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Reino de cristal

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Tercera y última parte de la saga Amor de Cristal. Helena ha sido capturada, fue herida y está muy débil para intentar escapar por su cuenta. Nuevamente debe esperar por la ayuda de un caballero en su brillante armadura pero ¿Podrá soportar el no hacer nada por si misma para salvar a su reino?

Ahora siendo esclava en el reino de cromenia, sólo le quedan los rezos que no cesan en su corazón para poder sobrevivir, pues, el Zar y la nueva Zarina no tendrán ningún tipo de misericordia.

Mientras tanto William mantiene la calma y reorganiza el ataque a Cromenia, aún tiene la esperanza de que Helena, su único amor, aún siga con vida, pero no puede tener el lujo de la desesperanza cuando lo más importante de su vida está entre la vida y la muerte.

Portada hecha por @AleanellF

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Prefacio
Era inevitable sentir como la sombra de la muerte se extendía por todo mi cuerpo, cubriéndome en un manto frio y desolador. No puedo rezar, miro al cielo pero las nubes grisáceas llenas del clamor de los muertos no me dejan ver con claridad la luz de dios. El dolor amenaza con derrotarme a cada segundo y mi voluntad ya no es fuerte, no se por cuento tiempo más podre soportar los estremecimientos que me paralizan y la fiebre que me torturan segundo a segundo, la vida se escapa de mi cuerpo, puedo verlo; es un liquido rojo que se propaga por mi ropa, poco han hecho los hombres que me obligan a caminar con las manos atadas a la silla de montar de un jinete. Los designios de la vida a veces son tan crueles, tengo miedo, si, pero ya no de mi propia vida. Sé que en cualquier momento moriré, que ya no me queda mucho tiempo, pero temo por mi familia, he dejado tantas cosas detrás mío y temo mirar atrás y recordar todo lo hermoso que dejare. Mi pena es una niebla que a veces me nubla el camino y ocasionalmente tropiezo con las piedras del sendero, no recuerdo las veces que el peso de mi propio cuerpo ha caído sobre mis rodillas, pero el dolor me recuerda que han sido muchas y que tal vez estoy sangrando pero no he podido revisar mis heridas y aunque lo hiciera no podría hacer nada. Percibo cierta hostilidad en la mirada de los hombres que me han capturado, saben algo pero no sé que es, hablan en su lengua nativa y no comprendo nada de lo que dicen, se burlan, escucho y veo sus carcajadas y luego me miran de forman altiva y burlona, incluso en mis días en el palacio nadie me dirigió una mirada tan insultante, pero ese tiempo acabo y quizás mi vida también. Al fin y al cabo aunque mi vida termine el mundo no dejara de girar alrededor de mi c*****r, la vida seguirá y me dejara a un lado, se que todo ser humano pasara por ese camino, sea joven o sea viejo pero tal vez en la muerte aprecies todo lo bueno que hiciste en tu vida, te arrepientas de todo lo ruin que llegaste a actuar y comprendas que debes vivir como si la vida fuera a acabar el día de mañana. Intente hacerlo, fue mi anhelo más grande expresarle a mi esposo cuanto le ame y lo mucho que me equivoque, debí hacerlo, debí gritarlo sin que me importara un bledo que me escucharan hablar de mis sentimientos. Lo único que realmente me ha importado es mi familia, la que yo he formado. Mucho he sacrificado pero mas allá de lo que perdí estoy agradecida de lo que gane, lamento enormemente no haber pasado más tiempo con mi pequeño retoño y también lamento no haber tenido una vida feliz con mi esposo. Desearía que mis lamentos fueran escuchados, que alguien venga y me rescate y que esta guerra termine, regresar con mi familia e intentar resolver las cosas de diferente manera, pero tan solo son delirios de una moribunda. Seré realista, nadie vendrá. He caminado durante días enteros, he viajado mucho más allá de la frontera de este país, aunque William deseara ayudarme sería imposible hallarme en un reino enemigo donde todo aquel que te observa te desprecia. Intento mantener la calma, no pienso porque eso solo me hace sufrir al recordar a mis seres queridos. Solo miro y observo este reino. Es bello, a su manera. Hay enormes montañas que parecen cubrirlo todo, los pueblos son pequeños y los pobladores son temerosos, se ocultan al pasar la