Momento adecuado, lugar perfecto

674 Words
Las ramas secas del árbol viejo se mecían lentamente bajo la brisa otoñal. Un árbol tan viejo y deprimente que cualquiera lo tomaría como un chiste, uno que daría risa si no fuera tan cruel. Los árboles secos en una fuente vacía no eran la decoración apropiada para poner en una funeraria, no me hacían sentir mejor a pesar de que no sentía nada por la persona que me había traído aquí. No sentía nada por quien velaban ahí adentro, no me producia ningún sentimiento la chica de lindas pestañas cuyos ojos jamás volverían abrirse, o por su cuerpo frío metido en el ataúd. Si no sentía nada, ¿entonces qué hacía allí parado viendo las ramas del sauce viejo? —¿Tienes fuego amigo? —La voz me sobresaltó. No me había tomado la molestia de notar al hombre que estaba parado a unos pasos de distancia de mí, vestido de traje n***o. —¿Perdón? — Fuego —repitió señalándo el cigarro que tenía sujeto entre sus dedos. Le ofrecí el encendedor que nunca faltaba en mi bolsillo. Había tratado tantas veces de dejar el vicio que ya no me importaba. El sujeto se tomó su tiempo en encenderlo hasta que le dio una calada. Le reconocía vagamente, lo había visto dentro de la funeraria y parecía tener mucha confianza a pesar de que estaba seguro de que era un extraño al igual que yo. Nadie lo saludaba o lo veía realmente. Solo avanzó a zancadas lentas hasta la madre de Niki y le dio el pésame con su igualmente pausada y profunda voz. —Era una chica perfecta —soltó después de dar dos caladas que le tomaron mucho tiempo. —Bueno —respondí, aceptando el encendedor que me era devuelto—. No la conocí mucho. —¿Amigo de la infancia? El hombre parecía menor que yo, pero algo en su forma de hablar y sus movimientos me ponían incómodo. Como si esta no fuera una charla casual sobre una chica muerta. —Fuimos novios en la preparatoria. Sonaba incluso más estúpido si lo decía en voz alta. —Debes tener muy buenos recuerdos de ella como para estar aquí. —Realmente, solo vine por curiosidad. —Tal vez mi elección de palabras no había sido la mejor, pero era sincero. No tenía ningún motivo más que pura curiosidad y me agradaba la oportunidad de disgustar al hombre. Lo logré pues el chico frunció la boca sobre el cigarro y apretó el entrecejo como si de repente el humo le hubiera sabido a basura. Su silencio me gustó tanto que no pude evitar preguntar algo más para molestarlo. —¿Tu si eras su amigo de la infancia? Causé el efecto contrario a lo que esperaba. Sonrió tan ampliamente que el cigarro se balanceó sobre su boca. —No. Pero yo conocí a Niki más que cualquiera de ellos. —Tiró el cigarro a medias en la tierra y lo pisó con sus zapatos lustrosos que seguro usaba para ir todos los domingos a la iglesia. O quizá los que llevaba a todos los funerales—. No deberíamos perdernos la oración. Debemos entrar. No me agradaba la idea de volver a entrar al funeral donde nadie me conocía, acompañado de un extraño que aseguraba ser íntimo de Niki. —Me temo que tengo cosas que hacer. Solo vine un rato. —Oh —dijo mientras me daba la espalda y se marchaba al interior—. Pues es una pena. No sonó en absoluto que lamentara que yo me fuera. Y yo no me sentía mucho mejor de lo que estaba mientras veía las ramas secas del árbol triste. Yo había venido por curiosidad y él había venido porque lo sabía todo. Él se iba, y se alejaba. No podía marcharme. No sin antes preguntárselo. —¡Oye! El sujeto se detuvo sin sorprenderse. Debía preguntarle, ahora o nunca —¿Niki tuvo una vida feliz? —Ella tuvo algo mejor. —Sonrió felizmente—. Niki tuvo una vida interesante.
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