AIDEN
En este momento estaría necesitando algún apocalipsis zombie, el fin del mundo, o simplemente que la tierra me tragara cuando parece que está asesinándome con la mirada como si hubiese hecho algo realmente malo. Frunce el entrecejo y observo como aprieta con firmeza la perilla de la puerta.
— Dime que es lo que se supone que estás haciendo aquí.
— Yo... Antes de que pienses cualquier cosa— pausé para observar.
Noté que mordía sus labios rosados, no supe si por nerviosismo, enojo u impaciencia. O quizá las tres opciones.
— Estoy esperando a que me digas que es lo que haces aquí. No tengo todo el día, será mejor que tengas alguna respuesta convincente o te pateare el culo como no me digas.
Asiento, aguantando la risa a causa de lo maleducada y sexy que se ve hablando de aquella forma, creo recordar que nunca ninguna chica me había tratado de tal forma. Me recompongo a los segundos y decido hablar antes de enfurecer aún más a Charlotte.
— Hace unas horas, cuando nos chocamos...—
— Tú chocaste conmigo— me interrumpe.
— Si, fui yo— concuerdo con impaciencia.
Me hace un ademán con sus manos para que prosiga.
— Si. Yo... Esta mañana chocamos. Choqué contigo y nuestras cosas se cayeron al suelo y...—
Me detuvo nuevamente, colocando su mano en mi pecho, interrumpiéndome una vez más. Sin embargo, lo que dijo después me dejó confundido:
— Debes irte— dijo.
— Aún no termino de contarte lo que sucedió.
Niega su cabeza, observándome nerviosa o quizá con temor.
— Esta noche iré a la fraternidad y me contarás — comenta—. Vete.
Antes de poder formular alguna palabra, me cerró la puerta en la cara. Confuso y algo frustrado por no obtener mi móvil o aunque sea explicarle lo que realmente había pasado, porque a mí parecer Charlotte no se había dado cuenta de aquel intercambio accidental. Volteo y comienzo a arrastrar mis pies con pereza hacia el coche, levanto la cabeza y al momento me percato que al frente hay un coche aparcado.
Antes de cruzar hacia el otro lado de la calle, distingo a un hombre un poco más alto que yo de cabello castaño y algunas canas se veían a simple vista, éste me observó a unos cuantos pasos de mí.
— ¿Puedo ayudarte en algo?— pregunta en un tono frío. Casi brusco.
Con las manos en los bolsillos de mis tejanos, me encojo de hombros y echo un vistazo a la casa de Charlotte. Puedo percibir una silueta tras la ventana, fruncí el ceño cuando noto que era Charlotte quien se oculta tras la cortina, blanca y transparente.
Niego mi cabeza, buscando algo convincente que decirle. Si mal no me equivocaba, había visto aquellos ojos azules atemorizados minutos atrás. Hasta la persona más cuerda se daría cuenta de aquella extraña mirada.
— No, no es nada— vuelvo a menear la cabeza.
Afirma con la cabeza y luego contempla en donde se encuentra mi coche para volver a dirigirme la mirada una vez más.
— Bien. Ahora que no tienes nada que hacer aquí, deberías irte.
Intenté buscar de todas formas, o al menos convencerme de que me había hablado con amabilidad, pero su voz ronca y dura, me daba a entender que me estaba procurando sonar amable, pero según mi punto de vista había fracasado. Con un asentimiento de cabeza y sin nada más que hacer, me despido de aquel hombre y en unos segundos me encuentro dentro del coche, regreso la vista a la ventana y Charlotte ya no se encuentra allí.
Me sorprende el extraño comportamiento, tanto de Charlotte, como de aquel hombre, su aspecto era intimidante y causaba escalofríos. Con aquello en mente, enciendo el coche y me alejo de la casa de Evans buscando convencerme que era solo mi estúpida imaginación.
(...)
