Capitulo 1
Había vivido en Santa Apolonia durante toda mi vida. Aquella isla apenas tendría 299 años, pero aun así era famosa en el mundo por ser un país joven y pequeño que había nacido luego miles de inmigrantes buscaban un lugar para vivir libre de las guerras. Aquí muchas familias construyeron su hogar y de pronto las raíces de aquel lugar se volvieron coloridas y multiculturales, con pequeñas colonias del barrio chino, casitas al estilo alemán situadas en las frías zonas montañosas y empinados rascacielos como en la Ciudad de Nueva York. También estaba aquel lúgubre castillo oscuro que parecía tener más tiempo que la misma isla. Los fundadores dicen que ahí lo encontraron cuando llegaron por primera vez y en el vivía un Conde cruel que le encantaba rasgarle la piel a los cadáveres para hacerse trajes como si se tratasen de animales. Muchos decían que ese castillo tenia mala suerte. Todos aquellos que se acercasen a él se contagiaban de una extraña enfermedad o traían una enorme maldición que acaba con sus vidas.
Los altos pilares negros apuntaban hacia el cielo como si amenazara con pincharlo. Los ladrillos conservaban un toque oscuro y escalofriantes en todas sus puntas había enormes gárgolas con caras demoniacas que se decían que por las noches cobraban vida y protegían el lugar hasta que regresase su dueño. Sin duda que ese castillo era una enorme atracción turística, no solo era uno de los más grandes del mundo. Su historia y el cómo sus puertas se cerraron hace casi 300 años suponían un delicioso misterio para nuestros visitantes y también citadinos.
Hoy luego de aquel centenar de años por fin abre sus puertas y lo que tenía un tanto excitada a mi hermana pequeña y a mis padres. Claro que la razones de ambos eran totalmente diferente. Papá se notaba más nervioso e imperativo y mamá no dejada de mirarse una y otra vez al espejo como si sintiese que no le gustase a nadie. Desde muy temprano nos habían mandado a ambas arreglarnos. Ellos se dedicaron a cómpranos vestidos preciosos y caros para esta ocasión, pues aquello significaría un gran salto para su carrera como arquitectos y diseñadores de espacios. Para ambos poner sus manos en aquel monstruoso castillo era como si su vida dependiera de ellos. Los dos corrían de un lado a otro y hablaban cada cinco minutos con su misterioso dueño que les pidió mantener su identidad oculta hasta el momento de la reunión cuando por fin la crema y nata de la isla pueda conocerlo. Aquello me parecía un tanto jactancioso y exagerado, pero para papá y mamá parecía el pan de cada día. Siempre me habían contado que todas las personas que contrataban sus servicios tenia aquel mismo perfil excéntrico y ególatra propio de los millonarios. Aunque sentía que había algo más. Los dos deseaban realmente caerle bien aquel dueño. Siempre escuchaba a los dos hablar sobre un tan Drakon Van Milfort quien era descendiente de Virgilio Van Milfort, el ultimo propietario del castillo quien había desaparecido de forma misteriosa y más nunca se había escuchado hablar sobre él.
Cepillo un par de veces mi larga cabellera. Aquello era lo único realmente bonito que tenía luego de que todos los genes Victorias me golpearan con fuerza como la gran primogénita. Mi padre había rezado tanto a Dios para que su primer hijo fuera como él y luego de nueve meses después de ocultar mi sexo fui como una enorme sorpresa. Era una niña para gracia de mi madre pero para mantener la balanza perfectamente en equilibrio el destino decidió darme bajo tamaño y el cuello corto de los Victorias. También estaba aquel aburrido par de ojos castaños y las anchas caderas que me hacían ver como una gorda.
-¿Me ayudas?-preguntó Cereza de mal talante mientras me mostraba aquel enorme lazo que se suponía que tenía que estar amarrado a la parte trasera de su vestido-Mamá sigue creyendo que soy una niña-se queja mientras nos observa en el espejo.
-En su defensa, tienes doce años-exclamo mientras me fundo en esos ojos tristes.
En parte Cereza tenía razón. Ella no parecía una niña de 12 años. su cuerpo se estaba formando rápidamente e incluso me repasaba por quizás unos cinco centímetros de más. Odiosamente ella había heredado aquella belleza pelirroja de mi madre. Su cuerpo comenzaba a verse esbelto y con curvas suaves de perfecto tamaño.
-Me veo ridícula-ella se gira y deja caer su boca ante mi vestido azul-Esto es lo que necesito. Te queda hermoso, Alice. Yo quisiera ser como tú.
