Cuando llegué a St. Claire aquella mañana sentí todo diferente. No había nadie esperándome en el estacionamiento. Había llegado tarde apropósito ese día, quería evitar más palabras de consuelo. Aquel era el motivo por el cual no había visto a ninguno de mis amigos en estos días. Tampoco ninguno había insistido en que los viera, incluso Bernardo me había dado mi espacio para estar sola en estos días. Aunque más que nunca anhelaba su única compañía. –Hola, Alice–me saluda Abby Jance llega con su tímido tono de voz y ese flequillo rosa pálido llamativo- Mi sentido pésame-soltó mientras tomaba mi mano. -Gracias-solté en seco mientras movía mis pies rápido para salir de ahí. Jamás Abby Jance me había hablado y ahora se acercaba a mi como si fuera mi amiga. -Alice, lo siento-dijo un profes

