—Todo esto si que me parece tan extraño, jamás pensé que mamá reaccionaría de esa manera, estoy totalmente sorprendida pero bueno, de ella cualquier cosa se puede esperar, veremos que pasa al final de la tarde.
—Llegar a la universidad y sentir el alivio de no ver a ciertas personas es algo que se siente muy bien.
—¿Cata? Tierra llamando a Catalina Hernández.
—Camille lo siento, ando en las nubes.
—Ya veo, ¿Te enteraste qué Fernando dejo la universidad?
—Eh no —finjo no saber nada—.
—Vamos Cata, hasta ayer ustedes estaban juntos, se fueron y ya de ahí no supe más, solo que hoy abandonó la universidad.
—Ayer tuvimos una discusión y decidimos cortar la relación, más de ahí no sé de él —miento, no quiero dar más detalles—.
—¿Cortaron? Que felicidad —otra más— ya era hora Catalina.
—¿Tú también te alegras de eso?
—Pues claro, yo lo trato y ya, hasta ahí, él no te conviene.
—Si, todos notaron eso menos yo.
—Lo sé, en fin, necesito decirte algo.
—Espero que sea algo bueno por favor.
—Lo es si, bueno creo.
—Al grano Camille, me pones nerviosa ¿Qué ocurre?
—Bien Cata veras, —duda un momento — quería hablarte de Federico.
—¿Mi hermano? —asiente— ¿Qué hay con él?
—Me invitó a salir —sorpresa total, es el día de las sorpresas por lo que veo—.
—¿Estás hablando en serio? ¿No estás hablando de otro Federico?
—No, estoy hablando de tu hermano Federico Hernández.
—No puedo creer que Fede haya hecho eso.
—Si lo hizo —me dice con tanta emoción— y le dije que si —brinca de felicidad— se que es menor que yo pero eso no me importa, son solo un par de años y no se nota pues.
—Bueno si así lo hizo pues que te lleve al lugar más costozo que conozcas, mira que Fede no invita a salir a nadie y a mi cuando me invita acabo pagando yo, así que pues, que gaste en ti lo que no gasta conmigo.
—Cata, solo le dije que si y pues le dije que un helado estaría bien.
—Por el amor de Dios Camille, tranquila, yo me encargare de eso, dime cual es tu lugar frustrado aquí en Francia.
—Quisiera un paseo por costa azul, llevo toda mi vida aquí y nunca he podido ir a pasear allí.
—Para eso necesitas todo un día y apenas es martes.
—Iremos por el helado el sábado.
—Pues el sábado irán a costa azul.
—¿Sabes la cantidad de dinero que se gasta allí? Yo podría pagarlo pero igual.
—Tú no gastarás absolutamente nada, si le gustas realmente a Fede todos los gastos los hará él.
—Vale Cata, ya veremos.
—No dejo de estar sorprendida, espero que todo salga bien, ahora vamos que por lo que veo hoy madrugamos en vano ya que al parecer el profesor no llegará.
—Vale, vamos a la cafetería.
—Pasamos un rato agradable en la cafetería hasta que veo pasar a la gran Andrea, me mira con cierto odio y imagino que debe saber exactamente el motivo del por qué no esta aquí hoy Fernando y pues me da igual.
—El día transcurre un poco lento, yo solo quiero llegar a casa para saber lo que nos dirá mamá, es como inquietante porque con ella nunca se sabe, es tan predecible. Le marcare a Alfredo, escuchar su voz quizás me tranquilice un poco.
—Catalina.
—Hola.
—¿Ocurra algo?
—No nada, solo quería hablar.
—¿Estás bien?
—Un poco nerviosa.
—¿Solo eso?
—¿Puedes venir por mi?
—¿Ahora?
—Si no estas ocupado si.
—Estoy en la oficina con mi padre, pero dame unos minutos y paso por ti.
—Vale, te invitaré un helado.
—Yo te invito a almorzar.
—Yo invite primero.
—Vale, después de llevarte a almorzar me invitas el helado.
—Perfecto, te espero en la entrada de la universidad.
—Estare allí lo más pronto posible.
—Gracias.
—Al cortar la comunicación recojo todas mis cosas y camino por el césped hasta la entrada de la universidad.
—Hey Cata, ¿A dónde vas?
—A almorzar con Alfredo.
—¿Puedo ir?
—Claro Fede, vamos ¿Estas bien?
—Si —se rasca la cabeza—.
—Es como dudoso, dime que te sucede.
—Es Camille.
—¿Qué paso con ella?
—Me gusta Cata y mucho.
—Ajam, ya era hora que lo notarás, bueno, que lo aceptaras.
—La invite a salir, pero no se a donde llevarla.
—¿Y qué puedo hacer por tí? —me hago la que no se nada—.
—¡Oh vamos Cata! Ustedes hablan casi que veinticuatro siete, dime cual es su lugar favorito, lo que le gusta, todo de ella, quiero que se sienta cómoda.
—Bueno Fede, ella tiene muchos lugares favoritos pero tiene uno en particular que le gusta mucho y hasta donde se, nunca ha ido y muere por ir —cayo como anillo al dedo esta conversación—.
—¿Qué lugar es?
—Es muy costoso, y no creo que estés dispuesto a gastar tu dinero.
—Es lo de menos Cata, dime y ya.
—Ya que insistes pues es Costa azul.
—¿En serio?
—Si Fede, se que es costoso pero ella sueña con ir allá, si no pues, llevala a comer un helado a cualquier heladería y la harás feliz.
—La llevaré a Costa azul —celebro por dentro—.
—Estas de broma.
—¿Ves que me estoy riendo Cata? Esto es muy serio, nunca me había gustado tanto una mujer como me gusta Camille, y para ella pues lo mejor.
—Ese es mi hermanito.
—Vamos, en el restaurante seguimos hablando, allí llego Alfredo.
—Veo su coche y siento mucha emoción, muero por estar con él, me explico, así sea verlo y hablarle, eso es más que suficiente, es toda mi paz.
—¿No me digas que vas con nosotros? —le pregunta Alfredo a Fede al verlo subirse al coche—.
—Pues claro, no vaya a ser que te consigas por ahí a Fernando y te de otra paliza.
—¿Se supone que me tengo que reír?
—No, no es ningún chiste.
—Por eso vas a pagar tu almuerzo.
—Que poco sentido del humor tienes hermano.
—¿Ah ves? Tú tampoco tienes sentido del humor.
—Bueno basta de sus chistes que ambos son muy malos ¿Podemos irnos ya?—ambos me miran—.
—¿Estas de mal humor? —preguntan a la vez—.
—No, solo quiero comer ya.
—Vamos hermano, la princesa tiene hambre —dice Fede con sarcasmo—.
—Si es mejor, no vaya a ser que después no pague los almuerzos.
—¿Cómo?
—¿Tú invitaste recuerda?
—No, yo invite un helado, tú me invitaste a almorzar, así que tú pagas.
—Pero hagamos algo sencillo, que pague Fede, él se auto invitó.
—Déjalo ya Alfredo, tiene los nervios de punta.
—¿Cuál es el motivo?
—Camille —sonrío—.
—Noo.
—Sii —río a carcajadas— el Fede como que anda enamorado.
—No lo puedo creer.
—Es así.
—Vamos ya chicos, de verdad estoy nervioso.
—Todo estará bien Fede.
—Eso espero, ahora de verdad vamos a comer, yo pago.
—Asombrados totalmente y sin dudarlo un segundo más, Alfredo enciende el coche y vamos rumbo al restaurante ya que estas cosas con Fede no pasan nunca.