¡No puede ser!

2153 Words
Mis manos automáticamente van hacia mis pechos, pero ahora tengo el torso con algunos vellos y plano, por lo que un nuevo grito abandona mi boca— ¡AAAAAHHHH!    Mi respiración es irregular y miro hacia entrepierna, donde me encuentro con una gran erección, que duele como la mierda. Bajo mis bragas y la maldita erección se libera de la presión, sintiéndome un poco más aliviada. Tomo entre mis manos, mis nuevos atributos, palpando los testículos, que se sienten pesados bajo la erección.    Las ganas de orinar me superan, por lo que, decido hacer mis necesidades en el baño, aunque, no sé qué hacer.   —Pero qué carajo, ¡ahora tengo pene, puedo orinar de pie! —Me digo a mi misma, por lo que me pongo de frente en el inodoro y espero que comience a salir directamente a la taza, pero sólo consigo apuntar hacia arriba, disparando hacia todos lado, dejando un rastro de orina por todo el baño, hasta que lo tomo entre mis manos y echando el trasero hacia atrás, consigo dirigirlo hacia la taza—. ¡Mierda, no era tan sencillo como imaginé! —bufo.   Me vuelvo a poner frente al espejo, y toco mi cara, sintiendo una insipiente barba en el rostro. Mis rasgos se mantienen, y es como un efecto de FaceApp, en la que te pone cara de hombre. Me alejo un poco y miro mi cuerpo desnudo, ya que había terminado por quitarme las bragas, que tanto me incomodaban.    Vuelvo a tomar mis nuevos atributos entre mis manos para examinarlo en detalle. No sé por qué aún sigue erecto, si no estoy pensando en nada caliente, y es bastante incómodo, incluso, un tanto doloroso. Muevo el prepucio de adelante hacia atrás, estudiando las sensaciones que esto me produce.   —¡AAAHHHHH! —grita Katty, por lo que también grito. —¡AAAAHHHHHHH!  —¡PERVERTIDOOOO! —exclama asustada— ¿¡DÓNDE ESTÁ DANIELLE!? Y, ¿¡POR QUÉ GRITAAAAS¡?   Un ataque de risa nerviosa me invade, por lo que no puedo controlarme, mientras mi amiga, me mira de arriba abajo, con sus mejillas sonrojadas y con cara de espanto.   —¡Suelta esa… cosa! —grita, mirando mi entrepierna, y yo no puedo dejar de reír. —¡Soy yo, engendra! —exclamo y Katty abre los ojos como platos—. ¡No sé qué mierda pasó!, pero… ¡ahora tengo peneeee! —grito esto último, enseñándole mi nueva anatomía.    La pelirroja niega, incrédula y pone mala cara cuando le señalo mi entrepierna.   —¡Tapate, por favor! —exclama—, ¡No puedo pensar con esa cosa apuntándome! —Vuelvo a estallar en carcajadas, por lo que tomo la toalla y la envuelvo en mi cintura. Mientras que, poco a poco, la molestia en mi entrepierna comienza a amainar—. ¿¡Cómo podría creer una estupidez como esa!? —pregunta, aún incrédula— ¡Danielle!, ¡Danieeeelle!, ¿dónde estás, rata inmunda?, ¡no es gracioso! —exclama, mientras da vueltas en mi habitación,  abre las puertas del closet, revisa debajo de la cama, y yo como idiota la sigo a todos lados.  —¡Katty! —La llamo, sin que me preste atención— ¡Katty Williams! —La vuelvo a llamar, por lo que me mira, sin prestar atención. Bufo, buscando alguna cosa que le pueda decir, que sólo yo sepa de ella, para que me crea que soy yo—. ¡Yo te di tu primer beso! —exclamo, ya que un día, cuando éramos más pequeñas, llorando me pidió que le explicara como besar, y terminamos besándonos las dos, lo que quedaría como un secreto sagrado, guardado en lo más profundo de nuestros recuerdos.   La pelirroja se queda helada, a mitad de pasillo, de espaldas a mi, mientras le tomo los hombros con cuidado y la volteo.   —Soy yo engendra… Danielle… —Le digo más seria.  —Pero… ¿¡Cómo!? —exclama y me encojo de hombros, sin saber qué contestar. —¡No lo sé!, sólo sé que desperté en la mañana y ya estaba así —digo haciendo pucheros.    Camino hacia el sofá, y veo mi casa revuelta completamente. Me tiro al sofá y la toalla se abre, dejándome una vez más, con mis nuevos atributos a la vista, por lo que se cubre los ojos y me señala, para que me tape. Intento juntar las piernas, pero es una mierda, ya que me aplasta los testículos, y ahora comprendo muchas cosas.   —¡No puede ser! —exclama mi amiga alarmada, y me encojo de hombros, resignada. —Creo que me quedaré en casa, y no saldré a ninguna parte, hasta que se me pase… —menciono—. Por que esto se me va a pasar, ¿¡verdad!? —cuestiono alarmada.  —¡No tengo idea, rata inmunda! —Se sienta casi en la punta del sillón, lejos de mi. —¿¡Qué te pasa, engendra?, ¡ni que te fuera a tocar, o a hacer algo! —Me quejo. Se encoje de hombros y me vuelvo a poner de pie, acomodándome bien la toalla—. Me daré una ducha, para ver si se me aclaran las ideas… —menciono—. Por favor, piensa en algo, tú eres la inteligente —Le pido y se ríe sin gracia. Asiente.   Camino hasta el baño una vez más y me meto a la ducha. Dejo caer el agua tibia por sobre mi cuerpo, y cuando estoy por pasarme la esponja exfoliadora y aplicarme las cremas, desisto de la idea, así que simplemente, me pongo jabón y aplico champú en el cabello.    Cuando salgo, comienzo a secarme y caigo en cuenta, que no tengo nada para ponerme. Nunca tuve un novio como para tener alguna ropa de hombre, que se haya quedado en casa, y cualquier cosa que Danielle, pudiera usar, no me entraría ni en una pierna.    Vuelvo a envolverme en la toalla y busco mi móvil en la mesita de noche. Busco el contacto de Samuel y le envío un mensaje.   Danielle: Amigo, estoy en graves problemas ✓✓ Necesito ayuda y ropa de hombre. ✓✓ De un hombre muy grande, por favor. ✓✓   Samuel:  ¿No quiero preguntar? ✓✓ Ya voy ✓✓   Preparo café y hago unas tostadas con aguacate, para Katty y para mi, exprimo unas naranjas y sirvo el desayuno para las dos. La pelirroja está muda, sin decir una sola palabra, y yo igual.    —¿Qué se siente? —dice finalmente, mirándome fijamente. Alzo una ceja, sin comprender— Me apunta la entrepierna y me encojo de hombros. —Es una mierda no poder cerrar las piernas. Las bolas pesan y siento como que se mueven y eso me genera ganas de rascarme a cada rato —farfullo, por lo que Katty estalla en carcajadas, que me hacen reír. —No llevas ni dos horas con la conciencia de tu nuevo cuerpo y ya tienes claro, lo molesto que es —Se ríe. —Extraño mis pechos, aunque, debo admitir, que se siente bien, sin tener el peso en la espalda —Le sonrío y se sonroja. —¿Te acabas de sonrojar, engendra?, si te das cuenta que soy yo, ¿verdad? —Le advierto y se encoje de hombros. —Es mi naturaleza, qué quieres que haga… ¡Eres un hombre ahora, por Dios! —Se queja—. ¿Qué vas a hacer, Danielle? —pregunta preocupada. —No tengo ni la más mínima idea… —menciono, justo cuando suena el timbre de casa—. Debe ser Samuel —menciono.   Camino hacia la puerta y la abro. Samuel me da una mirada lasciva de arriba abajo y se sonroja.   —¡Perfecto, tú también! —bufo, mientras lo dejo pasar. —¿Hola?, ¿nos conocemos? —pregunta coqueto. —Soy el problema urgente de Danielle —explico y asiente. —Eres más grande de lo que imaginé, ya sabes, a veces Dani, exagera un poco —Se encoje de hombros y sonríe coqueto. Me pasa una bolsa y se la recibo, para irme a mi cuarto y ponerme algo de la ropa que me trajo Sam.   “¿Y Danielle?” lo escucho preguntarle a Katty, y no logro escuchar el cuchicheo entre ambos, por lo que decido revisar la ropa que me trajo.   