caravana. Y no los vuelvo a ver hasta que hemos avanzado ya varios metros, a lo lejos parecen pequeñas hormigas que se reúnen y tal vez se cuestionan que hace una legión pasado por esos lares. Se preguntan quién soy yo y que he hecho para ser llevada como prisionera. Esos mismos cuestionamientos me hacen creer que realmente lo saben, saben quién soy yo pero ¿Cómo? No logro reconocer a ninguno, no reconozco al traidor que me ha delatado. Pero tal vez eso ya no sea relevante, si saben quién soy yo, seguramente me obligaran a caminar a la capital, me llevaran ante la presencia del zar y el confirmara quien soy. Pero si ese no es el caso, es posible que me lleven para forjar armas, o quizás para mancillar mi cuerpo y desecharme como una mujerzuela. Pero incluso si ese fuera mi destino al menos se hubieran tomado la molestia de curar mis heridas. Al final del tercer día mi cuerpo no pudo más y caí de nuevo pero esta vez sin fuerza en las rodillas para volver a detenerme, cuando perdí la conciencia pensé que ese sería el fin de todo, pero tan solo era el principio. Cuando desperté mis manos estaban encadenadas a un bebedero de caballos, estábamos en un pueblo donde se escuchaba el repique de los martillos al moldear el metal de una espada. Mire a mi alrededor, por el sol era mas de mediodía, mis mejillas ardían al estar expuesta tanto tiempo bajo los abrasadores rayos y entonces percibí que debajo de mis ropas ensangrentadas había algo que oprimía mi herida con fuerza, tal vez habían sospechado la gravedad de mi estado y habían optado salvarme que dejarme morir, pero aun así estaba atada justo a un lado donde los animales descansan y beben agua. Distinguí los puestos de varios herreros, todos y cada uno de ellos encadenados igual que yo aun trabajo forzado. Tiene el material para liberarse pero no la voluntad para hacerlo, se conforman con trabajar para sus opresores si eso los mantiene con vida. - ¡Hey tu!- un hombre robusto, de apariencia sucia y grasosa se aproximo a mí. Me miro como si no fuera más que otro animal que descansa con los otros y arrojo una hogaza de pan mordida- El capitán dice que tienes que comer, ahí está su comida mi real majestad. Se marcho con una carcajada saliendo de su horrible y grasienta boca, desee poder tener cerca una de las espadas que lo herreros forjaban para desquitar la impotencia que sentía sobre su cuello, pero no me quedo más que ver el pan que yacía sobre la tierra a tan solo un metro de mi. Tenía hambre, un pan no calmaría mi apetito y tampoco me ayudaría a recuperar fuerza para volver a levantarme, gire la vista ofendida por la necesidad que mi cuerpo sentía por llenar el vacío de mi estomago, pero entonces un caballo noto lo que había a un lado mío, comida. Extendí mis pies y patee el pedazo de pan más cerca de mí antes de que el caballo se atreviera a comerse la única comida que uno de los barbaros me había ofrecido tan desconsideradamente. ¡Qué tan miserable era mi existencia! ¡Lidiar con un caballo por comida! Estire mis manos hasta donde las cadenas lo me permitían y finalmente tome el pan, cubierto de tierra, lo mire, no era la gran cosa pero nunca había pensado que tendría que verme en esta situación y que un pan tan miserable como este sería un gran festín para una esclava como lo era ahora. Llore amargamente, desee que nadie se atreviera a mirarme, que nadie me juzgara por intentar sobrevivir. Comer del piso era pisotear mi dignidad, era decir que nadie debía respetarme como la reina que alguna vez fui. La reina que ellos sabían que era. Lleve la comida a mi boca y cerré los ojos, pero justo al intentar dar una primera mordida escuche pasos cerca de mí, puse el pan debajo de mi blusa y mire al sujeto que me observaba. -Espero que su comida cumpla las expectativas de una reina- se bufo - hay mucho camino por recorrer y esa será su único alimento, al fin y al cabo no necesito desperdiciar comida en una persona que terminara en la guillotina de la plaza general de la capital. -Tal vez muera antes de llegar... -Mantenerte con vida hasta que el día de tu juicio llegue es mi misión. Con tu muerte salvaras muchas vidas- se agacho hasta que su vista y la mía estuvieron a la par. El observaba una mujer aterrada y yo a un hombre sediento de venganza. - ¿Qué vidas puedo salvar yo, estando muerta?