Querido Diario

1886 Words
¡Niki Ackerman! ¿Porque tenía el diario de Niki Ackerman en mis manos cuando no hacía ni cuatro días que estaba muerta? Ahora lo entendía, la letra apretada y tímida con la que solía escribirme “te quieros” en notas, las letras del cuaderno “sick sad world”  de una caricatura de los años 2000 con la que estábamos obsesionados. Solía ir todos los sábados a su casa para que viéramos “Daria” juntos. Ni siquiera tenía conocimiento de todos estos recuerdos hasta ahora. Y esto era su diario. Giré ferozmente la tapa y ahí estaban las instrucciones de las que había hablado, bastante borrosas por el tiempo. “Si tienes este pedazo de basura en tus manos, por favor sigue las instrucciones” 1.- Está prohibido entregarles, mostrarles u mencionarles el cuaderno a cualquier integrante de mi familia. 2.-Está prohibido, maltratar, arrancar, rayar, extraviar o tirar el cuaderno. 3.- Está prohibido entregar, mostrar u mencionar el cuaderno a cualquier persona hasta que se cumpla un plazo de un año de mi muerte. No menos. 4.-Si decides leer el cuaderno, una vez terminado, entregarlo inmediatamente a la persona que te lo dio. 5.- Si decides no saber nada de él, entregarlo inmediatamente a la persona que te lo dio. No son reglas muy difíciles. Sigue las instrucciones O TENDRAS QUE MORIR.” Sentí que casi destruí el acelerador cuando lo pise hasta al fondo para abandonar el lugar a toda velocidad. Conduje por la calle principal sin importarme la multa que pudieran ponerme y no paré hasta estacionarme con los pies en una tienda de autoservicio. Compré dos Jack Daniels, una botella de vodka y una lata pequeña de Red Bull. Me tomé cada una de las latas sentado en el asiento trasero de mi BMW pero el temblor de mis manos no me abandonó hasta que pegué un pesado trago a la botella de vodka. No me consideraba una persona supersticiosa, nunca había creído en Dios, así que bien podría reírme de cualquier otra creencia. Pero esto era diferente, esto era directamente una amenaza de una persona muerta cuyo diario había aparecido en mi auto. Muerto si no seguía las reglas. Otro trago más a la botella. No encontré el valor para volver a tomar el cuaderno, podía verlo ahí en el asiento de enfrente como si el ojo de la tapa estuviera viéndome. No supe realmente el tiempo que llevaba ahí hasta que revisé mi celular, eran las 11 de la noche, tenía  tres llamadas perdidas de mamá y otra de Mandy. Cuando llegué a casa todo el mundo estaba dormido. Subí silencioso a mi habitación tratando de no tropezar por las escaleras por el alcohol que comenzaba a hacerme sentir mareado, pero de alguna forma mejor. El alcohol y el cigarro serían mucho menos difíciles de dejar si no te hicieran sentir tan condenadamente bien. Para las doce de la noche me sentía lo suficientemente coherente como para sentarme a los pies de la cama y atreverme a abrir el cuaderno, porque sabía que no podría dormir sin haber leído un poco más. Las hojas crujieron cuando las abrí en: “10 de septiembre, martes, 2013.” “Y lo harás, a pesar del rechazo y de las ínfimas probabilidades. Y será mejor que cualquier cosa que pudieras imaginar.” No podía imaginar a Niki transcribiendo frases de índole tan emocional, la delgada chica inclinada sobre un viejo cuaderno de forma que sus desorganizados rizos le cayeran por toda la cara, mientras escribía furiosa y llena de esperanza.   “Hoy fue mi segundo día en la preparatoria y debo admitir que esto está mucho mejor que la secundaria. Es como si hubieran hecho una selección donde todos los “buenos para nada” hubieran tenido prohibida la entrada a la preparatoria. Todos mis compañeros son inteligentes de alguna forma y no dejan de ser tontos, pero al menos ahora son tontos con futuro. Traté de hacerlo, traté de ser más agradable, más abierta y pude hablar con varios de ellos, pero es como si todos fueran mucho más rápidos que yo, dividiéndose pronto en grupos de amigos en donde no puedo pertenecer. Él dijo que cualquier mínimo esfuerzo me haría sentir mejor. Pero no fue todo en vano. Mientras esperaba a que mi padre llegara por mí, sentada totalmente sola en las bancas de una bonita área verde de la escuela, se sentó a mi lado un chico que no pertenecía a mi grupo, de hecho era alguien que no conocía en absoluto. Sus ojos eran negros, su mandíbula muy cuadrada y su  sonrisa muy confiada, cuando me preguntó: —     ¿Eres de nuevo ingreso, no? Esta primera semana no iba nadie, a menos que fueras de nuevo ingreso o estuvieras llevando curso de repetición. —     Sí ¿Y tú? —El chico no contestó, solo se quedó ahí viéndome con una sonrisa petulante, una sonrisa que no me gustaba nada pero sabía lo que significaba—. ¿Qué reprobaste? Él sonrió aún más al ver que daba en el blanco. —     Trigonometría, pero estoy a punto de conseguir pasarla. Soy de cuarto semestre. Brillante, un posible “no futuro” que le gustaba abordar desconocidas con una sonrisa simplona. Estuve a segundos, pocos de ellos de pedirle que se fuera, pero pensé en algo mucho mejor. Me había retado a mí misma a ser más sociable y de pronto aquí estaba mi oportunidad. Si podía agradarle a este desconocido, ¡lo habría logrado! ¡Habría sido más agradable!  