Un jogger gris y una camiseta blanca, que supongo me deben quedar bien. Desenvuelvo la toalla de mi cuerpo y cuando me agacho, para ponerme un bóxer que viene en la bolsa, Samuel entra desesperado a mi habitación. Por inercia me llevo ambas manos a los pechos y volteo mostrándole el trasero.    Sam se larga a reír y cuando me doy cuenta que lo hace porque me estoy cubriendo mis inexistentes pechos, simplemente, me cubro la parte inferior del cuerpo.    —¡No te rías, Sam! —exclamo—. ¡Y no me mires con esa cara de baboso! —agrego. Sam alza sus manos, en señal de rendición. —Honestamente, es que estás realmente guapo —Se ríe y bufo. —También tengo ojos, y ya me vi al espejo —menciono cabreada. Me termino de subir el bóxer y de poner la ropa que Samuel me había traído, mientras él se va con Katty, a la sala.   Cuando llego allá, ambos me miran y aprueban la vestimenta. —¿Qué haremos ahora? —pregunto. Ambos se encojen de hombros. —¿Qué harás tú?, mejor dicho —dice Sam, por lo que Katty y yo, lo miramos feo, con el ceño fruncido—. Ok, ok… ¿qué haremos? —Se retracta.   Nos sentamos los tres en el sillón, para ver qué se nos ocurría, pero pasaban los minutos, y ni una sola idea, se nos venía en mente.   —¿Hiciste algo, como para que esto ocurriera? —pregunta Sam, tras largos minutos de silencio y por mucho que pienso, no se me ocurre nada. Niego—. ¿Alguna magia, truco, pócima? —indaga y niego. —¡Ni que fuera una bruja, por el amor de Dios! —me quejo—. ¿Qué podría haber hecho? —cuestiono, sin saber cómo, ni por qué, ocurrió algo así. —¿Y si alguien te hizo brujería? —cuestiona Katty, por lo que me encojo de hombros una vez más. —¿Quién?, ya saben que no me va bien en el amor… —cuestiono—. Tampoco es que tenga mucho, como para que alguien me haga algo así —agrego. —Pero eres hermosa, eso es envidiable —menciona Sam. Pienso por algunos minutos y no se me ocurre nadie. —¿Pero quién?, ¿con qué propósito? —cuestiona Katty. Intento hacer memoria, mientras voy al mesón de la cocina y me vuelvo a preparar un bocadillo—. ¿Otra vez, vas a comer? —Me interroga la pelirroja, por lo que bufo. —Déjame en paz, o ¿no viste el six pack que tengo ahora? —Me levanto la camiseta y le enseño mi tonificado vientre. —Si que te vi —dice Sam.  —¡No seas asqueroso, Sam! —Me quejo. —Tiene razón, Dani —Katty se ruboriza y se encoje de hombros—. Tenía que decirlo —Se ríe. —¡Ya lo sé! —Hago un puchero y cruzo los brazos sobre mi pecho—. Ya me miré al espejo… —agrego.   Tras unos minutos de silencio, Katty salta del sillón y se acerca a mi, me mira a los ojos fijamente.   —¿Dani, qué fue lo que pediste cuando soplaste las velas? —cuestiona, agitada. —¡Si te digo, no se me va a cumplir! —Me quejo y hago pucheros y una rabieta, que seguro se ve muy graciosa. —¡DILO! —exclama. Los miro a ambos. —Pedí conocer al amor de mi vida… —Ambos bufan, ya que se supone que había cambiado y ahora estaba empoderada y superada. —¿Sólo eso? —cuestiona la pelirroja.  —También pedí que me ascendieran en el trabajo o tener mejores oportunidades laborales —digo, y ambos asienten, ya que es un excelente deseo. —¿Algo más? —pregunta Sam, esta vez. Intento hacer memoria y mis ojos se abren como platos. —¡DINOS! —pide Katty. Siento mis piernas flaquear, por lo que me siento en uno de los pisos de la isla en la cocina. —P-pe-dí… pedí… —tartamudeo. —¿¡QUÉ!? —Me apura Sam. —Pedí que mi vida sea tan fácil como lo es para los hombres… —Mis ojos se cristalizan, y como si fuera un crío al que le acaban de robar su juguete favorito, me pongo a llorar.
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