Ginebra estuvo en la cocina preparando un té de hierbas aromáticas, luego de esa visita de Amelie, sería útil una bebida relajante. —Toma —dijo Ginebra con una sonrisa amable, acercándole una taza—. Es solo té. Te hará bien para los nervios. Tiziano la miró sin mover un músculo. Luego desvió la vista hacia la taza, como si le acabaran de ofrecer veneno. —Yo no bebo porquerías —espetó con voz seca. Ginebra parpadeó, sin saber si había escuchado bien. —Bueno… no es porquería. Es natural. Calma la ansiedad. —¿Ansiedad? —bufó él, con una sonrisa torcida—. Lo que necesito no está en una taza de hierbitas. Además, deberías estar en tu casa cuidando muñecas… no soldados rotos. Ginebra lo miró por un segundo. El veneno no estaba en el té, estaba en él. Inspiró profundo, se obligó a sonreí