Me detengo ante el espejo nuevamente y avanzo hacia la sala de la fraternidad, cuerpos danzaban en sus lugares. Algunos ebrios, otros aún sobrios y el resto ya buscaba una habitación para pasar la noche junto a su acompañante. Habían pasado apenas tres horas, en tres horas más la fiesta llegaría a su fin y no había rastro de Charlotte por ninguna parte.
Algo cansado, doy unos cuantos pasos hasta Logan. El cual estaba con una rubia que desconocía, de cuerpo voluminoso y un poco más baja que él.
Me sonríe al darse cuenta que quiero hablar con Logan y se aleja, para dejarnos a solas junto a mi amigo.
— Está buenísima— acota.
Asiento y ambos estamos con la mirada puesta sobre ella hasta que desaparece entre la gente.
— ¿Qué pasó, Brooks?— pregunta.
Me encojo de hombros y rasco la parte trasera de mi cabeza, sintiendo el suelo temblar bajo mis pies y las ventanas a punto de explotar debido a lo fuerte que se encontraba la música.
— Se suponía que vendría— suelto un bufido.
Resopla y voltea entregándome una botella de cerveza, la tomo con gusto, para luego destaparla con mis dientes y beber un largo trago.
— ¡Oh, vamos! No es esa clase de chicas de las que asisten a fiestas como estas— rueda los ojos y bebe un trago de cerveza—, además, hay más peces en el mar.
Frunzo el ceño y luego viró los ojos cuando noto a una chica pasar y la repasa de pies a cabeza sin disimulo alguno y le proporciono un puñetazo en el estómago. No soy de esos que están con una sola chica, pero la desesperación de tener mi móvil en mis manos no activaba mis hormonas. Al menos no esta noche.
— No hablaba de ella. A ella no la quiero, necesito mi móvil.
Suspira y vuelve a mirarme, divertido.
— Tienen el mismo móvil, no hay ninguna diferencia.
Con impaciencia, coloco el pico de la botella en mis labios y absorbí un largo trago.
— No lo entiendes, Logan. Tenía todo allí.
Ensancha sus ojos hacia mi dirección. Vuelvo a fruncir el ceño ante su extraña y exagerada reacción.
— ¡Porno!— exclama encima de la música. Ruedo los ojos nuevamente y de un empujón camino entre los cuerpos algo molesto porque ni siquiera estaba tomándome en serio e intento alejarme lo más posible del idiota de Logan.
— ¡Solo bromeaba! ¡Vamos Aiden, no te enfades!— grita a unos metros de distancia.
Le muestro mi dedo corazón y continúo caminando hacia el balcón, una vez arriba me dedico a observar la sala a punto de explotar debido a la cantidad de gente que habita en este mismo instante y aún siguen llegando más. Guío la boca de la botella a mis labios y tomo un pequeño sorbo de cerveza, es la tercera cerveza en toda la noche. Saco el móvil de Charlotte del bolsillo trasero de mis pantalones y desbloqueo la pantalla, me detengo a observar su sonrisa una vez más.
De repente, unas manos delgadas tapan mis ojos, por la suavidad de su piel y lo delgados que son sus brazos descubiertos, puedo apreciar que es mujer. Tira de mí y puedo distinguir unas piernas largas y torneadas, unas botas negras hasta arriba de la rodilla. Suelto la botella y escucho como cae al suelo haciéndose trizas, me dejo llevar por un momento y sabiendo que Charlotte no vendría en busca de su teléfono o alguna explicación. La chica desconocida ante mis ojos me adentra a una habitación, para mí sorpresa, desocupada.
Cierro la puerta una vez dentro de la habitación, ella esconde su cabeza en mi cuello y comienza a depositar besos a lo largo de este.
— ¿Quién eres?— pregunto en un jadeo.
A pesar de lo alta que está la música, puedo escuchar a la perfección su respiración agitada y caliente sobre mi. Ignorando mi pregunta, muerde carne de la zona de mi cuello causando un jadeo de mi parte.