-Tonta-beso su mejilla y la siento frente a espejo para maquillar suavemente-Tu eres hermosa y me temo que la más bonita entre las dos-tome un poco de rubor para darle más vida a sus mejillas.
-Bueno. Creo que dentro de poco eso será así-se encoge de hombros con un aire sabiondo- Estadísticamente hablando cuando solo se tiene dos hijas en un matrimonio hay una probabilidad de 75% de que la menor de ellas sea más bonita que la mayor.
-Cállate-desordeno un poco su cabello-odio cuando te pones así, no todo en la vida es matemáticas.
-Solo porque no te guste, no quiere decir que no tengo razón. La vida, Alice es compleja y simple como los números.
Ruedo mis ojos y ahora trenzo su cabellera con mucho cuidado. Me gustaba como se sentía, era seda brillante sobre mis dedos. Sin duda saco todo el encanto de mi madre.
-Listo, Jirafa-digo utilizando el mote que la caracterizaba.
Ella me sonrió al mirarse en el espejo
-Quiero ser como tú-confesó bajando la cabeza.
No pude evitar reírme por lo que había dicho y solo se disgustó.
- ¡No lo dije para que te burles!
-No lo hago, tonta-le quería contar lo que pensaba y como también yo pensaba igual que ella.
-Ahora estas hermosa, no deberías pensar lo contrario.
-¡Bien!-y esa fue su respuesta.
Cuando salimos hacía el castillo n***o note lo frio que estaba la noche, se acercaba el invierno y con ello las heladas y la densa capa de neblina que inundaba las calles a la media noche.
Papá coloco algo de Queen e iba cantando como si fuera Freddie Mercurie a medida que avanzaba por las calles repleta de personas, pues esta isla era muy movida por las noches gracias a los centros nocturnos y muchas actividades que los mayores podían hacer sin restricciones.
Me asomé por la ventana una vez que nos retirábamos del bullicio y el mar de plata se aparecía ante nosotros, la carretera era oscura, solitaria, un tanto tenebrosa y recordar de pronto que iríamos a un castillo que tenía muchos más años que esta isla solo me ponían un poco los pelos de punta pues sabía muy bien su historia y como el formo parte de la fundación del pueblo de Santa Apolonia.
Para nadie era un secreto que perteneció a un conde poderoso que era dueño de estas tierras. El castillo n***o era considerado el tercer castillo más grande del mundo con numerosas torres de piedra que podrían tocar al cielo si quisiera, el viento se rompía entre sus espesas murallas gruesas y podía oler el miedo de cualquier ser vivo que se acercaba a sus alrededores.
Ahora colocaba en duda el gran proyecto de mis padres, ellos tenían que lograse que este gran castillo fuera acogedor para los clientes que venían a la isla en busca de nuevas aventuras.
Papá emocionado bajó el volumen de la música y nos empezó a explicar lo que ella pensaba hacer, tenían buenas propuestas, pero aun así están pesimista de ello. Mamá también hablaba y no paraba de elogiar el interior y la gran historia que tenía, estaban seguro que este sería el negocio de sus vidas y si de por si eran conocidos fuera de la región ahora serían famosos por el mundo por las grandes modificaciones que realizarían.
El gran portón sonó mientras se abría solo, el sonido era crujiente y me alertaba de entrar al lugar, mis manos estaban un poco frías, sentía algo de nervios y curiosidad por conocer a los nuevos dueños, ¿qué clase de personas pensarían que esto era una buena idea?
Ahora los conocería. Tras pasar por un camino recto y casi infinito pude ver cómo las torres se hacían cada vez más monstruosas, me hicieron recordar un poco a Don Quijote quien peleaba con unos molinos de vientos, estaba segura de que si viera estas enormes fieras frente a él huiría despavorido.
- ¡Ya lo verán! -mamá dijo apenas estacionándose.
Papá se limitó a contarnos de la historia y nos dio datos interesantes. Yo mire como había autos lujosos estacionados, reconocí algunos y me sentí más tranquila de que al menos habría más personas con nosotros.
- ¡Esto está genial! -dijo mi hermana apenas entro a la gran sala espaciosa.
Había estatuas de piedra de mujeres desnudas y grandes armaduras por todos lados, el olor a polvo entro por mi nariz y pico.
Un hombre pequeño y pálido nos dio la bienvenida y nos condujo por un pasillo largo hacía una puerta dorada de tres metros. Cuando la abrió al fin pude ver una parte moderna de la casa.
