Capítulo 5

1737 Words
    -No ha hecho falta. el hermano de San Larrabece ha corrido la voz- dijo Shannon añadió al ver la cara de Reece-: Trabaja para la compañía eléctrica. vio que habías pedido suministro eléctrico para la casa.     -Y puso  el anuncio en el periódico, y en todas las revistas más prestigiosa de Serenity Falls.     -No, se lo contó a Sam. Y Sam se lo contó a su esposa Alice. Y Alice a Constance Laudermann, que supongo que llamó a...     -Vale,vale ya me hago una idea- Reece meneó la cabeza tras interrumpir la enumeración del censo de cotillas de la ciudad-. Casi había olvidado cómo son las cosas por aquí- añadió con una expresión de incordio y nostalgia a pesar suyo.     -Ya sabes, las noticias vuelan en las ciudades pequeñas.     -Supongo-Reece se pasó una mano por el cabello todavía húmedo y Shannon volvió a fijarse en sus anchos hombros y espalda.      De nuevo, notó la misma presión en el estómago. No sabía qué tenía ese hombre para que su cuerpo reaccionara de aquel modo. Nunca había sentido tal tensión s****l por ver un torso desnudo. Lo habría gustado creer que se debía a una insolación pasajera. No sin esfuerzo, Shannon se obligó a mirarlo a los ojos.     -El caso es que por eso sabía que habías venido. Pensé que no te habría dado tiempo a ir a la compra cuando llegaste ayer y que quizá te apetecería desayunar en mi casa.     Reece se frotó el pecho en un gesto distraído. Era verdad lo de la compra.  Que él supiera, la única comida que había en casa era un paquete de cereales que había comprado en Arizona el día anterior. Por otra parte, no había vuelto a Serenity Falls para desenrollar un círculo de amistades. Solo quería poner la casa a punto para poder venderla y, con un poco de suerte, ponerse a punto a sí mismo, mental y físicamente. Por muy atractiva que fuese, no quería...     -El café ya está listo- añadió Shannon entonces.     -Deja que me ponga una camisa-sucumbió Reece justo antes de darse la vuelta y echar a andar hacia una habitación. La llamada de la cafeína resultó demasiado tentadora. Seguía sin estar seguro de si su vecina era una persona lúcida, pero era guapa y tenía café, combinación a la que no pudo resistirse.     Shannon inspiró profundo y expulsó el aire despacio.¿Se podía saber qué le había pasado?. Ni que Reece Morgan fuera el primer hombre atractivo que conocía. En absoluto. Kelly se había dedicado a rechazarlos uno por uno. Después de la primera cita, no había vuelto a pensar en aquellos hombres. De hecho, apenas se había fijado en ellos mientras los tenía delante. Pero Reece Morgan..., él sí que le había hecho reparar en las diferencias entre un hombre y una mujer, cosa a la que apenas había prestado atención en los últimos tiempos.     Cuando Reece regresó, Shannon había recuperado la compostura y fue capaz de ofrecerle una sonrisa amistosa. Fuera lo que fuera lo que hubiese sentido antes, había desaparecido. Y si sintió cierto cosquilleo cuando el brazo de Reece rozó el suyo, no fue más que porque se había quemado un poco.     -Creía que en California podías pasarte años sin conocer a tus vecinos- comentó Reece mientras cerraba la puerta.     -En California quizá, pero no en Serenity Falls- dijo Shannon, y añadió al ver la expresión desconcertada de él- : En mi opinión, la ciudad está atrapada en una especie de vacío espacio temporal. De forma que de vez en cuando se produce un salto y al traspasar los límites de la ciudad apareces depositado...en Iowa, por ejemplo.     -Ah, no se me había ocurrido- contestó con cortesía Reece, pero Shannon pudo apreciar el brillo divertido de sus ojos.     Le gustaba que fuera capaz de sonreír con la mirada, Claro que, hasta entonces, no había nada que no le gustara de él. Alto, moreno, atractivo.Encajaba a la perfección con su viejo ideal del príncipe azul. Aunque su metro setenta y tres la situaba por encima de la altura media de las mujeres y estaba acostumbrada a mirar a los hombres a los ojos, Shannon se  sintió pequeña mientras andaba junto a Reece Morgan.     Desvió la vista cuando este la miró, temerosa de lo que la expresión de su rostro pudiera revelar. Luego, al pasar junto al camión de Reece, tamborileó los dedos distraídamente.     -No me parece que tenga cara de pocos amigos-comentó Shannon. Deseó al instante haber permanecido callada, pero ya no había remedio.¿Qué tenía aquel hombre que le hacía decir lo primero que se le pasaba por la cabeza?     -¿Qué?- preguntó él con una mirada entre intrigada y desconfiada, que confirmaba sus recelos sobre la salud mental de Shannon.     Aunque no podía echárselo en cara, pensó esta. No se podía decir que llevara una mañana de lo más brillante.     -Ayer por la tarde empezaron a surgir rumores sobre su llegada. Alguien señaló que ibas en un camión con cara de pocos amigos.     -¿De veras?-Reece miró hacia el camión-. que yo sepa nunca ha atacado nadie...El caso es que ayer había una mujer en la gasolinera: delgaducha, dentona, con ojos tipo trucha. Me miró como si fuese un extraterrestre con la piel verde y antenas en la cabeza.     -O como si hubiese visto a Elvis con un traje con brillantina- dijo Shannon recordando la conversación con Kelly.     -No creo que se habría extrañado menos si lo hubiese visto a él.     Shannon río y Reece se sorprendió devolviéndole una sonrisa. No le resultaría inconcebible enterarse de que aquella mujer acababa de escaparse de un psiquiátrico, pero no por eso iba a dejar de disfrutar de su compañía. Mientras paseaba a su lado, reparó en el paso elegante de sus largas piernas, en los reflejos rojizos del sol sobre su cabello.      -La de la gasolinera era Rhonda Whittaker.   -lo informó Shannon.     -Whittaker-Reece repitió el apellido con expresión pensativa-. Creo que íbamos juntos al instituto. Ya entonces parecía una trucha grande.     Shannon soltó otra risotada, Era una descripción tan malévola como precisa. Porque había que reconocer que Rhonda parecía una trucha en perpetuo estado de asombro.     -Cuidado con lo que dices. Esa trucha ocupa un lugar de privilegio entre los cotillas de la ciudad.     -De verdad, casi había olvidado lo que era vivir en un sitio como este- comentó Reece tras negar con la cabeza-, donde todo el mundo se mete en la vida de los demás y si no saben algo, se lo inventan.     -Según Edith Hacklemeyer, en tu caso no hacía falta inventar nada sobre ti.     -¡Dios !,¿ la loca sigue por aquí? -Reece se paró al llegar a la acera que daba a la casa de Shannon y miró hacia la vivienda blanca del otro lado de la calle. Un jardín de césped verde se extendía hasta la acera, perfectamente cortado, perfectamente rectangular, con un supuesto que sigue. La casa está igual que hace veinte años.En primavera plantaba petunías rojas y en otoño, pensamientos.     -Pues sigue igual-Shannon se preguntó si serían imaginaciones suyas o de veras estaba viendo la sombra de una silueta tras las cortinas de la ventana. De pronto pensó en la reacción de Edith si veía que Reece estaba mirando hacía su casa y tuvo que disimular una sonrisa. Le tocó ligeramente el brazo-. Se supone que no deberías estar haciendo eso.     -¿El qué?- preguntó él con una ceja enarcada.     -Mirar hacia su casa- contestó con seriedad.     -¿Hay alguna ley que lo impida? -replicó Reece, aunque giró la cabeza y la siguió acera arriba obedientemente.     -Estás alterando el equilibrio cósmico. Se supone que la que se dedica a mirar es Edith, y tu destino es que te vigilen.     -Intentaré tenerlo presente- contestó divertido- No puedo creerme que la vieja Cucameyer siga viva.     -¿Cucameyer? - repitió ella-. ¿La llamabais así?     -No se puede decir que los alumnos le tuvieran mucho aprecio- respondió Reece Morgan encogiéndose de hombros-. No seguirá dando clase, ¿no?     -No, se jubiló hace unos años.     -No saben la suerte que tienen los nuevos.     -De acuerdo con Edith, eres culpable de un delito de petunicidio, perpetrado en el menos una ocasión -dijo Shannon mientras sorteaba un pequeño arbusto que sobresalía y ocupaba parte de la acera-. Al parecer, fue un acto deliberado de violencia hortícola.     -Lo fue-Reece sonrió al recordar la travesura -. Se portaba como si las flores esas perteneciesen a los jardines de Versalles. Cada vez que me veía pasar con la bici por la calle, corría a hacer guardia delante de las petunías y me miraba como si yo fuese a echar veneno a sus adoradas flores.     -Así que decidiste confirmar sus temores. -Shannon lo invitó a entrar en el jardín.     -Pero sin veneno- se defendió Reece  en broma-. La verdad es que sueña un poco tonto.     -Suena humano.Espera un segundo que corte el agua- añadió justo antes de acercarse a la manguera, de la que manaba un chorro abundante cristalino e inmenso.     A fin de no mirarle las piernas como si fuera un adolescente  con las hormonas revolucionadas. Reece se fijó en el jardín, mezcla de césped, hierbajos y dos bancos de flores con  un revoltijo de plantas y flores de todo tipo y tamaño, sin un orden particular.     Si pensabas tomar alguna idea de mi jardín, me parece que no es muy recomendable.      -Comentó Shannon cuando volvió junto a Reece....-La gente dice que mis antes de jardinera pueden causar palpitaciones a cualquiera que sepa algo de plantas.     -Mis conocimientos al respecto caben en la cabeza de un alfiler.     -Genial. Entonces te llamaré para pedir auxilio cuando venga a detenerme la brigada jardinera.     Por un segundo, con aquellos pantanloncitos cortos y la camiseta, el pelo echado hacía atrás, la boca curvada en una amplía sonrisa y los ojos chispeantes, pareció una niña traviesa. Pero no era una niña en absoluto, pensó Reece mientras recorría su cuerpo con los ojos al tiempo que cruzaban el porche y abrían la puerta de la casa. Tuvo que obligarse a apartar la vista de aquellos pantalones que se ajustaban tan tentadoramente a las suaves curvas de su trasero y esbelto que los ojos bailaban sólo.     Lo último que quería era liarse con una mujer, se recordó. Había vuelto a Serenity Falls para vender la casa de su abuelo y quizá de paso, averiguar qué haría el resto de su vida.
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