— Mierda— gimo.
La cercanía de su cuerpo, me calienta de sobremanera. La habitación estaba oscura y aún no podía distinguir su rostro, ni mucho menos, lograr que me dirigiera la palabra.
Toma el borde de mi camiseta y luego me atrae hacia ella, luego me empuja sobre la cama y caigo en el colchón causando ruido, pero me tranquilizo cuando sé que nadie escucharía lo que haremos a causa de la música. Su peso cae sobre mí y vuelve nuevamente a besar mi cuello, metiendo sus manos bajo mi camiseta acariciando y arañando mi estómago. Intento que mis manos lleguen a rozar su trasero, al ver mi intención, toma mis manos y las coloca arriba de mi cabeza.
Río entre dientes, el alcohol fluye por mí sangre rápidamente y perdería el control en cualquier momento, si no se detenía ya. Siento su respiración agitada a unos centímetros de mí rostro, pero aunque forzaba mi vista no lograba identificar su rostro. Suelto un jadeo cuando siento a sus labios impactar contra los míos.
Luego de unos segundos, suelta mis manos suavemente y siento la frialdad de sus finos dedos recorrer mi abdomen, causando un ligero escalofrío a través de mí columna vertebral.
Entonces coloco mis manos en su delgada cintura y las dejo allí, al notar que no me lo impide o hace el amague por apartarse, en un veloz movimiento decido colocarla debajo de mí y a tientas busco el botón para encender el velador de la mesita de noche.
Me separo bruscamente de ella al notar los labios que hace unos segundos había besado.
— ¿Charlotte?― pregunto con sorpresa.
Me sonríe con júbilo y baja un poco más la tela que cubría parte de sus muslos.
— ¿Qué sucede? ¿No te lo esperabas?—pregunta arrastrando sus palabras con dificultad.
Oh, ya comprendía todo, estaba ebria.
— Charlotte, estás ebria— susurro.
Niega su cabeza y al segundo tira su cabeza para atrás para soltar una risa. Resoplo rodando los ojos y mirando dirección a la puerta, temía se abriera y alguien entrara.
— ¿En qué momento entraste? Te estuve buscando toda la maldita noche.
Ella esboza una divertida sonrisa y luego se encoge de hombros.
— No lo sé. Simplemente no quería acercarme a ti— murmura y acto seguido, bosteza.
Frunzo el ceño y paseo mi vista con disimulo por sus largas y perfectamente tonificadas piernas no pudiendo contenerme.
— j***r, estuve toda la noche esperando a que vinieras y cuando te encuentro ya nos hemos besado— camino en la habitación para luego recargarme en la pared—. ¡Maldita seas!
Volteo y me encuentro con sus ojos cerrados, su respiración profunda y tranquila. Se había quedado dormida.
Ruedo los ojos y golpeo la biblioteca que permanecía frente a mí logrando que cayeran algunos libros. Levanté mi vista hacia ella y una extraña sensación me recorrió de pies a cabeza, dormía tan plácidamente, como si de un ángel se tratara.
Suelto un suspiro y luego de recoger los libros que se habían caído al suelo hace minutos atrás tomo una manta de la parte de arriba de la cómoda que yacía frente a mi cama para arroparla con ésta como a una niña. No podía aprovecharme de ella, jamás me había sobrepasado con alguna universitaria. Este tampoco era el momento de hacerlo aunque me encantaría presumirle a la hermandad que me había acostado con la mujer más deseada por la universidad no podía hacerlo porque eso sería una falta de respeto, ¿aprovecharse de la situación de una chica borracha?
Finalmente, apago la lámpara que yacía a un costado en la mesita de noche, me dispongo a salir, no sin antes desviar mi vista hacia la hermosa mujer que dormía tranquilamente en mí cama.
