🌕 CapÃtulo 1: El Secuestro
La noche caÃa densa, envuelta en un silencio apenas roto por el murmullo del viento. La luna, grande y pálida, se reflejaba en el pavimento húmedo mientras Luna caminaba con paso rápido hacia su casa. Llevaba entre los brazos una cesta con pan y frutas que habÃa comprado para su madre y su hermano menor.
No sospechaba que esa serÃa la última noche en que sentirÃa la libertad rozarle la piel.
Un vehÃculo oscuro se detuvo bruscamente a su lado. Tres hombres con máscaras descendieron sin mediar palabra. Un grito se ahogó en su garganta. El golpe fue seco, el mundo se volvió borroso y el eco de sus propios pasos desapareció.
Cuando abrió los ojos, el aire olÃa a hierro y humedad. Estaba en un cuarto sin ventanas, con las muñecas atadas y la cabeza doliéndole como si el suelo mismo la hubiera golpeado. Afuera, se oÃan voces y risas.
—Otra más para la subasta del viernes —dijo un hombre, con voz ronca y cruel—. Esta vale más, tiene piel de porcelana.
Luna sintió las lágrimas arderle, pero no dejó que cayeran. No entendÃa nada. ¿Por qué ella? ¿Por qué la habÃan elegido?
Los dÃas pasaron lentos, sin sol ni esperanza. Aprendió a obedecer para sobrevivir, a callar para no recibir golpes, y a mirar al suelo para no provocar la furia de sus captores.
Hasta que una noche escuchó algo distinto: la voz de un hombre que no habÃa oÃdo antes. Grave, firme, autoritaria.
—¿Cuánto piden por ella? —preguntó.
Los demás callaron. El silencio fue tan pesado que Luna contuvo la respiración.
—No está en venta todavÃa, señor… —intentó decir uno.
—He dicho, ¿cuánto? —repitió la voz.
El sonido de unas monedas cayendo sobre la mesa fue lo último que Luna escuchó antes de que el candado de su celda se abriera.
—Desde ahora —dijo el hombre, con un sombrero n***o que ocultaba su rostro—, ella me pertenece.
Y asà comenzó el destino de Luna, vendida al mejor postor.