Y este individuo iba a ayudarme.” No, no podía creerlo. No daba crédito a siquiera pensar que Niki había escrito esto. No podía creerme que me hubiera llamado “sin futuro".  Podía recordar perfectamente ese día. Tenía una hora libre antes de que iniciaran mis cursos y la vi sentada ahí luciendo aburrida y yo había ido en su rescate, le había hecho un favor. En mi mente siempre había parecido como que ella era tímida, no como si me estuviera usando como experimento de auto realización. —     “Soy Niki y no eh reprobado nada… nada aún. No sabía si empezar así era lo correcto, pero me sonaba a un buen pedazo de guion de película. Y pareció que funcionaba cuando el chico sonrió. —     Yo soy Allen ¿esperas a alguien? —     Solo a que vengan por mí, pero parece que tendré que irme caminando. —     Que mal. Si lo haces seguro que la lluvia te alcanza —Como si la naturaleza hubiera conspirado con él, el cielo comenzó a tronar débilmente como amenaza de nubes hinchadas. No podía creer que en lugar de estar corriendo a casa siguiera hablando con él—. No te asustan los relámpagos ¿verdad? Quizá fue mi imaginación, pero el sujeto estaba ahora muy cerca de mí, como si se hubiera deslizado en el asiento cuando yo me distraía viendo las nubes. —     No, es solo que seguro me enfermo si camino en la lluvia. —      ¡Oh! Tu retraso mental siempre ha estado. —      ¿Perdón? —repliqué sorprendida y con las mejillas rojas de la vergüenza. ¿Acababa de llamarme tonta? —     Enferma mental. —Soltó en una carcajada. Se habían acabado mis ganas de ser amable. —      ¿Retraso mental? ¿Me recuerdas quién de los dos es el que está reprobado? El chico pudo haberse ido, pudo haberse indignado, pudo haberme dejado sola en la banca; pero no hizo ninguna de las anteriores. El chico solo estalló en risa. —     Me agradas Niki. —Nunca pensé que me sentiría tan feliz por escuchar esas palabras viniendo  de un chico al que definitivamente podría detestar. Le sonreí, y con una sonrisa de verdad, porque me había hecho sentir tan feliz —. Me gustaría quedarme pero aún me quedan dos horas y tu ocupas irte si no quieres mojarte. —     Suena bien —dije quizá con demasiado entusiasmo por lo excitada que estaba. —     ¡Ya se! —Allen me detuvo y comenzó a quitarse el suéter que traía puesto. Era un bonito suéter y una bonita camiseta delgada en la que quedó—. Póntelo, por si, ya sabes, te alcanza la lluvia en el camino. Sentí que toda mi cara se calentaba y se ponía roja, no sé si estaba apenada porque su gesto me pareció muy tierno o por haberme imaginado su abdomen. Llegué a casa empapada y envuelta en su suéter. Atte: Niki Ackerman.” Descrito como lo estaba aquí hacía que los recuerdos llegaran a mí con increíble detalle. Regalar mis suéteres era uno de mis actos para llamar la atención y aunque no tenía ningún interés en conquistar a Niki, en el momento me pareció muy linda usando mi suéter, como un teletubbie caminando en la lluvia. No sabía qué pensar, no estaba consciente de que Niki pensara como escribía y de alguna forma me gustaba saber que a pesar de que pensaba que era un idiota, le había gustado que le prestara mi suéter, o se imaginara mi abdomen. O quizá ya estaba demasiado ebrio. No sé cuándo fue el momento en el que yo ya no estaba sentado en mi cama si no totalmente derribado sobre ella babeando y roncando, sumergiéndome en un sueño en el que sabes que no estás totalmente dormido ni totalmente despierto. Era como balancearse en un pequeño barco entre la fantasía y la realidad. Veía la pequeña luz de la lámpara que descansaba en la mesita en donde estaba leyendo el diario de Niki hace apenas unos minutos. ¿O ya había pasado horas? La luz era agradable, somnolienta y titilaba… ¿Titilaba? Las luces de un foco no titilaban. El hecho hizo que mi barco se balanceara un poco a la realidad, ¿o era el sueño lo que hacía que la luz se comportara de esa forma? La luz que irradiaba el foco siguió cambiando pero no de una forma constante. Algo se interponía entre la lámpara y yo, una y otra vez hasta que se me ocurrió dirigir mi vista a una de las paredes de mi cuarto. Ahora estaba más seguro de que esto era un sueño pues en la pared se formaban sombras que tenían cuerpo y forma cambiante: un conejo, un pájaro, un elefante. ¡Eran manos! Manos que usaban la luz para formar animales. El alcohol y el sueño nunca me habían producido esta clase de sueño. Mis ojos se fueron acostumbrando a la luz hasta que pude ver los dedos, las manos, los brazos y todo un cuerpo que estaba sentado en mi escritorio usando la luz de la lámpara. —     Buenos días querido Allen. Esa voz… esa condenada voz. No importaba cuánto dolor me causó el haberme levantado de la cama con la cabeza embotada por el alcohol. Sueño o no, yo sabía a quien pertencía. Prendí la luz de la habitación a toda prisa olvidándome de cerrar los ojos para evitar que me cegara. Los puntos dolorosos que tapaban mi vista se fueron disipando poco a poco hasta que me dejaron verla. Sus jeans que le quedaban demasiado grandes, sus rizos disparejos por todas partes y su suéter, el mismo que le había regalado hace tres años. Sentada en el escritorio estaba Niki.
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