Esta habitación olía a gardenias y se sentía un poco más cálida que el resto de la casa, las personas le daban un toque menos tétrico. Todo parecía ostentoso y de muy costoso gusto con adornos egipcios al estilo de cleopatra.
Una rubia alta de ojos verdes corrió con ánimos hacía nosotros. Su vestido revelaba sus pequeños pechos que mi hermana miro con recelo. La mujer saludo a mis padres besándolos en las dos mejillas a ambos y luego nos miró con curiosidad.
- ¿Son tus hijas? -pregunto a mamá con un extraño acento.
-Sí, ellas son Alice y Cereza.
-Pero si son hermosas y tú estás tan joven, pensé que eran unos bebés cuando me lo contaste.
- ¡Oh, gracias!, eres tan linda.
Sé que mamá no podía ocultar la alegría de que alguien le dijera eso, pues ella era un poco vanidosa en cuanto a su imagen.
-Niñas, ella es Olivia Van Milfort.
Su nombre era hermoso como sus ojos hipnotizantes. La mujer nos abrazó por turnos y cuando llego el mío pude sentir una especie de hedor de ella que rápidamente desapareció, su cuerpo era tan frio que un escalofrió recorrió mi cuerpo, pero aquella sonrisa me calmo. Olivia era realmente hermosa y tan extraña y misteriosa que no podía creerlo.
-Tienen que venir a ver a Drakon, él pensaba que no vendrían para la cena.
-Por favor, no podíamos faltar a este evento querida, sabes que deseamos esto tanto como ustedes.
Detrás de la rubia un hombre alto de cabello largo se apareció. Era obvio que ambos llamaban la atención en la sala, todos susurraban o posaban sus miradas ante la hermosura de ambos. El cabello n***o de este hombre realzaba más su palidez y aquellos ojos azules y fríos que helaban a cualquiera.
- ¡Mirian!, ¡Harry! -dijo el nombre de mis padres con una voz calmada y calculadora y por primera vez me sentí nerviosa sin explicación, pero su rostro hermoso era de aquel tipo que uno podía contemplar sin cansarse.
Saludo a mis padres con familiaridad, todos parecían conocer muy bien y solo mi hermana y yo éramos las extrañas en su círculo de amigos.
-Mira, ellas son sus hijas-Olivia le dijo.
Fue en ese momento que su pude sentir realmente su atención y lo detallé con más detenimiento.
Mi estómago se tensó como todo mi cuerpo, mi corazón palpito de miedo y fascinación.
¿Quién era este hombre? Mi labio superior tembló cuando tomo mi mano y la beso sin dejar de mirarme.
-Cariño, saluda-dijo mamá al notar que me quede sin habla.
-Ho...la-tartamudee.
-Es un gusto conocerte. Mi nombre es Drakon Van Milfort-sus labios se movieron en una sonrisa.
Por alguna forma supe que mentía. Una lluvia de sensaciones invadió mi cuerpo de inmediato. Por un lado, me sentía fascinada y temblorosa, era guapo, alto y fuerte, sus manos se acoplaban a la mía a la perfección, pero aquel roce en vez de ser acompañado por una agradable sensación solo me repelía, como si un presentimiento malo, oscuro me alejara de esa apariencia inhumana.
Cuando se alejó de mi para saludar a mi hermana me sentí un poco a salvo, pero aun nerviosa por el extraño momento.
-Bien, chicas, les robaré a sus padres por un rato-dijo Olivia toda emocionada como si tratara de interpretar el papel de rubia estúpida y sensual pero aquella sonrisa maliciosa revelaba que había algo que ocultaba.
Una vez sola con mi hermana en una esquina y rodeada de adultos indagué desde mi sitio la decoración, los invitados no me importaban del todo. Ya conocía a la mayoría de ellos, muchos empresarios y gente importante en la política se paseaban maravillados por las columnas de mármol con forma de doncellas semidesnudas y los candelabros del siglo 18 que estaban colgado de forma elegante.
- ¿Que fue eso? -preguntó Cereza sentándose en el diván alargado estilo cleopatra con tela turquesa.
- ¿A qué te refieres? -sabía a qué se refería, pero solo ignoraba tener que responderle.
- ¿Te gusto esa cara bonita? -alzó su ceja y me miró curiosa-se nota que es un idiota petulante.
Sonreí al mirarla.
Los violines tocaron más fuerte en la velada y las risas iban y venían, mis padres les gustaba hablar con los dueños y varías personas del lugar, pero sin embargo no podía apartar mi mirada en ese par de extraños hermosos y terribles.