CHARLOTTE
Me remuevo sobre el colchón, molesta, al sentir un punzante dolor de cabeza y después de unos segundos abro los ojos y suelto una exclamación, al ver en el lugar que me hallaba. Me reincorporo precipitadamente tomando asiento y dirigiendo mi mirada a cada parte de la habitación, la cual supuse era masculina por los trofeos del otro lado de la habitación y los póster de varias chicas semidesnudas sobre la pared.
Una manta de tela azul me había arropado toda la noche, no lograba recuperar mi memoria de lo sucedido en la noche anterior. Lo único que puedo rescatar de ello, es cuando asistí a la fiesta de la fraternidad solo para hablar con el niñato de Aiden. Eso quería decir que me encontraba en la casa de la fraternidad.
Rápidamente, tomo la manta que mantuvo mi cuerpo cálido y protegido del aire fresco de la noche anterior. El frío se adueña de mis piernas tentándome entre volver a la cama o dirigirme hacia el exterior. La maldita cabrona de Elizabeth no se había dignado de despertarme o llevarme consigo misma.
Una vez recojo mis respectivas cosas, salgo y luego la cierro tras mi salida, al salir al pasillo, escucho bullicios y risas masculinas las cuales supuse que pertenecían a los dueños de esta casa.
Aún con las bucaneras en mí mano derecha, corrientes de escalofríos se dirigían a lo largo de toda mi espalda, pero me negaba a colocarme los zapatos de Elizabeth, me habían destrozado los pies, los cuales demás está decir que se encontraban adoloridos. Me asomo apoyando mis manos en la barandilla del balcón, examino la sala y me topo con aproximadamente siete chicos. Camino a paso decidido y comienzo a bajar las escaleras, ninguno se había inmutado que ya estaba despierta. Entre bromas limpiaban la sala con bolsas grandes para los residuos. Al bajar, piso un vaso de plástico rojo causando que toda la hermandad volteara a mi dirección y me comieran con la mirada.
— Han quedado solo sobras para comer hoy— dice Aiden saliendo de la cocina.
Ruedo mis ojos y los fulmino con la mirada causando que rápidamente desviaran su vista hacia otra dirección.
Hombres.
— Oh, veo que has despertado— se dirige Aiden a mí.
Asiento y por un momento me siento incómoda, sus amigos deben estar especulando cosas entre nosotros que quizá jamás sucedieron, ¿o sí?
— ¿Puedes ir arriba?— pregunta rascando su nuca con nerviosismo al notar las miradas expectantes de sus amigos sobre ambos.
La hermandad comienza a reír y dicen cosas que comienzan a alterarme.
— ¿Qué sucedió anoche Aiden? ¿Cuándo pensabas decirnos?— acota uno de ellos causando la carcajada de los demás.
Aún sigo aquí, imbéciles.
— j***r, no ha sucedido nada— responde—. Cierra el culo.
Me sorprende la manera en la que responde, un patán como él podría haber comentado cualquier mentira sobre nosotros, sin embargo, no lo hizo.
— Gracias, por dejarme dormir aquí.
Mira sobre su hombro y se apoya en la pared, negando su cabeza. Su cuerpo es grande y se nota a simple vista que además de ser parte de la hermandad también tenía algo de tiempo extra para ir al gimnasio, tiene una espalda ancha y brazos musculosos que se distinguen bajo la sudadera que lleva puesta.
— Necesito explicarte lo que sucedió. Todo.
Alarmada y confundida, no logro comprender a qué se refiere con "todo", pero supuse que fue lo sucedido anoche.
— ¿A qué te refieres con todo?— pregunto, exaltada.
— No creo que sea el lugar correcto para hablarlo— vuelve a mirar sobre su hombro, pero la hermandad está en la cocina—, tu amiga...
Intenta recordar su nombre pero por lo visto fracasa.
— Elizabeth, ¿qué hay con ella?
Asiente y prosigue:— Comentó algo sobre que había avisado a tu casa que te quedarías a pasar la noche en su casa y apenas despertaras fueras.
Me tranquilizo, después de todo servía para algo. Hago el intento de irme, pero me detiene por el brazo sujetándola con firmeza y alcanza a tirar suavemente de él, lo miro molesta y parece darse cuenta que me incomodó el hecho de que antes se atreviera a ponerme una mano encima, entonces me suelta.
— Te llevo.
Niego mi cabeza rotundamente y comienzo a caminar a la entrada principal dispuesta a irme aunque mi casa quedara del otro lado de la ciudad y no tuviera un centavo encima.
— Puedo irme sola.
Antes de llegar a la puerta, él se adelanta y me obstaculiza el paso, interponiéndose entre la puerta y yo. Ruedo los ojos y doy un paso atrás al darme cuenta lo cerca que se encontraba de mí.
No sería bien visto que lo golpeara o empujara, luego de que me haya prestado su cama y luego de haberme defendido, aunque ahora que lo pienso ¿dónde había dormido él?
— ¿Acaso has visto cómo estás vestida?
Siento las miradas de sus amigos y vuelvo a sentirme incómoda.
Me encojo de hombros.
— Sé defenderme sola, Aiden—murmuro—, ahora muévete.
— Te llevaré yo y fin de la discusión. La casa de Elizabeth debe quedar en la ciudad y por si no sabes, estás en la fraternidad.
Después de alrededor de una hora y sumergidos en un incómodo silencio escuchando la emisora de la radio en el interior de su coche, llegamos.
— Gracias.
Asiente y luego dirige su mirada a mi, una vez dispuesta a bajarme del auto, él vuelve a detenerme.
— Esta noche necesito que salgas conmigo.
¿Es en serio? ¿Había escuchado bien? Acababan de invitarme a salir después de varios años en la universidad evitando a cualquier estúpido que se me acercara e inventando excusas para espantarlos y alejarlos de mí.
— No.
Resopla con impaciencia y cuando intento abrir la puerta me encuentro con que está bloqueada. Golpeo el vidrio y luego miro a Aiden, enfadada.
— ¡Abre la maldita puerta!
Niega su cabeza divertido y coloca sus manos detrás de su cabeza con una cínica sonrisa. ¿Por qué no solo golpeo su rostro de niño bonito y me largo? Pero no, estaba intentando ser educada.
— No te dejaré ir hasta que aceptes mi invitación.
— ¡¿Estás loco?! ¡Maldición, no saldré contigo! No quiere decir que porque haya pasado una noche en tu cuarto ahora comencemos a salir.
Escucho su risa causando que me enojara aún más, golpeo su trabajado estómago pero ni se inmutó del golpe.
— No es eso, preciosa. Tú tienes mi teléfono móvil y yo tengo el tuyo. Necesito darte explicaciones y que conste que esto lo hago por ti, más que por mi, porque no me interesas.
— ¡¿Cómo que tú tienes mi teléfono?!— suelto un grito sin poder contenerme y seguramente roja de la rabia. La verdad es que ni siquiera me afectaba que lo tuviera en su poder porque no me había dado cuenta que no lo llevaba conmigo hasta que lo nombró.
— Y te aseguro que tú no has traído mi móvil y yo tampoco el tuyo. Estamos a mano, si tu aceptas mi invitación, esta noche te explicaré todo, ¿qué dices? ― responde de lo más calmado y extiende su mano izquierda hacia mi dirección.
Me rehúso a tomar su mano y aceptar aquella estúpida invitación pero mi curiosidad puede más que mi orgullo. Ruedo los ojos y tomo su mano sintiéndome estúpida por aceptar.
— Pasaré por ti a las ocho— dice a la vez que suelta mi mano.
Abro la puerta y la cierro de un portazo, escuchando su risa detrás mío. Me despido enseñándole mi dedo del medio para entrar a la casa de Elizabeth.