Capitulo 2

1849 Words
Los duros ojos grises y oscuros de Wayne se clavaron en Wyatt mientras decía: —¿Y bien? ¿Qué opinas? —¿De qué? —respondió Wyatt con cautela. —Del espectáculo del piso. ¿Viste lo grande que es esa... su... polla? —¿De qué carajo estás hablando? Wayne señaló a las mujeres que estaban teniendo sexo. Al mirar, Wyatt, confundido, se dio cuenta de que una de ellas era trans y, efectivamente, tenía una impresionante erección. Se giró hacia su padre y, enojado, preguntó: —¿Eso? —Como si pudieras seguir con esta tontería de los pronombres. Parece que a Simpson le gusta... sea como sea. Así que decidí hacer una prueba de campo para averiguar a qué viene tanto alboroto. Si te quedas, podrás ver cómo le da por el culo a Simpson. Wyatt fulminó con la mirada a su padre durante un buen rato antes de decir finalmente: —Eres un cabrón despreciable, ¿sabes? Irredimible en todos los sentidos. De verdad que no me imagino qué vio mi madre en ti, ni siquiera por una noche. Vine a este maldito evento porque me dijeron que tenías algo importante que querías hablar conmigo, pero cuando llego, ¿solo me traes mierda odiosa e intolerante encima de tu habitual y detestable desfile de aduladores lujuriosos y drogadictos descerebrados? No me invites a más de tus malditas fiestas, Wayne. De hecho, no vuelvas a contactarme. Estoy harto de ti. —¡Espera! —gritó Wayne mientras Wyatt huía enojado de la habitación. Wyatt lo ignoró y siguió caminando hasta salir por la puerta principal, quedándose temblando de rabia en el camino privado donde se encontraba la casa. Se quedó allí, furioso, varios minutos, deseando que le bajara la presión arterial antes de permitirse pensar en su siguiente movimiento. Oyó que la puerta se abría tras él y se giró para ver a Wilson, el hombre al que había atacado cariñosamente en la playa, ahora vestido con un traje nuevo. Wyatt suspiró con cansancio y murmuró: —¿Qué haces aquí, Wilson? El mayor de los medio hermanos de Wyatt lo fulminó con la mirada y dijo: —¿Qué diablos hiciste? Papá está furioso. —Le dije la verdad. Impactante, lo sé. ¿Te envió aquí para castigarme? —Si pudiera —gruñó Wilson. —Ya terminé con él. Esta fue la gota que colmó el vaso. —¿Por qué? ¿Por la transmisión? —¡Ya basta! —ladró Wyatt—. No voy a castigar a un viejo por incitar al odio, pero tú eres presa fácil, joder. —De acuerdo —dijo Wilson, levantando las manos en señal de rendición. Esperó un largo instante antes de añadir—: Sin embargo, tendrás que disculparte con ese viejo, como lo llamas. Wyatt lo miró fijamente y dijo: —Nunca. —Te trajo aquí hoy para ofrecerte un trabajo. Es hora de que ocupes tu lugar en el negocio familiar y empieces a aprender los entresijos del oficio. —¿Justo como lo hiciste tú? —se burló Wyatt. —Tu fondo fiduciario no durará para siempre, no con todos tus intereses extremistas. ¿Y entonces qué, Wyatt? Dejaste el instituto el día que cumpliste dieciocho y no tienes ni la más remota idea de una habilidad profesional. Lo que te ofrece significa que podrás seguir viviendo una vida de lujo para siempre. Ni siquiera te hará trabajar tanto. Solo necesita a alguien a quien pueda enviar a alguna reunión ocasional para agasajar a un subgrupo específico de posibles socios comerciales. Alguien que sea particularmente susceptible a tu particular tipo de encanto. —¿Quieres decir que quiere que los seduzca? —observó Wyatt sombríamente. —Hay cosas peores en la vida que haber nacido con el cuerpo de un dios griego. No es que vaya a mandarte a seducir a pensionistas para que paguen sus hipotecas inversas. Está dispuesto a dejar por escrito que no tendrás que acostarte con nadie mayor de cuarenta y cinco. Cincuenta como máximo. —Ustedes dos son jodidamente increíbles —espetó Wyatt mientras comenzaba a caminar hacia el oeste por el camino privado. —¿Qué hay de su oferta? —preguntó Wilson a sus espaldas, pero Wyatt no se dignó a responder. --- —¿No te conozco de algún lado? —preguntó la mujer de veintitantos años, con largas rastas y una impresionante afinidad por las modificaciones corporales, mientras miraba a Wyatt por el espejo retrovisor. Wyatt la miró con tolerancia y dijo: —He hecho algunos anuncios que quizá hayas visto. Era su respuesta habitual al ser reconocido, ya que tenía la doble ventaja de ser cierto, gracias a algunas decisiones cuestionables que tomó en sus veinte años para aprovechar su relativa fama, y de ser engañoso. Miraba por la ventana en lugar de lo que sospechaba que era el comportamiento más habitual de los proveedores de viajes compartidos: mirar fijamente sus teléfonos. Tenía un smartphone, claro, pero había desarrollado una sana desconfianza hacia ellos cuando varios conocidos fueron víctimas de hackeos. Como resultado, solo usaba su teléfono cuando era absolutamente necesario y nunca para cosas como las r************* . Su respuesta pareció satisfacer al chófer, y el resto del trayecto transcurrió en relativo silencio. Al llegar a su edificio, situado en el Upper East Side, Wyatt entró a toda prisa y logró llegar al ascensor tras una breve