Olivia paseaba como reina en medio de todos, siempre procuraba deslumbrar a todos con su escote y rara belleza maliciosa e inquietante, ambas personas eran iguales, no me extrañaban que fueran familia, los dos hermosos y llenos de secretos lograban que todos compitieran por un segundo de su tiempo.
- ¡Perra! -saludo Jessica mientras corría hacia nosotras-dijo alegremente a menos mal que están aquí o moriría de aburrimiento con todos estos vejestorios y si no fuera por Drakon ya estuviera deprimida y sentada en un rincón odiando a mis padres.
Sorbió un poco de sidra y dejó la copa en una mesita dorada para seguir hablando con nosotras.
- ¿A ti también te gusto ese tipo? -pregunto mi hermana-mejor no me respondas, no sé porque me sorprendo, era obvio que a ti también te gustaría.
-Bueno si, es sexy, tiene buen trasero y es rico. Claro que me gusta, quizás él sea el que he estado buscando toda mi vida.
-Solo tienes 17 que puedes saber sobre eso- mi hermana rodó sus ojos ante las palabras de mi amiga y se levantó a dar una vuelta.
-Tu hermana es una amargada-Jessica se sentó a mi lado y dirigió su mirada hacía Drakon, este sonrió e hizo un gesto de saludo con su mano.
- ¿Qué opinas de este? -
¿qué podía opinar de él? Tenía miedo con una mezcla de excitación y curiosidad cada vez que lo veía.
-Creo que no lo sé.
-Mierda, como no lo sabes ¿ él tipo esta cogible o no? solo tienes que decirlo.
Una ráfaga de viento se coló por la ventana o esa fue mi imaginación. Sentía algo sombrío a mi espalda y la voz lenta y gruesa acaricio mi oído.
- ¿De quién hablan? -pregunto sin preámbulo. Sus labios dispararon una sonrisa cínica e ingerida y enseguida me miro directamente notando mis mejillas enrojecerse.
-Creo que nos están llamando-dije cambiando de tema enseguida.
Me separé de ellos y me adelanté a mis padres, Cereza estaba a su lado aburrida pero fascinada por la historia del castillo.
Las 30 personas fuimos hacía una sala más grande y opulenta en dónde el dinero se derrochaba con sus excentricidades, casi me sentí en la edad medía apenas me senté en la mesa de madera larga y decorada con rosas blancas de pétalos cerrados.
Las vajillas tenían un extraño símbolo que nunca antes había visto. Una espiral imperfecta sobre lo que parecía un búho, estaba grabada en ellos y en todas las ventanas de la casa como si perteneciera a un símbolo real.
Los sirvientes nos sirvieron vino despacio con movimientos robotizados y muy calculadores. Las personas trataban de llamar la atención de aquellos dos extraños halagando el lechón asado en salsa dulce y otros tipos de manjares que apenas sabía que existían. Nunca antes había estado rodeado de toda aquella fortuna intimidante. Mi cuerpo temblaba cada vez que sentía que Drakon buscaba mi atención mirando hacía mi dirección, sus ojos tocaban mi cuerpo de manera indebida y aunque trataba de evadirlo era casi imposible, pues era como una fuerza magnética que me llevaba hacía su mismo punto
Olivia alzo la copa en nombre de su familia e hizo un lindo discurso en el cual agradecía la acogida de este pueblo. Los aplausos y las adulaciones no se hacían esperarse y mis padres estaban en primera fila tratando de caerles bien. Era raro como todos querían encajar con los dueños del castillo, se comportaban como adolescentes sin cerebros que se movían según dijeran Drakon y Olivia.
-Por favor señorita Olivia, deleitemos con sus dones y toque para nosotros-dijo el padre de Jessica Mientras bebía de su copa. Sus ojos lucían algo rojo, era evidente que estaba pasado de tragos y por eso hablaba tan fuerte en todo el castillo podía oírse su voz.
-Bien, lo haré. Todos al salón-ordeno ella. Se acomodó aquel collar de piedras negras que tocaba su ombligo y camino con lentitud y sensualidad robándose la mirada del público masculino, incluso papá no dejo de mirarla por ningún instante como si sus curvas hipnotizaran a cualquiera.
Un violín de madera negra nos quitó el aliento, la música triste y melancólica llegaba a nuestras almas apenas Olivia empezó a tocar las notas con soltura. Sus ojos cerrados acentuaban sus pestañas postizas, ella parecía casi obligada a disfrutar la melodía más triste que cualquiera haya escuchado. Un par de lágrimas salieron de los ojos de mi padre, mamá sostuvo su mano y Cereza no dijo nada completamente hipnotizada como si cada nota tuviera un hechizo que te atrapara para siempre.
