. — Al grano. ¿Dónde estabas la noche del asesinato de la joven Martins? — Yo estaba con ella. — Bien. Tú la mataste, entonces. ¿Por qué? — ¡No! —Exclamó Dante furioso—. ¡No lo hice! ¡Yo la amo! — ¿Entonces cómo explicas su muerte? — Yo- no recuerdo nada. Solamente que estábamos juntos y nada más. Le juro que no lo hice. — ¿Cómo que no recuerdas? ¿Crees que te drogaron? El joven se quedó en silencio unos segundos. No sabía qué responder. Tal vez si lo habían drogado y por eso no recordaba nada. O tal vez había sido un golpe. — No lo sé... — ¿Consumes drogas? Nuevamente se quedó en silencio el recinto. Dante solamente había consumido m*******a durante su vida, pero no recordaba haberlo hecho ese día. No sabía si eso podría hundirlo más u otra cosa. — Solo algo de m*******a. — ¿Así piensas que te creeré? Esteban negó con la cabeza repetidas veces y se levantó de su lugar. Había algunas cosas para él que no cuadraban, pero ese era su trabajo. Llegar hasta las últimas para poder saber qué había pasado. Caminó unos segundos y se volteó viendo al joven Jones observándolo con atención. Su rostro se encontraba demacrado y algo dentro suyo le decía que había cosas que él nunca le diría... por las buenas. — Te haremos una prueba toxicológica. Lamentablemente no me dijiste nada importante, así que seguirás en prisión hasta que tengas los cojones de decirme todo. Salió del lugar y escuchó un estruendo desde la habitación, donde un pobre Dante llorando y gritando pedía que le dejaran salir. Si, le dolía algo la situación y dejar a una persona encerrada. Siempre le dolía esa situación aún así llevara más de 20 años de profesión. Esteban detuvo su paso y soltó un suspiro. — ¿Qué sucede? —Cuestionó mirando por encima de su hombro—. ¿Quieres hablar? — Si. Esteban detuvo su camino y volvió a paso apresurado dentro de la habitación. Era algo inusual que un asesino quisiera ayudar a la justicia sin recibir ningún tipo de amenaza o tortura. — Dime. Dante se dejó caer al frío suelo gris rendido y sintiendo su garganta secarse cada vez más mientras pasaba saliva. Estar tras las rejas lo estaba cansando de sobre manera. No podía entender cómo había sido posible que su abogado le dejase solo con aquel hombre. La muerte de Elizabeth había sido terrible. Recordaba cómo se había sentido cuando la noticia le fue dada en la mañana del siguiente día. Había sido uno de los dolores más insoportables que había tenido que vivir en su vida. No entendía por qué tenía que sufrir tanto. Su madre había muerto dos años atrás, su hermana meses atrás y Elizabeth poco después. ¿Acaso tenía algo que pagar en la vida? Estaba cansado. Ya no podía recibir más dolor que el que estaba recibiendo y lo sabía. Sabía que, si llegaban a intentar hacerle algo, no podrían dañarlo. Porque él ya estaba roto... roto por dentro. — Elizabeth tuvo algunas cosas que deberle a muchas personas. Ella no era completamente una buena chica. — ¿Cómo así? — Elizabeth... —suspiró Dante—... ella debía mucho dinero. Había personas que la estaban siguiendo y ella estaba preocupada por los dos. Ellos sabían dónde vivía cada uno. — ¿Recuerdas los nombres de esas personas? —Esteban inquirió acercándose más al muchacho. Eso podría brindar pruebas al caso—. Nombres, acentos, lugares... — Si... recuerdo un nombre. Paulo Chiesa. Estoy seguro de que es italiano... solo es conocer su nombre. — Bien. ¿Qué tenían que ver ellos? — Elizabeth vendía drogas para él. Ella me dijo que había sido en el pasado... pero recuerdo que ella siguió haciéndolo. Todos los días golpeaban su puerta en la madrugada y era para recibirlas. Esteban sonrió de medio lado —. Entonces piensas que pudo ser él. — Si... creo. El hombre asintió en silencio. Podía ver el dolor en los ojos del muchacho y cómo buscaba encontrar culpables por la muerte de su pareja. — ¿Estás seguro, Dante? Cuando había aceptado el caso, se había dado de cuenta que no sería fácil. Había muchas cosas en juego y eso le había atraído aún más. En un lugar como Dover no era normal que sucedieran crímenes tan atroces como el del joven Martins. Mucho menos torturas o mutilaciones. Dante afirmó, seguro —. Si, lo estoy. — ¿Entonces por qué en sus uñas había rastros de tu camisa? Como si hubiera luchado... contra ti.
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