( Escogida por un Demonio )

1064 Words
__Despierto de repente, el dolor atraviesa mi cuerpo. Mi piel arde, y la sensación de violencia me envuelve. No sé lo que me están haciendo, pero mi mente trata de resistir. Mi visión está nublada, pero logro distinguir, entre sombras, las figuras de los que me rodean. Amílcar está cerca, pero no lo que esperaría de él. En lugar de sentirme a salvo, me inunda una sensación de terror aún mayor. Mi rostro duele por la patada que Amílcar me propina con su pesado zapato. La sangre brota de mi nariz y se mezcla con la tierra. Grito, pero el dolor me ahoga, las lágrimas me ciegan. En mis pensamientos solo hay una pregunta: ¿por qué él? ¿Por qué a mí? _ Qué miras, maldita. - me grita Amílcar, su voz rasposa y llena de rabia. - Te creías mucho para estar conmigo, ¿verdad? Ahora verás cómo se siente ser de todos. Un compañero suyo empuja el peso de su cuerpo sobre mí. Siento el ardor de sus manos, los dientes de uno de ellos desgarrando mi piel. "Cállate", gritan mientras me voltean de espaldas, el dolor recorriendo cada parte de mi ser. Pero no tengo fuerzas para luchar, mis gritos ya no son más que susurros ahogados en la oscuridad. Mi cuerpo, desgarrado y sin vida, parece perder toda voluntad de resistir. Pero después de lo que para mí fue una eternidad. Siento que me arrastran. Con manos frías y rudas, me colocan a un lado. Mi cuerpo ya no responde, el dolor es tan intenso que se vuelve insoportable. Los murmullos entre ellos me llegan como ecos distantes, pero en mi mente solo hay desesperación. Ellos están planeando algo más, y el miedo me paraliza. _ No podemos dejarla aquí. La encontrarán. - dice Amílcar, y una sensación de frío profundo me invade. Siento el vacío de la tierra bajo mis pies antes de caer al agua. El agua fría golpea mi cuerpo, arrastra mi alma, y me deja flotando en el vacío. La corriente del río se lleva mi esperanza, y aunque intento nadar, el dolor me consume. Escucho disparos a lo lejos, lo sé, intentan terminar lo que empezaron. Pero no tengo fuerzas, me dejo arrastrar por el agua. La oscuridad me envuelve, el peso de lo ocurrido me ahoga. La siguiente vez que despierto, la luz del hospital me pega en los ojos, y el dolor en mi cuerpo es insoportable. Un hombre de bata blanca está a mi lado, su voz es suave, pero no logra calmarme. _ Señorita, quédese conmigo, todo saldrá bien. Esas palabras no me tranquilizan. _ No me haga daño, por favor, - susurro entre lágrimas, mi cuerpo tiembla sin control. No entiendo, no puedo entender. Todo lo que me rodea parece un sueño lejano, pero el dolor físico me recuerda que es real. La enfermera que se encuentra junto a él se llama Marta. _ Tranquila, estoy aquí. No te preocupes, yo te cuidaré, - me dice con dulzura, aunque mi piel está marcada por lo sucedido. Me abraza, su gesto lleno de compasión me hace sentir, por un momento, que puedo encontrar consuelo. A pesar de que mi cuerpo está cubierto de tierra y sangre, ella no duda ni un segundo en darme su apoyo.- Voy a ayudarte a que te sientas un poco mejor. El doctor Román te atenderá para curar tus heridas superficiales. Después te ayudaré a limpiar. Solo asiento, incapaz de decir más. Después de un largo proceso de curaciones y suturas, mis heridas, aunque tratadas, siguen siendo un recordatorio de la brutalidad que he sufrido. El dolor no se va, pero la amabilidad de Marta, aunque pequeña, es un refugio. _ Podemos llamar a tu familia. - pregunta Marta mientras con cuidado intenta desenredar mi cabello, que se ha pegado a mi cuero cabelludo. Cada movimiento me duele, pero su voz es tranquila, como si su presencia pudiera aliviarme. _ Tengo a mis tíos y un hermano, pero no sé qué decirles... mis palabras se pierden entre sollozos, y mi mirada se pierde en el reflejo de mi rostro en un jarrón cercano. El rostro que alguna vez fue limpio y brillante, ahora está marcado por moretones, cortes y la huella de un sufrimiento irreversible. El ojo izquierdo está completamente cerrado, la huella de la patada de Amílcar. Me observo, y no reconozco a la persona que me mira. _ No es tu culpa,- murmura Marta, intentando consolarme. - Lo que te hicieron no fue tu culpa. Ellos son los enfermos, y deben pagar por lo que hicieron. Al recordar lo que me hicieron, mi corazón se destroza. Me siento culpable por cosas que no entendí, que no pude evitar. No hay palabras para describir la sensación de vacío que siento al saber que mi vida nunca volverá a ser la misma. _ Puedes llamar tú, por favor. - pido con la voz quebrada, - Mi tía se llama Jenny. Marta asiente sin dudarlo, y sale de la habitación. En su ausencia, mi hermano llega al hospital, su rostro está lleno de preocupación y miedo. Corre hacia mí, y mis lágrimas se mezclan con las suyas mientras me abraza. _ Qué te han hecho, mi pequeño Ratón. - dice con voz temblorosa. - Con quién saliste. Apenas puedo hablar, el miedo me ahoga. _ Con los chicos de la escuela, - digo entre sollozos. - Me atacaron. Ellos... me violaron. Mi hermano me mira, su rostro desencajado. Siento que no me reconoce. _ Quiénes son. Dónde están. Dónde está la policía. - me pregunta, lleno de impotencia. Pero el sistema nunca me escucho. A pesar de la denuncia, a pesar de todo lo que he sufrido, el juicio se cierra. Los culpables nunca enfrentan justicia. Las voces a mi alrededor me dicen que fui la culpable, que algo en mí provocó lo que sucedió. La sociedad me juzga, y mi dolor parece no tener valor ante sus ojos. Entonces paso . Meses después mi cuerpo cambió como también mi alma aquella noche. "Dios me envió este ángel para seguir adelante," pienso mientras acaricio mi vientre. Estoy esperando un bebé, un bebé que no tiene culpa de nada. Mi familia no entiende, pero yo lo amo. Mi dolor se ha transformado en algo nuevo, en una esperanza. Él será mi fuerza para seguir adelante, para sobrevivir.
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