Despertó con unos fuertes brazos envolviéndola, con una erección que se incrustaba en sus glúteos y suaves besos a lo largo del cuello. Gimió un poco al sentir esa áspera mano jugar con su erecto pezón, pero no dudó en elevar su brazo, llevándolo hacia atrás para sujetar el cabello que crecía en la nuca de ese hermoso hombre. Ramiro mordió, lamió y degustó cada centímetro de la piel con olor a vainilla de esa hermosa muchacha. —Buen día— susurró ella cuando la hizo girarse para poder verla de frente, dispuesto a comer sus labios con hambre renovada. —Buen día— respondió y se abalanzó sobre su carnosa boca que se abría para recibirlo, tan cálida y deliciosa como siempre. Ramiro, con un cuidado y suavidad completamente ajena a él, se introdujo en ella, volviendo a perderse en esa exquis