La frecuencia con la que seguía tocando Crispo mis nervios rápidamente, voltee para mirar a las personas, los suspiros eran profundos y suaves todos. Yo me sentía como la única en entender a Olivia, estaba vacía y llena de tristeza y por ello completamente nerviosa me deslice entre la muchedumbre y camine lejos de aquella música desalentadora.
El gran ventanal de cristal me condujo hacía el balcón que enseñaba el enorme mar bajo los pies del castillo, las olas golpeaban las rocas del acantilado y el cielo era tan n***o y lleno de estrellas que mi corazón rebozo de alegría.
Estire mis brazos y me frote las manos con insistencia, el frio era fuerte y relajante, casi estuve a punto de guardar aquel recuerdo del olor salado y las estrellas iluminando el n***o cielo, pero de nuevo aquella sensación incomoda recorrió mi cuerpo. Giro con lentitud y solo veo esos ojos azules frente a mí, los mismos que no han parado de vigilar cada movimiento que he tratado de hacer.
Ahora que estaba tan cerca repare en lo alto que era y me sentí temerosa de subir el rostro y mirarlo, pero al hacerlo su sonrisa me sedujo unos instantes, también me paralizo, había algo en Drakon que me deba miedo, pero me atraía tremendamente como si una fuerza magnética proviniera de él.
- ¿No te gustó como toca Olivia? -su mano se rozó accidentalmente con la mía. Aquel toque encendió un fuego adentro, uno que jamás pensé que tenía.
-Ella toca muy bonito. Retrocedí y la barandilla de mármol del balcón me acorralo junto a su cuerpo-solo me pareció triste su melodía.
-Lo sé, siempre es lo mismo con ella, cada vez que toca algo es tan triste que puede volver al más fuerte un pequeño cordero. Pero por el resto siempre me encanta escucharla, quizás fue por eso que la traje conmigo. Su música es eterna y milenaria.
Aquel acento resultaba extraño para mí, nunca antes había escuchado esas palabras tan bien marcadas, cada silaba, cada palabra, tenía una secuencia y tiempo justo en la pronunciación como si sus palabras no pertenecieran a ningún lado.
- ¿Siempre eres tan callada?
-Eh, bueno, yo-en realidad nunca era tan tímida, pero él tenía algo que hacía que le temiera, Drakon olía mi miedo y sentía el poder de ello. Su mano cubrió la mía a la vez que se me acercaba más y más su cabello n***o y largo voló junto al viento y la luna reflejaba aquella piel pálida y suave, completamente hermosa.
- ¿Hago que te ponga nerviosa? ¿quizás yo? - y se acercó tanto que su rostro y el mío casi se tocaban, podía ver el deseo en su expresión frívola.
Mis pies trataron de retroceder y solo causo que estuviera tan cerca de él que sus labios rozaron los míos con mucha suavidad-me encanta como hueles, Alice-sus ojos pasaron de azul a un rojo o eso creí. la podredumbre de su cuerpo se sintió aún más cerca y su boca se unió a la mía con mucha fuerza, como si deseaba poseerme ahí mismo. Trato de alejarme, quiero pensar en Bernardo, pero solo tengo la boca de Drakon envolviendo la mía y su lengua introducirse con mucha experiencia. Sus manos grandes rodearon mi cadera, miles de escalofríos acariciaron mi piel. Por unos instantes me deje llevar por su la forma en como me tocaba hasta lograr soltar un gran suspiro, pero luego de aquella forma apasionante se volvió posesiva y aterradora. Lucho para separarme de él, lo empujo, pero es tan fuerte que mis muñecas sienten la presión de sus manos hasta que por fin me libera.
Por instinto le arrojo una bofetada que parece romper con el silencio y su sonrisa cínica hierve mi sangre.
-No te vuelvas a acercar a mi o lo sabrá mi novio- Bernardo ahora estaba en mi mente.
-No tienes por qué mentir, sé que te gusto, Alice. Tu cuerpo sigue temblando por ese beso-acaricio el anillo de calavera negra en su dedo índice con la otra mano. La ráfaga de viento soplo a otro lado asustada de su presencia, parecía que nada podía tocarlo. Todo tenia miedo de él.
De un momento a otro Drakon me elevaba a los cielos y me hundía al mismo infierno sin ayuda de nadie. Esquivo su cuerpo y solo huyo antes de ser atrapada.
-Serás mía-decretó como un mal augurio y corrí lejos de su presencia antes que pudiera atraparme.
- ¡Aléjate de mí, bestia! -grite antes de huir.