- refute sin alejar la vista de él, pero mi cuestionamiento solo enardeció su furia. Me tomo por el mentón, su agarre oprimió con fuerza mi mandíbula, obligándome a girar hacia la dirección en donde se encontraban los herreros. - ¡Mira!- exigió severamente- ¡Todo esto tú lo has provocado! ¡Tú y tu rey! Solo con tu muerte el zar dejara de oprimir a su propio reino y la furia de la zarina será saciada. Comprendí en ese instante que no solo mi reino sufría, si no que Cromenia estaba en la misma situación, el zar había oprimido a su propio reino para conseguir la venganza de mi hermana. - ¿Y porque crees que esto terminara cuando yo muera?- me atreví a preguntar- ¿Eso fue lo que te prometió el zar? ¿Qué su sufrimiento terminaría si yo moría? - ¡La guerra terminara en cuanto su líder sea decapitada!- mi impotencia fue tal que me atreví a reírme enfrente de mi opresor, al no poder llorar solo salió una carcajada enorme. Por obvias razones me golpeo justo en la cara, me causo una lesión justo en el rabillo de mi ceja izquierda y la sangre comenzó a escurrir pero aunque volviera a golpearme debía aprovechar este momento. Glorificarme con su expresión de ingenuidad y confusión, nadie más que yo podía ver claramente el destino de este reino si mi hermana gobernaba. -Cuando yo muera, detrás de mi vendrán otro hombres y mujeres que no descansaran en su lucha de justicia. Mi muerte no solucionara nada, solo empeorara las cosas, pero allá tu y lo que quieras creer pero te aseguro que esa mujer a la que han coronado como su zarina, no descansara hasta dejar a tu reino y el mío en cenizas. - ¡Cállate, maldita zorra del averno!- amedrento soltando una patada en mi estomago. El aire se escapo de mi cuerpo, y el dolor fue aun más caótico de lo que pude haber imaginado en mi vida. Di bocanadas de aire que comenzaron a llenar el vacío en mis pulmones, tosí y gemí para la satisfacción del hombre frente a mí- Ya no eres tan valiente ahora ¿Verdad? ¡Hazlo vuelve a reírte de mí, infeliz mujer! -No...me reí de ti- alcance a decir entre otro ataque de tos- Si no de tu ingenuidad, me recordaras una vez que haya muerto y tus ilusiones no sean más que eso, un espejismo. - ¿¡Por qué no te callas de una buena vez!?- la segunda patada fue aun peor que la primera. Luego la tercera y la cuarta le siguieron, el dolor aumentaba y mi cuerpo solo se retorcía en su lugar. El dolor se concentro en mi costado izquierdo, no dejaba de punzar hasta que proporcionaba una patada mas, creí que me mataría ahí pero entonces uno de los suyos llego en mi rescate, no porque deseaba hacerlo si no porque alargar mi vida era su misión, al menos hasta llegar con el zar. -Maldita sea, no llegara viva con los golpes que le has proporcionado Sergey. - ¡Fue esta maldita zorra la que me provoco!- se excuso señalándome. Pude apreciar el rostro del que había evitado que me matara en ese momento, como todas los de sus nación, era moreno, alto y galante, pero había algo en su facciones que me daba seguridad. Lo único que pude deducir pese al dolor fue que ese joven atractivo no era en realidad un soldado, lo único que se me podía ocurrir fue que en algún momento, antes de la guerra él era un cortesano, pertenecía a la realeza de este reino. Tal vez o quizás ya deliraba, pues quien podrían ser considerado ante una esclava. -Valery- le dijo a su compañero-ve por el estúpido doctor antes de que esta mujer me saque de quicio nuevamente y decida adelantar su hora de muerte. -Mira lo que has hecho, si muere los que estarán en la guillotina seremos nosotros. - ¡Cállate o te golpeare a ti también por insubordinación, ahora ve por el doctor! El joven corrió a toda prisa hasta que deje de verlo, mientras el que me había golpeado se digno a liberarme de las cadenas. Mi cuerpo cayó e inmediatamente me hice un ovillo pero incluso eso me ocasiono más dolor. Me quede quieta mientras el dolor continuaba, mire a mi alrededor, los herreros me observaban pero no dejaban a un lado sus trabajos pues también ellos eran observados ¿Qué podían hacer para ayudarme? Dolía, pero no tanto como saber que moriría sin poder volver a ver a los que amaba. ¿Cuántas desgracias más esperaban por mí? ¿Cuántos golpes más tendría que sufrir antes de encontrar paz?

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