charla con la portera. Al llegar a su apartamento, se quitó la ropa y fue directo a la ducha. Se sentía sucio, a pesar de haberse limpiado apenas unas horas antes, y tardó casi treinta minutos en admitir que estaba siendo ridículo y cerrar el grifo. Al salir desnudo de su dormitorio, escuchó un grito: —¡Guau! ¡Guarda esa cosa! Le sonrió con picardía a su amigo Dirk, quien al parecer había decidido entrar desde el regreso de Wyatt, y bromeó: —Sabías los riesgos. Luego entró a la cocina y tomó una cerveza, sentándose en la barra mientras miraba expectante a su amigo. Dirk Xander era un hombre al que muchos confundían con el gemelo de Wyatt. Tenían casi la misma altura y peso, aunque su amigo era varios años menor y tenía los ojos color avellana en lugar del azul oscuro de Wyatt. Se diferenciaban en otro aspecto, el que Dirk había comentado cuando Wyatt entró en la habitación, pero Wyatt no tenía intención de soportar la incomodidad de vestirse, mucho menos en su propia casa. Finalmente, Dirk entró en la cocina, se sirvió una bebida y se dirigió al comedor, dejando la barra entre él y el abdomen de Wyatt. —¿Qué tal la fiesta? —No quiero hablar de eso. —Genial, ¿eh? Al menos había mucho entretenimiento, ¿no? —Como si me rebajara a probar las sobras de mi padre. Cada maldita persona en esa casa es un desperdicio de espacio. Incluyendo, y sobre todo, a mi padre y a mi medio hermano. —¡Dios mío! ¿Qué hicieron esta vez? No fue caca, ¿verdad? —Me acaban de demostrar una vez más lo repugnantes que son. Ya me harté de ellos. Espero que no tuvieras la mira puesta en asistir a su fiesta de Halloween. —Quiero decir —empezó Dirk—, no me hacía ninguna gracia. —Puedes venir solo. Te advierto, sin embargo, que podrías pasarte la noche entera recibiendo reprimendas por mi "desagradecimiento". Dirk lo observó un momento antes de que su expresión se suavizara. —Es una lástima que sean tan imbéciles. Lamento mucho que te estén haciendo pasar por eso. Wyatt ignoró la compasión. —No patearon a mi cachorro. Simplemente son quienes siempre he sabido que eran. Creo que finalmente me di cuenta de que no tienen nada que necesite. Ni siquiera algo que quiera, para ser honesto. Dirk se levantó rápidamente. Gruñó de frustración al ver la desnudez de Wyatt. Mirando fijamente a su amigo a los ojos, le dijo: —Vístete. —Este es mi lugar. —Eso mencionaste. Lo que quería decir es que te voy a sacar. Para que te distraigas. —Realmente no estoy de humor para ir a discotecas. —No te lo propongo. Simplemente saldremos a cenar tranquilamente. Yo invito. —Sí, claro —gruñó Wyatt. —Esta vez lo digo en serio —replicó Dirk alegremente—. Vamos. Divirtámonos un poco y olvidémonos del imbécil de tu padre. Wyatt se encogió de hombros con buen humor y se bajó del mostrador. —Bien. De todas formas, no tengo nada que preparar para la cena. —No muestres demasiado entusiasmo por pasar tiempo con gente como yo —dijo Dirk con sarcasmo. —Deja de quejarte —respondió Wyatt con buen humor mientras regresaba a su dormitorio. Dirk se movió para sentarse en la sala, con cuidado de no mirar a su amigo. —Nunca me contaste lo del salto. ¿Al final te acobardaste? —Solo por eso, de verdad que estás comprando esta noche. Salió casi a la perfección, si te soy sincero. Aterricé a pocos metros de tierra. Deberías haber oído al jefe de salto. Solo lloriqueos interminables antes del salto. Cualquiera diría que tenía una floristería en lugar de un negocio de paracaidismo. —Bien por ti. ¿Qué sigue ahora que dominas el salto con traje de alas? —No estoy seguro —respondió Wyatt encogiéndose de hombros—. Supongo que veré qué me interesa. ¿Por qué? ¿Tenías algo en mente? —¿Cómo carajo voy a saberlo? No comparto tu sed de adrenalina. Sigo sin entender por qué no usas más tu superpoder. —¿Qué superpoder? —Esa mutación entre tus piernas que atrae a todas las mujeres heterosexuales en un radio de cincuenta metros como polillas a la llama. Si pudiera destrozar el coño como tú, nunca me iría de Manhattan. —Te va perfectamente bien con las damas, sin importar cualquier... escasez que puedas tener. —Eres un completo imbécil —espetó Dirk, no sin una punzada de verdadera ira. —Lo siento —dijo Wyatt con sinceridad—. Me dejé llevar. Te lo diré, te lo compensaré consiguiendo sexo esta noche. —Por esa mierda, me debes al menos un trío. —No esperemos milagros —dijo Wyatt con una sonrisa mientras regresaba a la sala de estar vestido de traje, sin corbata. —d**k —gruñó Dirk mientras seguía a su amigo hasta la puerta. *** —Esto podría ser divertido —gritó Dirk mientras pasaban rápidamente junto al portero para entrar a un club nocturno lleno hasta los topes con la gente más hermosa de Nueva York. Wyatt se encogió de hombros y siguió a su amigo por la periferia de una pista de baile repleta de tech-bros e influencers. Mantuvo la vista fija en la espalda de Dirk para no correr el riesgo de ver a alguien conocido. Su amigo, sin embargo, no tuvo reparos. —¡Cameron! —gritó Dirk mientras levantaba la mano a modo de saludo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD